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04 junio de 2020

Por Sandra Choroszczcucha Politóloga y Profesora (UBA)

Singular comenzar una nota bajo un título musical hermoso, que trasmite tanta incertidumbre como impotencia, pero tal vez así nos sentimos gran cantidad de ciudadanos del mundo, y de argentinos; tal vez un poco perdidos, desorientados, confundidos y plagados de interrogantes.

Desde que comenzamos a escuchar la palabra “coronavirus”, nuestras percepciones, temores, conjeturas y conclusiones sobre este virus que, casi de repente, invadió nuestras vidas, fueron cambiando con prisa y sin pausa.

Los mayores expertos en epidemiología empezaron a relatarnos en tiempo real, como el coronavirus, calificado también como Covid-19 comenzaba a estar presente a fines de noviembre de 2019 en una ciudad China (Wuhan) y como este virus parecía ser extremadamente contagioso y podía derivar en neumonías severas. Desde aquel momento, fuimos transitando una suerte de ruta, atestada de obstáculos, que aparecen y reaparecen, con indicaciones y contra indicaciones, que por momentos nos hacen sentir que este camino no tiene fin. Este virus cruzó mares, montañas, naciones y continentes, y así se transformó en una pandemia de escala global.

En Argentina fue el 20 de marzo el día que comenzó nuestro “mundo coronavirus”, un mundo repleto de sensaciones contradictorias; tan contradictorias, que nuestra nación, tan amiga de las divisiones, empezó a fraccionarse entre los procuarentena y los anticuarentena. Nuestras cuarentenas de carácter obligatorio consistieron desde el comienzo en proyecciones quincenales, proyecciones que el presidente Alberto Fernández (apoyado por el jefe de Gobierno porteño y el gobernador de la provincia de Buenos Aires), pautó, para poder en principio fortalecer nuestro precario sistema de salud. Pasaron varias quincenas, más de cinco, nuestro sistema de salud mejoró, pero no lo suficiente como para poder flexibilizar el confinamiento decretado.

Comercios cerrados hace semanas, personas encerradas hace semanas, una economía que se resiente cada día con mayor profundidad, y un sistema de salud que enfoca todas sus potencialidades sobre el coronavirus, sin dejar demasiado espacio para la atención de otras dolencias.

El interior del país pudo controlar la escalada del virus, y así, pudo lograr flexibilizar actividades en el marco de esta estricta cuarentena, que aún se mantiene en la zona del Area Metropolitana de Buenos Aires, y que nuestros gobernantes nos seguirán informando como proseguirá.

Algunos de los mayores cuestionamientos hacia la gestión de Gobierno en su batalla contra el “enemigo silencioso”.

La desatención sobre los epicentros de aglomeración de personas (geriátricos, cárceles y barrios vulnerables), que resultó en la escalada del virus, lo cual probablemente lleve al colapso de nuestro sistema sanitario.

Una suerte de tutelaje que se empeñan en llevar a cabo los tres niveles de gobierno, nacional, provincial y local, imponiendo prohibiciones con fuerza de ley a ciudadanos que podrían respetar responsablemente los protocolos necesarios, para poder cuidarse y cuidar al prójimo, sin sentirse vigilados o perseguidos.

La mínima labor de un Poder Legislativo que apenas sesionó durante esta prolongada cuarentena, cuando deberían debatirse enormes temas en un momento de tamaña crisis sanitaria.

La casi nula labor de un Poder Judicial que se encuentra en una suerte de “feria eterna” mientras el periodismo se encarga de investigar los ilícitos alrededor de licitaciones o compras con sobreprecios en estos meses de pandemia. Más la liberación de presos, con causas abiertas, “amigos” del poder político.

La baja cantidad de testeos realizados, luego de que el mismo Gobierno anunciara en cada conferencia de prensa quincenal, que éstos iban a incrementarse fuertemente para lograr la más veloz detección del coronavirus.

El nulo rendimiento de cuentas por parte del Gobierno, respecto a compras y fabricación de test y gastos en insumos e infraestructura sanitarios.

Por su parte, los acérrimos defensores del aislamiento social, preventivo y obligatorio, ponderan que lo importante es que nuestros gobernantes nos cuiden del coronavirus a como dé lugar, y que quedarnos encerrados es la orden número uno que deberíamos respetar.

Otro importante número de ciudadanos se pregunta a esta altura del encierro, si empíricamente, fundamentado en números concretos, este virus representa una amenaza mayor a la que representa la influenza “más tradicional” con la que convivimos año tras año ya que, en sitios oficiales del mundo entero, se leen cifras escalofriantes de muertes por influenza o gripe estacional.

Según menciona en primera plana en su sitio oficial la Organización Mundial de la Salud (OMS), “cada año, hasta 650.000 personas mueren por enfermedades respiratorias relacionadas con la gripe estacional” en el mundo entero.

Según la Universidad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins de Maryland y el Ministerio de Salud de Argentina, quienes vienen sondeando diariamente la cantidad de infectados, fallecidos y recuperados, al 2 de junio la cantidad de fallecidos por Covid-19 alcanza los 378.240 muertos en el mundo entero.

Es cierto que en el continente sudamericano comienza el invierno, y en varios países de la región comenzó o está comenzando una importante escalada del coronavirus, como también es cierto, que, del otro lado del continente, el coronavirus comenzó a aplanar su curva de contagio y en algunos sitios ya se encuentra controlado.

Hacer futurología para poder inferir si el número de muertes por coronavirus en nuestro continente llegará a multiplicarse hasta límites que, sumado a la cantidad de muertes por coronavirus en otras latitudes, superará la cifra de víctimas anuales padecidas por gripe estacional, sería poco prudente. Sin embargo, si nos permitimos evaluar cifras que pueden ayudarnos a informarnos más consistentemente, podemos afirmar que, concretamente, hasta el momento, la cantidad de fallecidos por Covid-19 representa 58,2% del total de fallecidos que anualmente mueren por gripe estacional en todas latitudes, de Norte a Sur, de Este a Oeste.

Donde vamos? no lo sabemos; donde estamos? de algún modo sí; quienes somos? por momentos dudamos (tolerando situaciones que jamás hubiésemos imaginado); qué hora es? la hora de observar con mayor detenimiento la sobreinformación que nos llega a diario; donde estaremos?

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