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Labaqui: “El Gobierno de Fernández busca darle un sello propio a la política exterior"

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Alejandro Radonjic 04 febrero de 2020

Entrevista a Ignacio Labaqui Politólogo Por Alejandro Radonjic

En diálogo con El Economista, Ignacio Labaqui (UCA y UCEMA) ofrece su visión sobre los primeros pasos de Alberto Fernández en la arena internacional, la negociación con el FMI y el rol de Estados Unidos, los incentivos para acordar con los bonistas privados y la situación del sistema de partidos.

¿Qué lectura hace de los primeros movimientos de Fernández en el plano internacional? Hizo su viaje inaugural a Israel y el segundo a Europa. Tras algunas dudas en la previa y en las primeras semanas de Gobierno incluso, parece un comienzo más pragmático que radicalizado. ¿Coincide y, en tal caso, a qué lo atribuye?

Parecería que el Gobierno busca darle un sello propio a la política exterior, alejándose tanto de la política exterior de Cristina Fernández de Kirchner como de la de Mauricio Macri. Probablemente ello responda a un conjunto de factores. Por un lado, el contexto regional. Sudamérica está gobernada casi en su totalidad por gobiernos de centroderecha o derecha, que en muchos casos atraviesan situaciones complicadas a nivel doméstico. La relación con Brasil, por ejemplo, es todo un interrogante, sobre todo si pensamos el peso que ha tenido la diplomacia presidencial en los últimos 40 años en la relación bilateral. El otro gran actor latinoamericano, que es México, pareciera tener poco interés por la política exterior. La relación con Estados Unidos es clave para las negociaciones del FMI. Sin embargo, no habrá una relación de cercanía con Washington como la que hubo durante el Gobierno de Macri. Por otro lado, el contexto global. La disputa velada (o tal vez no tanto) por el liderazgo a nivel global entre Estados Unidos y China condiciona las opciones y las acciones en materia de política exterior de países como Argentina. Una relación muy cercana a China en un contexto como el actual puede implicar malquistarse a Estados Unidos gobernado por un Jefe de Estado muy temperamental y hasta cierto punto imprevisible. Por último, el carácter heterogéneo de la coalición oficialista, en la que coexisten diversas posturas sobre la orientación de la política exterior argentina. Ello hace necesario que la política exterior preserve ciertos equilibrios de cara a las visiones que tienen los distintos actores que integran el Frente de Todos. Para resumir, la gira por Italia, Alemania, Francia y España no sólo puede contribuir a ayudar en las negociaciones con el FMI, sino que probablemente era una de las pocas alternativas disponibles para que el Gobierno mostrase una política exterior con sello propio, diferente tanto de la política del cristinismo tardío como del Gobierno de Macri.

La renegociación del calendario de pagos con el FMI es clave para darle sustentabilidad a la deuda pública. En esto, la voz de mando la tiene Estados Unidos. ¿Tiene incentivos Washington para colaborar con Argentina y evitar que se complique aún más la situación financiera del país?

Los incentivos para conseguir la cooperación de Washignton los tiene más bien Argentina, que es la que necesita posponer los pagos ante el FMI para asegurar la sustentabilidad de la deuda. Mirando a Washington, el principal incentivo para ayudar a Argentina en la negociación con el FMI probablemente pase por evitar un mayor deterioro de la situación en el país, en un momento en el que hay bastante volatilidad política en la región.

La negociación de la deuda es el gran parteaguas del 2020 y, quizás, de toda la gestión de Fernández. Parecería que el Gobierno tiene todos los incentivos, más allá de algunas consignas, en hacer una propuesta razonable, aceptable y dejar el asunto detrás más que en “patear el tablero” y sumergirse en la autarquía financiera. ¿Coincide?

El incentivo principal del Gobierno es resolver el tema de la deuda rápidamente y de una manera que despeje el panorama de los próximos años y permita reestablecer en el menor tiempo posible el acceso al financiamiento. Pero, a la vez, pareciera que el Gobierno busca evitar que la renegociación de este tema entrañe un alto costo político asociado, por ejemplo, a emprender reformas que afectan a grupos que están dentro de la coalición social que apoya a la actual administración. Claramente es un desafío reconciliar estos dos desafíos, pero desde ya pareciera que hay conciencia que la autarquía financiera, si por esto entendemos una política de “vivir con lo nuestro” gatillada por un fracaso de la renegociación de la deuda que en algún momento termine en un default, es un mal escenario.

Por último, una pregunta más política. Parece que el “bifrentismo”, es decir, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, se ha consolidado y ambos continúan polarizando el escenario. ¿Eso puede prolongarse?

Es difícil hacer predicciones acerca de la estabilidad del sistema de partidos en un contexto en el que hemos visto en la región sistemas de partidos que han cambiado radicalmente en los últimos años. Dicho esto, pareciera que hoy hay condiciones que más bien promueven la permanencia de ambas coaliciones. El buen resultado electoral de Juntos por en Cambio en octubre, si se piensa el contexto económico en el que tuvo lugar la elección, los resultados económicos de la gestión de Macri y sobre todo el resultado de las PASO, es un factor que reduce los incentivos para las disputas internas de la coalición oficialista. El otro factor que juega a favor de la permanencia de este esquema de bipolaridad es la situación económica. Las dificultades que enfrenta el Gobierno en el área económica reducen los incentivos para el faccionalismo de la coalición oficialista. Del lado de la oposición, a pesar de ciertas fricciones, y si hacemos excepción de ciertos sectores minoritarios del radicalismo, no parece haber mucho interés en desmontar Juntos por el Cambio. Este esquema bipolar puede modificarse de dos maneras: alguna de las dos coaliciones se rompe y hoy los incentivos para que ello ocurra parecen bajos, o bien en un escenario de malos resultados económicos y agravamiento de la situación actual, se da un proceso de desalineamiento partidario en el que una amplia porción de la ciudadanía impugna tanto al actual oficialismo como a la coalición opositora, permitiendo el surgimiento de un outsider. Pero la probabilidad de este segundo escenario parece baja, incluso considerando la gravedad de la situación económica.

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