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La independencia de las colonias norteamericanas y la hipótesis de Adam Smith

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03 febrero de 2020

Por Sebastián Galiani Profesor de la Universidad de Maryland y la Universidad Torcuato Di Tella

“No existe la mínima probabilidad de que la Constitución británica resulte dañada por una unión entre Gran Bretaña y sus colonias. Por el contrario, esa Constitución sería perfeccionada por esa unión, y parece imperfecta sin ella” (Adam Smith, “The Wealth of Nations”, Book IV, Chapter VII, Part III, p. 140). De esa forma, Adam Smith, expresaba su visión de que el Imperio Británico debía darle representación parlamentaria a sus colonias, lo que hubiese significado que las colonias dejasen de pagar impuestos sin estar representadas parlamentariamente. Ello nunca ocurrió y, como es conocido, desató la guerra por la independencia de las trece colonias norteamericanas. En un nuevo artículo que escribí junto a Gustavo Torrens revisamos la literatura sobre la independencia de Estados Unidos y explicamos por qué la hipótesis de Adam Smith no era un equilibrio del juego entre las colonias norteamericanas y su metrópoli (Galiani y Torrens, 2019).

Antes de la Revolución Norteamericana, las colonias estadounidenses eran muy prósperas, tenían instituciones relativamente inclusivas y pagaban impuestos más bajos que otras colonias bajo dominio británico. Incluso los ingresos fiscales provenientes de las colonias norteamericanas no eran ni siquiera suficientes para cubrir los costos de defensa de las mismas. Sin embargo, durante la Guerra de los Siete Años, el Imperio Británico había mostrado su compromiso de proteger las colonias. Luego de dicha guerra, era inevitable la incorporación de nuevos impuestos para afrontar la deuda incurrida durante la guerra y continuar proveyendo defensa a las colonias. Al mismo tiempo la rebelión de las trece colonias era un emprendimiento peligroso y costoso para las élites norteamericanas (incluso descontando el previsible apoyo militar de Francia y otros rivales del Imperio Británico). Entonces, ¿por qué las colonias estadounidenses montaron una rebelión? Más aún, luego de que quedara claro que las élites norteamericanas no estaban dispuestas a aceptar mayores impuestos sin obtener mayor poder político, ¿por qué fue tan complicado alcanzar un acuerdo? ¿Por qué, por ejemplo, los británicos no les concedieron representación a las colonias en el Parlamento británico para resolver rápidamente la disputa como propone Adam Smith en la “Riqueza de las Naciones”?

En nuestro estudio desarrollamos un modelo formal de un régimen institucional que gobierna las relaciones políticas entre una metrópolis y su colonia, y luego lo empleamos para ofrecer una nueva perspectiva de la Revolución Norteamericana. El modelo formaliza las fuerzas que vuelven un régimen colonial estable insostenible y, más importante, los determinantes detrás de la transición hacia diferentes regímenes poscoloniales. Dedicamos especial atención a obtener un mejor entendimiento sobre cuando un régimen colonial conduce a la independencia y cuando conduce a la incorporación política de la colonia. Para ello, combinamos dos juegos de negociación dinámicos que capturan tanto el conflicto entre la metrópolis y su colonia, como el conflicto interno que tiene lugar en la metrópolis. Especialmente, en este modelo, existe una colonia y una metrópolis conformada por dos grupos. Durante el dominio colonial, la metrópolis selecciona cómo se divide el excedente combinado de la colonia y la metrópolis entre la colonia y los dos grupos existentes de la metrópolis. En equilibrio, cuando las chances de que la colonia resulte victoriosa en una guerra de independencia son bajas, los costos de la colonia de participar de una guerra son altos y las concesiones temporarias ofrecidas por la metrópolis son relativamente generosas, el régimen colonial persiste. Cuando estas condiciones no se cumplen, el régimen colonial se vuelve insostenible y, en equilibrio, emergen dos posibles regímenes: una serie de rebeliones y guerras alternadas con períodos de severo dominio colonial que culminan cuando la colonia finalmente consigue la independencia; o la incorporación política de la colonia.

En el centro del conflicto hay un problema de compromiso intertemporal. Las concesiones ofrecidas por la metrópolis pueden revertirse fácilmente, a medida que las rebeliones se apacigüen, de manera que la metrópolis recupera el control de la colonia. Una promesa más creíble, con concesiones de carácter más permanente, puede alcanzarse si la metrópolis garantiza la representación política de la colonia. De hecho, si no existe conflicto de interés en la metrópolis, o en términos más generales, los nuevos representantes no desafían el equilibrio político de la metrópolis, la representación es una solución simple que evita tanto la independencia, como las complicaciones y gastos asociados a la guerra de independencia. En esos casos, en equilibrio, la colonia se incorpora políticamente a la metrópolis.

Por el contrario, cuando la representación parlamentaria de las colonias puede desestabilizar el equilibrio político de la metrópolis, es posible que al menos uno de los dos grupos de la metrópolis prefiera ir a la guerra antes que aceptar la entrada de nuevos representantes en el Parlamento. Un problema crucial es que la colonia no puede comprometerse a no formar una coalición con uno de los grupos de la metrópolis una vez obtenida la representación parlamentaria. En este caso, el lecturas económicas conflicto interno en la metrópolis puede bloquear la representación dejando a la colonia sólo dos opciones extremas: aceptar su status colonial, o iniciar una guerra por la independencia. En equilibrio, el régimen colonial es seguido por una serie de guerras hasta que la colonia eventualmente consigue la independencia en el campo de batalla.

