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La “revolución de los aviones” debe continuar

Argentina dio el salto más grande de su historia en materia de conectividad y ese impulso debe mantenerse durante el próximo Gobierno.

15 octubre de 2019

Por Eric Grosembacher Economista

Hasta hace cuatro años, volar en Argentina era caro, para pocos y con escasas alternativas, especialmente para el que viviera en el interior. Cambiemos llegó al Gobierno con un mercado aerocomercial cerrado y sobrerregulado: desde el 2005 que no se convocaban audiencias de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), el mecanismo por el cual se reciben los pedidos de diferentes empresas para brindar servicios aéreos en nuevas rutas. ¿Qué pasó desde entonces?

Por primera vez en once años, entre 2016 y 2018 se realizaron tres audiencias en las que se otorgaron más de 1.400 rutas para que nuevos competidores entraran al mercado. Así fue que despegaron un puñado de aerolíneas low cost (Flybondi, Norwegian, Jetsmart, Avianca, Lasa, entre otras) además de que pudieron expandirse las tradicionales Latam, Andes y Aerolíneas Argentinas.

Esta política fue acompañada por la eliminación de la banda tarifaria. Hasta fines de 2015, el Gobierno imponía un piso y un techo al precio que podían venderse los tickets aéreos, uno de las políticas más perjudiciales para cualquier sector de la economía. En enero de 2016 se quitó la tarifa máxima y en agosto de 2018 se hizo lo mismo con la mínima y por primera vez se vendieron pasajes desde un peso, como algunos lectores podrán recordar (y otros aprovechar). Todo esto sin mencionar la fuerte política de inversión en infraestructura aeroportuaria: se puso en marcha un plan de ampliación, remodelación y puesta en valor en 30 aeropuertos del país.

Como primer resultado, se crearon más de 90 nuevas rutas, más de la mitad de ellas sin pasar por los aeropuertos del area metropolitana de Buenos Aires (Aeroparque, Ezeiza y El Palomar). Las conexiones directas entre ciudades del interior del país se incrementaron 63% en el último trienio, mientras que las internacionales se triplicaron.

Al mismo tiempo, la mayor oferta se tradujo en menores precios y mayores ventas, permitiendo a cientos de miles de argentinos volar por primera vez. Puntualmente, se registró en 2018 el mejor año de la historia en cantidad de pasajeros con un total de 29,1 millones en vuelos internacionales y de cabotaje, lo que representó una mejora del 38% con respecto a 2015 (cifra que seguramente aumentará en 2019).

Párrafo aparte merece la inauguración de El Palomar como tercer aeropuerto comercial del Gran Buenos Aires, que ya registra un movimiento equivalente al de Mendoza, Neuquén o Salta y desde donde además despegan a diario vuelos a Brasil, Chile y Paraguay, fomentando también la integración regional.

Dato no menor es que estos resultados se alcanzaron sin un detrimento de nuestra aerolínea de bandera: por el contrario, entre 2015 y 2018, Aerolíneas Argentinas creció un 26% en cantidad de pasajeros, incorporó 24 aeronaves y alcanzó récord histórico en puntualidad, en el mismo período que logró bajar un 70% los aportes del Estado en comparación con la administración previa.

Según información oficial, se crearon más de 5.000 empleos en el sector (pilotos, tripulantes, logística, servicios aéreos, mecánicos, y personal aeroportuario), sin contar los empleos indirectos a lo largo y ancho del país.

En definitiva, los resultados brindan argumentos contundentes para hablar de una exitosa política aerocomercial y, por ende, exigir que se mantenga durante el próximo Gobierno. Argentina dio el salto más grande de su historia en materia de conectividad, lo que permitirá en los años venideros impulsar fuertemente las economías provinciales en pos de un país más federal.

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