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Argentina y el reperfilamiento “a la uruguaya”

30 septiembre de 2019

Por Guillermo Hang Economista, investigador del CESO y consultor en EcoAr

Alberto Fernández brindó algunas definiciones sobre la estrategia que podría seguir su Gobierno para recomponer la situación financiera y afrontar el problema de la deuda.

¿Qué dijo Alberto Fernández? Que para poder pagar hay que crecer y exportar. Que es falsa la antinomia entre exportaciones y mercado interno. Que estamos en default y esto lo entienden mejor los acreedores extranjeros que los locales. Y una frase que ha acaparado la atención en estos días: “Por las condiciones internacionales, no va a ser muy difícil hacer algo parecido a lo que hizo Uruguay”. El candidato se refería al caso del reperfilamiento de la deuda uruguaya en el año 2003.

El reperfilamiento El FMI llama reperfilamiento a un tipo de reestructuración voluntaria de la deuda, que no contempla quitas sobre el capital ni los intereses, pero sí un período de gracia que suspende el pago del capital en los primeros años del acuerdo. El plazo de pago de la deuda y el período de gracia sobre el capital se suelen extender por entre tres y cinco años.

Se genera un alivio temporal a las necesidades financieras del país, que puede traer varios beneficios: evitar un default desordenado y refinanciar los vencimientos del principal a una tasa igual a la de la deuda original, mucho menor que la tasa efectiva de mercado.

El acreedor acepta que se dilaten los pagos y reducir el valor actual de sus acreencias, para hacer más probable su cobro e incrementar el valor de mercado de sus activos. Recordemos que, al momento del reperfilamiento, los precios de mercado de los activos están muy bajos y las tasas muy altas, reflejando una alta probabilidad de default. Con el acuerdo firmado, el país suele recuperar el acceso a los mercados de crédito en pocos meses.

¿Qué rol cumple el FMI en estas operaciones? El reperfilamiento no incluye la deuda con el Fondo, sólo aquella con privados y bilaterales. El FMI puede tener un rol activo para promover la participación de los acreedores, pero no toma la responsabilidad de manejar el proceso o proponer opciones sobre los instrumentos a utilizar.

Una vez completado el reperfilamiento de la deuda privada, el FMI puede evaluar la posibilidad de proveer financiamiento excepcional. Es decir, si bien el reperfilamiento no incluye la deuda con el organismo, si es exitoso abre nuevas posibilidades de financiamiento del FMI.

Más allá de lo novedoso de la jerga, vale remarcar que esta opción fue bastante utilizada en los '80, durante la crisis de la deuda latinoamericana. La extensión de los plazos permitió que los bancos comerciales ofrecieran nuevos préstamos para la región, mientras que los recursos aportados por el FMI se mantuvieron en niveles relativamente bajos. Los resultados de este tipo de operación fueron claramente insuficientes, por lo que se necesitaron nuevas instancias de negociaciones. Finalmente se firmó el Plan Brady, con quitas a la deuda y sus intereses.

El caso uruguayo Según el FMI, Uruguay es un caso de reperfilamiento exitoso: la operación se finalizó a los pocos meses del anuncio y el país tuvo la posibilidad de reacceder al mercado de deuda medio año después de cerrado el acuerdo.

Cuando se observa en retrospectiva, la performance macroeconómica fue buena. Entre 2003 y 2018 la tasa de crecimiento de Uruguay fue del 4,2% promedio, mientras la Argentina fue 3,6%. La tasa de inflación uruguaya ha sido estable y de un dígito.

Estos resultados no implican que el acuerdo haya sido bien diseñado y que estuviera condenado al éxito. Posterior al reperfilamiento, los precios de los commodities agrícolas mostraron una tendencia creciente y sus principales socios crecían a tasas muy elevadas. Esto fue un impulso fundamental para el éxito uruguayo.