Nuestro modelo sugiere una nueva perspectiva de la Revolución Norteamericana. ¿Por qué las colonias estadounidenses montaron una rebelión? El desarrollo de las colonias y varios cambios estructurales fueron incrementando las demandas de políticas económicas soberanas por parte de las élites coloniales. Al mismo tiempo cambios políticos en Gran Bretaña fueron consolidando una coalición dominante menos permeable a las demandas de las colonias. Esto ayuda a entender los motivos para montar la rebelión de las élites estadounidenses. La Guerra de los Siete Años, por su parte, eliminó a Francia como amenaza para las colonias norteamericanas, permitiéndole a los rebeldes contar de forma segura con el apoyo militar francés, sin la amenaza de caer en manos francesas. De esta manera, los estadounidenses tuvieron una oportunidad de montar una rebelión creíble en contra de las autoridades británicas.

Sin embargo, los motivos y la oportunidad no explican por sí solos por qué la rebelión escaló a una guerra por la independencia. Incluso, en dicho período, se consideraron diversas propuestas por resolver la disputa que no involucraban la obtención de la independencia. Dos excelentes ejemplos son las propuestas de Thomas Pownall y Adam Smith. Tanto Pownall como Smith esbozaron que era mutuamente beneficioso para Gran Bretaña y las colonias norteamericanas encontrar un mecanismo para compartir los costos de los bienes públicos provistos por el Imperio (ejemplo, la defensa), a cambio de mayor poder político y la representación parlamentaria de las colonias.

Adam Smith estaba convencido de que la introducción de la representación norteamericana hubiera tenido un efecto neutral en el equilibrio político del Imperio. Desde su punto de vista, el Parlamento podría haberse fortalecido en proporción al tamaño de los nuevos representantes norteamericanos, mientras que la Corona se fortalecería en proporción de los nuevos impuestos aportados por las colonias. De esta forma, el equilibrio entre el componente democrático (el Parlamento) y el de orden y estabilidad (la Corona) no se verían afectados.

Entonces, ¿por qué el Imperio Británico no concedió representación parlamentaria a las colonias norteamericanas? Sostenemos que los cálculos políticos de Gran Bretaña eran más complicados que los concebidos por Adam Smith. Al mismo tiempo que las colonias no aceptaban pagar impuestos sin obtener representación, en Gran Bretaña comenzaba a surgir una oposición política interna que demandaba reformar el sistema de representación política basado sobre la tenencia de la tierra y que beneficiaba enormemente a la aristocracia terrateniente. La representación norteamericana en el Parlamento habría sesgado el equilibrio de poder a favor de una reforma política radical. Más aún, los norteamericanos no podían comprometerse a no ayudar a los reformistas más radicales una vez obtenida la representación. Temerosos de este resultado, la coalición política dominante en Gran Bretaña optó por la guerra antes que la oferta de representación parlamentaria.

La revolución norteamericana fue un proceso históricamente complejo y multicausal. En nuestro estudio tratamos de entender por qué las colonias norteamericanas se rebelaron y en particular, por qué Gran Bretaña y las colonias norteamericanas fueron incapaces de alcanzar un acuerdo que habría evitado la guerra y la independencia. Argumentamos que el equilibrio político interno de Gran Bretaña hizo que tal acuerdo fuera inviable. La entrada de representantes norteamericanos habría permitido formar una coalición con un incipiente movimiento democrático en Inglaterra, el cual hubiera amenazado la posición de la nobleza. Más aún, no existía una forma para que las élites norteamericanas pudiesen comprometerse de forma creíble a un curso de acción diferente. Si se les hubiera garantizado la entrada al Parlamento británico, muy probablemente los representantes norteamericanos hubiesen intentado formar una alianza con la oposición (Wilkesites y Chathamites). Nuestro modelo de conflicto entre élites en la metrópolis captura esta dinámica.

La misma lógica política que bloqueó la representación norteamericana en el parlamento británico podría fácilmente generalizarse a otras propuestas para resolver el conflicto pacíficamente. Por ejemplo, algunos autores argumentan que lo que querían las élites norteamericanas era autonomía política y autogobierno en lugar de una mejor representación en los asuntos del Imperio Británico. Aun así, conceder a los colonos norteamericanos mayor autonomía política era una concesión que la coalición dominante en Gran Bretaña no estaba dispuesta a ofrecer por la misma razón que no estaba dispuesta a conceder representación; a saber, el riesgo de desatar un efecto dominó en las demandas democráticas en Gran Bretaña.

Finalmente, un comentario sobre cómo usar teoría de juegos para repensar los procesos de independencia. La peculiaridad de los procesos independentistas es que no son ni una guerra civil ni una guerra interestatal, pero tienen elementos de ambas. Por lo tanto, un buen modelo de independencia que utilice teoría de juegos debería capturar como las interacciones estratégicas entre las cuestiones internas y externas conducen a diferentes caminos de independencia y regímenes poscoloniales. En particular, nuestro trabajo sugiere la extensión de la tesis de Engerman-Sokoloff (2002) y Acemoglu-Robinson (2011) sobre el desarrollo colonial. Estos autores enfatizan factores internos dentro de las colonias como el determinante clave de las instituciones coloniales y poscoloniales. Por su parte, nuestro trabajo, resalta la importancia de los conflictos políticos internos de la metrópolis en la trayectoria institucional de las colonias.

Referencias:

Acemoglu, Daron and James Robinson. 2011. Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty. New York, NY: Crown Business

Engerman, Stanley and Kenneth Sokoloff. 2002. Factor Endowments, Inequality, and Paths of Development Among New World Economics. NBER Working Paper 8259

Galiani, Sebastian and Gustavo Torrens. 2019. Why not taxation and representation? A note on the American Revolution. Journal of Economic Behavior and Organization

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