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Hacer negocios con Uruguay: ¿más fácil con Lacalle Pou?

No somos Disneylandia, pero ahora lo sabemos. El trato hacia el empresario ahora es otro. El antagonismo se terminó. Se trabaja con los empresarios: ni para ellos ni constantemente en contra de ellos. No hay buenos ni malos. Y eso facilitará hacer negocios.

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06 abril de 2020

Por Gabriela Castro-Fontoura Economista y directora de Sunny Sky Solutions

Luego de un intenso, colorido y, por qué no, emocionante proceso electoral, Uruguay tiene hace poco más de 30 días un nuevo Presidente y un nuevo Gobierno. El Partido Nacional ganó las elecciones, dejando atrás 15 años de Gobierno de izquierda, bajo el Frente Amplio, con sus muchos logros, varias medias tintas y tantos fracasos.

Luis Lacalle Pou se consagra como el nuevo presidente y Beatriz Argimón como la primera vicepresidente mujer de la pequeña gran nación sudamericana. Para lograr las mayorías necesarias, gobernará una coalición integrada además por el Partido Colorado (con Ernesto Talvi a la cabeza y el expresidente Julio María Sanguinetti como gran articulador detrás), el polémico Cabildo Abierto de Guido Manini Ríos, el Partido Independiente y el Partido de la Gente.

No soy analista político y el análisis macroeconómico se lo dejo a otros expertos, así que permítanme enfocarme en lo que compete a los negocios y, especialmente, a la pregunta que me hacen frecuentemente desde Argentina. ¿Será más fácil ahora hacer negocios con Uruguay?

Cuando estábamos por publicar este artículo, se nos vino la crisis del coronavirus encima. Me pregunté si valdría la pena escribir sobre el tema, y esperé un par de semanas. Observando día a día lo que está pasando en mi país, y en la región, más claro me queda (con la claridad que humanamente podemos pedir teniendo tan poca perspectiva) que cada uno de los puntos que les iba a compartir siguen siendo válidos, y tal vez más válidos ahora que nunca. Así que les resumo: en mi opinión, sin duda, será más fácil hacer negocios con Uruguay de ahora en más. Paso a explicarles cómo y por qué.

En primer lugar, el nuevo Gobierno es filosófica y pragmáticamente más abierto al mundo. Desde un inicio tiene un enfoque global, internacionalista, receptivo. No olvidemos eso, es la base, la esencia, y es lo que nos separa dramáticamente de lo que está sucediendo hoy en Argentina. Acá, nos queremos abrir al mundo, el mundo nos importa, exportar nos importa.

Ligado a esto está la profesionalización de la Cancillería y otros cargos públicos. Somos muy afortunados de contar con el economista Ernesto Talvi como canciller. Su rigurosidad, pasión, seriedad, firmeza y valores democráticos nos dejarán en alto. No más diplomacia de cocktails ni más acuerdos de amigotes.

Uruguay es un país estable. Es lo que nos distingue de casi toda la región. El respeto a las leyes, la institucionalidad, la transparencia y la calidad de nuestra democracia son dignos de orgullo. Eso no lo inventó el Partido Nacional, ni lo heredamos del Frente Amplio. Son cualidades nacionales, transversales, atemporales.

Con este nuevo Gobierno, esperamos más de eso. Y viendo la seriedad y el aplomo con el que se ha manejado el nuevo Gobierno estos días (los invito a mirar las conferencias de prensa), no hay razón para pensar que Uruguay perdería esa estabilidad. Podés estar o no de acuerdo con tal o cual medida, con tal o cual enfoque, pero hay seriedad. Eso es lo que precisa cualquier persona de negocios. Los inversores lo están observando y las agencias calificadoras también. Acá no se tira manteca al techo para tribunear, acá no se sale corriendo con medidas desesperadas, acá se manejan variables, se piensa, se buscan consensos, se ajustan y tunean medidas con la flexibilidad y la falta de dogmatismo que las circunstancias exigen. Acá se hace política de la buena. Imaginen hacer negocios con un país así.

La transición ocurrió casi sin saltos, sin berrinches. Mérito de ambos gobiernos, el entrante y el saliente. Hay quienes querrán desestabilizar al Gobierno, ya lo sabemos. Cuando termine esta crisis, vendrás los paros, huelgas, protestas, agites, discursos, medidas, y los intentos de piquetes. Ahí sabremos si siguen gobernando unas minorías extremistas, como ocurrió tantas veces antes. Ahora la coalición tiene mayoría en el Parlamento y esperamos que las cosas fluyan (como se ha visto en estos días, con las medidas aprobadas). Hay voluntad política de casi todos para que esto suceda. Los empresarios y los negocios necesitan hoy medidas urgentes y mañana cambios estructurales ya demasiado postergados. El Gobierno no hará milagros pero tiene herramientas, voluntad y mayorías para hacer profundos cambios.

