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Fernández y gobernadores dejan en offside a los que apuestan a avivar la grieta

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Alejandro Radonjic 01 junio de 2020

Por Alejandro Radonjic

Se jodió la cosa, nuevamente, en Argentina. La curva de la grieta ya es exponencial, como si no bastara con la del bicho que a todos nos desvela. El armisticio de marzo y abril fue un oasis para quienes creen en el diálogo, el pragmatismo y en la gimnasia cívica de ir apoyándose en los puntos en común para luego ir desanudando las diferencias, aunque siempre algunas persistan.

Lo de hoy ya es un show patético. Enumerar la lista de golpes bajos, errores, chicanas improcedentes que volaron entre ambas orillas insumiría la nota entera. Además, ¿para qué alimentar a la fiera? Hoy, todo debe ser altisonante e incitar a la violencia propia y la del otro. Semanas atrás, cuanto menos, se discutía “Estado versus mercado”. Hoy, el clivaje es entre los que denuncian “infectadura” y los paladines de la “antimuerte”. El debate se ha degradado y las partes, a veces promocionadas por ciertos medios, se tiran con todo. Las irrespetuosas comparaciones con dictaduras genocidas en serio, un recuerdo aun vívido para millones, ya “pasan” y no hay filtros.

La descripción no es justa. Cuanto menos, no es completa. No todo el gran público ni todos “los políticos” han ingresado a esa lógica binaria. Afortunadamente, en ese lote se ubican el Presidente República y los gobernadores. Es decir, los que detentan una parte sustancial del poder público que, a diferencia de otras ocasiones, no juegan a la grieta. Porque, es obvio, no es serio y no ayuda. El mundo está ante la mayor amenaza a la salud pública en décadas. Es todo un dato que una de las cuarentenas subnacionales más estricta fue la de Jujuy. No se quedó atrás Horacio Rodríguez Larreta, también de Juntos por el Cambio. Como para trazar un primer clivaje no partidario.

Los que gobiernan y deciden cosas están todos en una sintonía similar. Hubo, y hay, diferencias en las grandes urbes. Mayra Mendoza y algunos pares suyos del Gran Buenos Aires se quejaron de que Larreta se haya excedido con las aperturas comercial, pero después se sentaron a hablar y acordaron. No debe ser fácil mover la botonera con la crisis sanitaria avanzando y menos aún de un monstruo de más de 16 millones de cabezas, como es el AMBA.

Por cierto, el clima ejecutivo, serio y responsable del Presidente y los que él llamó sus “socios” en la tarea de gobernar Argentina no impregna en todos. Aunque, por cierto, la mayoría se manifieste de acuerdo con la orientación y las medidas, un dato que no esconde que muchos también estén preocupados por sus economías.

Pero hay algunas voces de la sociedad civil y la propia política (por suerte, sin cargos ejecutivos) que andan más sueltos de boca, puño y teclado. Los “300 intelectuales” están en todo su derecho de hacer y escribir cosas equivocadas (como que la democracia está en su mayor peligro desde el '83) y obvias (como el hecho de que los Ejecutivos avanzan en todo el mundo y concentran funciones). Y lo mismo ocurre con los oficialistas que creen que las pulsiones aperturistas solo provienen de los grandes grupos económicos, como si millones de argentinos no estuvieran preocupados por sus ingresos y su cotidianeidad. Una alternativa superadora para ambos: moderarse, no convertir una pandemia en una lucha de ideologías y, también, aprovechando que los hay, basarse más en los datos y la evidencia.

A nivel de políticas, Argentina está actuando como casi todos los países del mundo: aplicó una cuarentena (con poco testeo, es cierto), practica el diálogo político (gobernadores) y científico (Pedro Cahn y Cía) y, además, apoyo económicamente a empresas y familias.

A nivel de diálogo institucional, Argentina está bastante mejor que otros países federales, como Brasil y Estados Unidos. Sin duda alguna. Ver un poco más allá de la frontera a veces ayuda a contextualizar. ¿Será casual que Estados Unidos y Brasil lideran el podio de contagios?

El bombeo económico no tendrá el tamaño de un Plan Marshall y probablemente no sea suficiente para evitar que el PIB se desplome 10% en 2020, pero un gasto primario que crece casi 100% en abril no es síntoma, precisamente, del supuesto desinterés oficial por la economía.

¿Argentina está atrás con respecto al Viejo Continente, ese equívoco faro eterno? Depende cómo se lo mire. En salud, está adelante: España cuenta más de 27.000 muertos e Italia, más de 33.000. En “economía”, está atrás porque la cuarentena se alarga en la populosa AMBA y puede terminar siendo la más larga del mundo, es cierto. Tan cierto como que la OMS advierte que América Latina ya es el nuevo foco infeccioso planetario, con Brasil (con quien tenemos más de 1.000 kilómetros de porosa frontera) cerca de los 500.000 contagios. Hoy, 40% de las muertes globales son en el vecindario. Europa ya pasó su pico y comparar realidades hoy es un error metodológico.

También es cierto, como documenta Daniel Schteingart, que al inicio de la cuarentena, el 43% del empleo privado formal estaba habilitado para circular y hoy esa cifra asciende a 65%. “En el AMBA (en fase 3) ronda el 50% y en la mitad de las provincias ya supera el 80%”, agregó el sociólogo. Como para poner datos y mirada federal.

Pero la curva se está empinando, se viene el invierno y el pico aun no pasó. “Todo el mercado que sea posible y todo el Estado que sea necesario” decía la socialdemocracia alemana hace más de medio siglo. Hoy, la consigna es “toda la apertura que sea posible y todos los cuidados sanitarios que sean necesarios”. Quién encontró la fórmula justa, que pase por caja. Están todos los gobernantes del mundo haciendo equilibrio en ese péndulo. Fernández, incluido. Que la tendencia a creernos excepcionales (a ambos lados de la grieta), aun cuando hacemos las cosas normales (es decir, con imperfecciones), no nos sumerja en una disputa agonal innecesaria.

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