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Un retorno o el surgimiento de algo nuevo

18 septiembre de 2019

Si en octubre se confirma el triunfo que Alberto Fernández obtuvo en las primarias, será la primera vez desde la vuelta de la democracia que un espacio político, o bien parte de él, que gobernó durante doce años, retorne al poder. El Frente de Todos está políticamente liderado por quien fue Presidenta durante los ocho años previos al actual Gobierno. “Con Cristina estábamos mejor”, piensa un importante sector del electorado y votó en consecuencia. Hasta ahora, eso no había ocurrido: nunca se ganaron elecciones invocando un pasado considerado mejor.

En 2003, cuando triunfa Néstor Kirchner, siendo uno de los tres candidatos peronistas que compitieron, lo hizo con un discurso muy crítico del Gobierno de Carlos Menem. Formalmente volvió a imponerse el peronismo, pero para dar comienzo a una etapa que siempre trató de presentarse como la contracara de los ´90.

Lo mismo ocurrió en el caso del radicalismo, porque el mensaje de Fernando De la Rúa en ningún caso planteaba un retorno a las políticas que caracterizaron el Gobierno de Raúl Alfonsín.

Por eso, la reivindicación de la gestión anterior, y pedir el voto en su nombre, como en gran medida está haciendo el FdT en la campaña en curso, constituye un hecho novedoso. Pero sería una simplificación, en la que no debería caer ningún actor político relevante, hablar de un mero retorno. Comenzará a gestarse algo diferente.

En primer lugar, porque Fernández reivindica los años iniciales del kirchnerismo pero fue un duro crítico de los últimos cuatro. Y también lo son, o lo eran, muchos de los integrantes del FdT, en particular los gobernadores, que hasta hace pocos meses pretendían armar una tercera vía. Ni hablar de que Sergio Massa podría quedar ubicado cuarto en la línea sucesoria, que Martín Redrado volvería a tener funciones en el área económica o que Felipe Solá, que enfrentó al kirchnerismo en todas las elecciones desde 2009, tenga un cargo relevante.

Por lo tanto, la consigna “vamos a volver”, cantada con entusiasmo por la militancia, sólo explica una parte de lo que puede ocurrir en los próximos años en Argentina y representa a un sector, pero no a todos los millones de votantes del FdT porque, por otro lado, habrá quienes intenten construir un espacio político más amplio y que tendrá matices variados. Ambos sectores se necesitan, pero también disputarán espacios de poder. Sin los votos de Cristina, el peronismo no puede ganar una elección, pero sólo con los de ella, tampoco.

La candidatura de Fernández fue la que permitió convocar a sectores no kirchneristas y conformar una coalición amplia, tal como la definió Agustín Rossi. Allí confluirán gobernadores, sectores kirchneristas puros en la provincia de Buenos Aires, intendentes del GBA y bloques legislativos heterogéneos pero con un fuerte predicamento de Cristina en la Cámara Alta. A su vez, la conformación del Gabinete tendrá la impronta de Alberto.

En 2019, Cristina enmendó los gruesos errores que cometió en 2015 y facilitó la unidad del peronismo que resultó clave para explicar el resultado de las PASO. Pero esa unidad tuvo un incentivo: los errores del Gobierno en el área económica que abrieron las puertas a un triunfo opositor. De no haberse presentado esa oportunidad, el peronismo tal vez no se hubiese unido. Pero hizo los deberes y deberá seguir haciéndolos para manejar las tensiones propias de una coalición que deberá administrar una situación económica harto compleja.

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