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La Inteligencia Artificial y la macroeconomía

03 diciembre de 2019

Por Pablo Mira Docente e Investigador de la UBA

La Inteligencia Artificial (IA) está entre nosotros y afecta varios campos de la acción humana. Y por supuesto, varios de estos sistemas de procesamiento ya se aplican a las decisiones económicas. Por ejemplo, existen fondos de inversión manejados por IA, y cotidianamente se deciden otorgamientos o rechazos de crédito en base a scorings automatizados. Los gigantes del negocio informático explotan la vasta cantidad de datos de la web para identificar patrones de comportamiento, lo que les permite calibrar los precios de sus servicios.

¿Y qué hay de la macroeconomía? Quizás la irrupción de la IA repercuta sobre las tareas de investigación y análisis macro bajo la forma de complementación entre los trabajos humanos y de los sistemas artificiales, provocando cambios apreciables en las modalidades de análisis. El aprendizaje logrado gracias a la IA, por ejemplo, podría ayudar a los macroeconomistas a elaborar mejores pronósticos, siendo que esta ha sido una de nuestras debilidades más señaladas.

En un reciente trabajo, el investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (UBA) Daniel Aromí investigó si había algún poder predictivo de las expresiones faciales presentes en las fotos de personas pertenecientes a instituciones económicas relevantes.

Para elaborar un buen pronóstico se requiere contar con un modelo que describa con algún grado de realismo el funcionamiento agregado. Las esperanzas de contar con una tecnología que nos ayude para este fin son añejas. En un trabajo publicado en 1973, cuatro científicos condujeron un estudio entre expertos en IA y les solicitaron opinión sobre las fechas probables en que ciertos productos tecnológicos inexistentes en aquella era tomarían lugar en la realidad diaria. Los expertos predijeron con demasiada anticipación la generalización de los vehículos automanejados (año 2000), y también la posibilidad de que un robot sea capaz de correr más rápido que un humano (1980). Pero lo más curioso del estudio fue la pregunta sobre cuándo los economistas dispondrían de un modelo económico de cierta profundidad que pudiera mejorar sustancialmente sus pronósticos. Los expertos previeron este modelo para 1990, hace casi treinta años. ¿Y qué ha sucedido desde entonces? Los pronósticos han seguido errando de manera sistemática, y sin perspectivas claras de mejora. Irónicamente, el pronóstico de los expertos respecto de los pronosticadores económicos resultó fallido.

Sin embargo, no todo está perdido. Nueva información y mejores herramientas para procesarla podrían ayudarnos a mejorar nuestra eficacia predictiva. En un trabajo reciente, el investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (UBA) Daniel Aromí investigó si había algún poder predictivo de las expresiones faciales presentes en las fotos de personas pertenecientes a instituciones económicas relevantes. Aromí procesó casi 20.000 fotografías para determinar qué emociones indicaban las caras que figuraban en ellas, a fin de identificar su estado de ánimo. Y llegó a la fantástica conclusión de que estas expresiones faciales podían ser usadas para? ¡mejorar las predicciones de las fluctuaciones macroeconómicas! Las caras que hoy expresan signos negativos, por ejemplo, tienden a aumentar la probabilidad de caer en una recesión mañana. Pese a que en Argentina todavía no se dispone de datos suficientes, aventuro que las expresiones de nuestros personajes políticos y económicos sean mucho más explícitas, teniendo en cuenta lo pronunciado del ciclo local.

Si bien estamos lejos de que la IA mejore nuestros modelos, los resultados obtenidos por Aromí dejan en claro que lo que sí perfeccionará la tarea de los macroeconomistas no es la inteligencia artificial por sí sola, sino su uso perspicaz y bien fundamentado por parte de los propios humanos, y de sus teorías.

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