Esperamos una flexibilización de un mercado laboral que es poco competitivo a nivel internacional. También esperamos mejoras en los procesos, una reducción de la burocracia, una profesionalización del (pesado) sector público.

Un cambio drástico es el acercamiento al campo, a todo el sector agropecuario en general. Está en el ADN del Partido Nacional y se evidencia claramente en cada mapa de resultados electorales. El interior habló claro y el nuevo Gobierno tiene la responsabilidad de hacer suya su realidad. Con un líder “pro-agro”, es claramente un poquito menos difícil invertir e ilusionarse con crecer, incluso en las malas. No es lo único que pesa, hay demasiadas otras variables micro y macro, pero un Gobierno que apoye (o que por lo menos no entorpezca) al campo, es algo que estábamos precisando.

Uruguay tiene fuertes monopolios estatales, y es muy probable que haya aperturas en esos sectores, y nuevas oportunidades, por ejemplo, en energía y telecomunicaciones. Se ha hablado también de más inversiones en caminos, vías y puertos. En su discurso inaugural, Lacalle Pou insistió en que “estamos comprometidos con hacer viable la hidrovía del Río Uruguay” y “no descartamos tampoco la posibilidad del puerto en el este del país utilizando ríos y lagunas así como tampoco queremos desaprovechar el puerto de La Paloma en Rocha”.

Nos jugamos mucho en la atracción de inversiones. Necesitamos, desesperadamente, más inversión extranjera directa. En este sentido, se mejorará la Ley de Promoción de Inversiones y se aprobarán medidas relacionadas por ejemplo a los parques industriales.

Mucho más, creo yo, nos jugamos en educación. En la Ley de Urgente Consideración (postergada por la crisis actual del coronavirus) se destinan 68 artículos a la reforma de este sector. Con esta reforma se abrirán nuevas oportunidades también. Por ejemplo, el Presidente dijo en su discurso inaugural el 1º de marzo que “sabemos que hay una posibilidad inminente que universidades del mundo vengan a complementar el sistema educativo [?]”.

Relacionado con lo anterior está el foco que se hará en innovación, ciencia, tecnología, ingeniería y matemática. “Tenemos un sueño que no está lejos de convertirse en realidad, que es convertir a nuestro país en un centro internacional de formación e inversión en las TICS”, dijo Lacalle Pou en ese discurso.

Volviendo a lo internacional, el Mercosur importa, y el guiño a Argentina en el discurso inaugural es emblemático de la forma en que se va a comportar este nuevo Gobierno: “Hay que fortalecer la región, el Mercosur, y al mismo tiempo lograr flexibilizar el bloque para que cada socio pueda avanzar en procesos bilaterales con otros países. Debemos terminar los procesos e internalizar el tratado firmado por Uruguay y el Mercosur con la Unión Europea. Los procesos iniciados deben de terminarse, si no se terminan generan descreimiento. No debe importar el signo político de cada uno de los miembros del Mercosur. Para afianzar nuestros intereses en común debemos de dejarlo de lado, reducidos a las cuestiones particulares de cada país”.

Uruguay tiene debilidades como un déficit fiscal alto, una carga impositiva ya insostenible, un desempleo que va en aumento (golpeado duramente por la crisis actual), una educación que pide a gritos una reforma, y un atraso cambiario a resolverse estructuralmente. La inflación también es alta (no a niveles argentinos, claro está). No somos Disneylandia. Pero ahora lo sabemos. El trato hacia el empresario ahora es otro. El antagonismo se terminó. Se trabaja con los empresarios, ni para ellos ni constantemente en contra de ellos. No hay buenos ni malos. El discurso es otro. Y eso facilita hacer negocios acá.

Vamos observando otras medidas concretas día a día. Sería imposible enumerarlas acá, lo que rescato es el entendimiento de que este Gobierno tiene del sector empresarial y su voluntad política de facilitar, o por lo menos no obstruir, los negocios. Los equilibrios son frágiles y los malabares tienen su punto de quiebre. Pero no dudo que Uruguay seguirá siendo tan atractivo como antes para los argentinos que quieran hacer negocios acá, y seguramente bastante más. Y no solo por cómo está Argentina, sino por mérito propio. Ya lo estamos viendo con las empresas argentinas de varios sectores que han expresado interés en unirse a nuestra misión virtual a Uruguay en mayo. Como mercado en sí mismo (es un mercado más para diversificarse, al lado, y hermano), como hub (estable, predecible, pro-negocios) para la región y el mundo, y como mercado de prueba también. Vale la pena, sin duda, volver a mirar a Uruguay y tenerlo muy en cuenta.

 

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