En el programa firmado con el FMI en junio de 2003, el Gobierno uruguayo se comprometía a mantener un superávit primario de más de 3% del PIB entre 2003 y 2005 y de 4% en el mediano plazo. En la práctica, el compromiso de elevados superávits primarios se extendió hasta 2008 y desde entonces la situación fiscal es mucho más equilibrada.

Además, Uruguay se comprometía a reducir totalmente los subsidios a los servicios públicos y a lograr una reforma tributaria (regresiva), con mayor peso del IVA y una mayor base imponible del impuesto a las ganancias. Otro compromiso giraba en torno a la reforma jubilatoria de regímenes particulares (policías, militares y empleados bancarios).

Argentina y las condiciones internacionales actuales ¿Cuáles son las condiciones internacionales que permitirían a Argentina seguir el mismo camino que Uruguay? Las tasas de interés están en baja, acercándose al 0% y aseguran liquidez internacional en el corto plazo. Esta situación es asimilable a la de 2003.

Con respecto a los precios de las exportaciones, la situación no es tan parecida, aunque tampoco opuesta. Hoy, los precios internacionales se encuentran en una situación intermedia, alejados de máximos y mínimos de años recientes. No se proyecta una tendencia clara y las disputas comerciales entre EE.UU. y China traen mayor incertidumbre.

En otros momentos históricos de disputa hegemónica se abrieron posibilidades al país, pero de ahí a asegurar que enfrentaremos un contexto favorable hay mucha diferencia. Con un entorno negativo, la deuda podría volverse rápidamente insustentable o el país requerir de mayor financiamiento.

Argentina y las condiciones internas actuales Toda negociación por la deuda refiere en última instancia a la discusión por la distribución del ingreso y la riqueza. Se define como se deberá repartir la producción presente y futura entre las nuevas y las viejas generaciones; entre argentinos y extranjeros; entre acreedores financieros y acreedores naturales del Estado (niñez, jubilados, empleados públicos, proveedores, etcétera).

Surge entonces la pregunta sobre si las condiciones internas, sociales y económicas, permiten una salida a la uruguaya. La sociedad argentina ha sido fuertemente pauperizada en los últimos dos años, sufriendo el deterioro de sus ingresos y de la calidad de los bienes públicos provistos por el estado. La actividad económica está frenada hace años, con el aparato económico funcionando a la mitad de sus posibilidades, capacidad ociosa en todos los sectores industriales y una tasa de inversión muy deprimida. Estas situaciones recomendarían de manera lógica la necesidad de un impulso fiscal contracíclico.

Además, las necesidades de divisas del cronograma reperfilado seguirían siendo elevadas, no pudiendo descartar la necesidad de nuevo financiamiento y de elevar la carga tributaria, opciones que son contrarias a los objetivos de disminuir el peso de la deuda y fomentar la actividad. El nuevo financiamiento puede provenir del FMI, del mercado (en condiciones inciertas), de China y/o del BCRA. Cada alternativa tiene pros y contras.

Si el Gobierno y los acreedores privados logran un acuerdo, se descuenta que el FMI se sumaría al mismo. A la posibilidad de desembolsar los últimos U$S 13.000 millones del stand-by vigente, se agrega la chance de acceder a financiamiento excepcional. Esto aseguraría la injerencia del FMI en las decisiones económicas argentinas por largo tiempo. Pareciera que el reperfilamiento es una apuesta a destrabar rápido la situación financiera para movilizar el sector productivo. Esta apuesta está sustentada principalmente en la potencialidad de Vaca Muerta y el sector agropecuario.

Depende en buena medida de los precios de exportación y, si resulta equivocada, el costo a pagar es obedecer al Fondo.

Propuestas que impliquen quitas llevarían más tiempo de negociación con los acreedores, podrían no lograr acuerdos y demandarían un mayor esfuerzo en los Tribunales, pero podrían ser una solución más consistente para el desarrollo argentino en el largo plazo.

La historia nos dice que la mayoría de las reestructuraciones llegan demasiado tarde y son demasiado pequeñas. Si este fuera el caso, Argentina podría vivir los años 2020 como otra década perdida bajo la tutela del FMI.

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