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La política argentina en tiempos de coronavirus

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25 marzo de 2020

Por Javier Cachés Politólogo

El mundo que emerja de la pandemia global será completamente distinto al que conocimos. Y de esta encrucijada también saldrá otra Argentina. La crisis sanitaria del Covid-19, se descuenta, tendrá gravosas consecuencias económicas y sociales. Y remodelará, además, aspectos centrales de la competencia política. Hay por lo menos cinco efectos del coronavirus en la dinámica de poder nacional que ya se están empezando a ver.

La emergencia nacional dio inicio definitivo a la gestión de Alberto Fernández. Todo gobierno busca tener un mito fundacional, un episodio que le permita enmarcar su administración dentro de una narrativa más general. El de Raúl Alfonsín fue la lucha por la democracia. El de Carlos Menem, el 1 a 1. Néstor Kirchner se enfrentó con la Corte Suprema, símbolo de la corrupción del orden político precedente. El de Cristina Kirchner fue el conflicto con las entidades agropecuarias. El de Mauricio Macri, la remoción del cepo. Y el de Alberto es la crisis del Covid-19, un bautismo de fuego dramático pero también épico.

El coronavirus produjo un segundo efecto: resolvió el dilema del liderazgo interno. El carácter singular del binomio presidencial -un mandatario que arribó a la Casa Rosada en gran medida por la decisión estratégica de la vice de dar un paso al costado- podía dar a pensar en un gobierno bicéfalo o en un esquema de poder muy repartido. Esas sospechas resultaron infundadas. Hoy ya nadie duda de la jefatura política del Presidente. El manejo de la crisis sanitaria -la combinación de decisionismo con acuerdismo, de firmeza con templanza- lo dotó de legitimidad hacia adentro de la coalición y hacia afuera, en la sociedad en general. No es que Cristina haya perdido poder sino que Alberto ganó autoridad.

Tercer impacto del virus en la vida pública nacional: cambiará la relación entre Estado y mercado. Es un resultado se manifestará también a nivel global. La crisis sanitaria viene a recordar que hay bienes y servicios públicos que no pueden quedar bajo la órbita exclusiva del mercado. En Europa esto se puede traducir en un reimpulso de Estados de Bienestar que han sufrido recortes en las últimas décadas. En Estados Unidos ejercerá presión hacia la universalización de la cobertura médica. Y en Argentina, un país marcadamente Estado-céntrico, el Covid-19 dejará incentivos para fortalecer el sistema de salud pública y elevará los costos para futuros gobiernos que pretendan desfinanciar el área. De esta pandemia se sale con más Estado.

La emergencia pública provocó reacomodamientos en el Gobierno, pero también en la oposición. La crisis catapultó a Horacio Rodríguez Larreta como el principal referente de Cambiemos. Por su responsabilidad de gestión, su incidencia territorial y su pragmatismo, la Casa Rosada acudió al jefe de Gobierno porteño y no al ex mandatario al momento de ampliar la base de apoyos de las medidas de prevención y control. Mientras Macri tuiteaba, Larreta estaba en Olivos.

El último impacto del coronavirus es que deja menos margen para la grieta. La pandemia despertó, en efecto, el espíritu de unidad de la dirigencia. Los líderes parlamentarios y gobernadores de la oposición desfilaron por la Casa Rosada. Alberto con Larreta. Larreta con Axel Kicillof. Sergio Massa con Mario Negri. La crisis arrojó postales de cooperación multipartidaria impensables hasta hace unos pocos meses. Es el pacto de La Moncloa que supimos conseguir en un contexto excepcional. ¿Continuará esta política “desengrietada” una vez superado el peligro del Covid-19? Fue uno de los objetivos que planteó Alberto Fernández durante la campaña electoral. Quizá lo termine logrando, aunque a partir de circunstancias imprevistas.

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