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La deuda, el frente externo y el “factor Trump”

Héctor Rubini 05 diciembre de 2019

Por Héctor Rubini Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

Contar con un tipo de cambio no atrasado y observar el repunte del saldo de la balanza comercial puede ser, quizás, un signo de razonable alivio al cabo de dos años decepcionantes. Sin embargo, el protagonista no ha sido el incipiente boom de ventas de carne vacuna a China ni ninguna gran noticia de Vaca Muerta. Ha sido la lamentable crisis cambiaria y fiscal del último año y medio que se trató de obturar primero con dos programas recesivos y nada antiinflacionarioscon el FMI. Luego con una desordenada serie de controles de precios, postergación de suba de tarifas, default (o reperfilamiento) de letras del Tesoro y, finalmente, el retorno a los tan criticados controles de cambio y de capitales.

Como observamos la semana pasada, es imposible afrontar el volumen de vencimientos de capital e intereses de la deuda para los próximos cuatro años sin incurrir en nueva deuda (postergando y agravando el problema a futuro), o bien en un default (acarreará juicios, que luego del antecedente con Thomas Griesa, serán ganados por los acreedores del Tesoro) o bien en una reestructuración. Esto último es lo único razonable que asoma frente a una solución suicida de repudio total de la deuda “a la Rodríguez Saá”. El resultado dependerá del esfuerzo y la habilidad del equipo de economistas y abogados a cargo del tema. Pero cualquiera sea, nuestro país tiene que aumentar significativamente la generación de divisas sin incurrir en festivales de endeudamiento como el de 2016-18.

El salto del tipo de cambio de $20,2 del 25 de abril del año pasado a $38 en diciembre, tras superar los $40 en los primeros días de octubre, no fue suficiente para evitar el cierre del año con un déficit comercial de U$S 3.700 millones. A su vez, la suba de $38 a los casi $60 actuales no han conducido a ningún boom exportador. El “efecto sustitución” jugó a favor en los primeros diez meses del año, básicamente gracias al derrumbe de las importaciones (-25,6% interanual) mientras que el monto en dólares de las exportaciones creció sólo 5,4%.

Recuperar capacidad de generar divisas exige incentivos a la inversión en actividades exportables. Esto supone, de mínima, reducir el costo impositivo interno (a nivel nacional, provincial y municipal); reducir, cuando no eliminar impuestos a las exportaciones y, también, un mínimo de estabilidad macroeconómica y jurídica. Si el camino a seguir a partir de la semana que viene en cualquier otra dirección, no va a ser fácil crecer y recuperar tanto el potencial exportador como el mercado interno.

Si bien no son pocos los que entienden que una cosa excluye a la otra, la recuperación de la actividad, las inversiones y, sobre todo, de las vacantes laborales exige apostar a incentivos hacia ambas direcciones. Quizás exija cierto tiempo prudencial para que se puedan ver resultados en algún sentido, pero para que cualquier inversor perciba que el rendimiento de cada peso o dólar invertido en proyectos de riesgo y a largo plazo supere el de la especulación financiera de corto plazo con deuda pública o divisas, primero se necesita evidencia de un programa que logre coordinar y secuenciar en el tiempo medidas orientadas hacia la estabilidad y hacia el crecimiento.

El descalabro de precios relativos de 2015 se corrigió parcialmente, pero la inestabilidad cambiaria deja hoy un escenario difícil de administrar. Habrá que ver si hay consensos para alinear variables clave como los salarios, el tipo de cambio, las tasas de interés y los precios regulados, con un sendero creíble de mayor estabilidad y oportunidades rentables. Sin bajar ciertos gastos, no pocos impuestos y la inflación observada y esperada, no parece haber salida.

Por el lado externo, el problema de la deuda es sólo una parte del cuadro de situación. Las perspectivas de expansión comercial son bastante limitadas y no sólo porque el mundo muestra evidentes signos de desaceleración permanente (incluso en la República Popular China).

El conflicto comercial con Estados Unidos ha vuelto a cobrar un lugar relevante, luego de las nuevas bravuconadas de la Casa Blanca contra China y Corea del Norte, a lo que se ha sumado la reimplantación del arancel a la importación de acero y aluminio de nuestro país y Brasil. Una decisión costosa, pero no inesperada.

Donald Trump seguirá con esa línea al menos hasta la elección presidencial de noviembre del 2020. Una verdadera eternidad, en la que cualquier otro brote proteccionista puede esperarse del presidente de EE.UU. No vaciló en dar un trato casi irrespetuoso en público al presidente de Francia en la reunión de la OTAN de esta semana y amenazó con aranceles a las importaciones de este país. Pero para Brasil y nuestro país será unadecisión que difícilmente revierta  en el corto plazo. En particular se siente traicionado por Jair Bolsonaro, luego de que el pasado 13 de noviembre el presidente brasileño “blanqueara” la negociación de un tratado de comercio preferencial con China. Pero, a su vez, este último está decidido a liberalizar a su manera el comercio brasileño y viene insistiendo junto a su canciller y otros funcionarios en abandonar el Mercosur o desactivarlo en pocos meses. Para nuestras posibilidades de exportación son complicaciones bastante significativas.

A esto se suma, en el escenario global, el riesgo de una parálisis indefinida del Organo de Apelación de la OMC: la próxima semana vence el mandato de ocho años de dos de los tres jueces de tribunal: el indio Ujal Singh Bhatia y el estadounidense Tomas Graham. Desde que Trump inició su mandato, la Casa Blanca se ha rehusado a aprobar la designación de nuevos jueces. Si mantiene esa postura, el organismo no puede funcionar con uno solo (el chino Hong Zhao). El presidente de EE.UU. ahora insiste con bloquear el presupuesto para el organismo para 2020, salvo si se reduce en 87% los haberes de los jueces y en 95% su fondo operativo.

Un escenario complicado para Argentina, en el que la nueva administración deberá manejarse con sumo cuidado. Sobre todo en un mundo que parece girar en torno del comportamiento errático de un Trump cuyo proteccionismo parece que se va a exacerbar mes tras mes, hasta las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.

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