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Grandes avances de la humanidad: segunda parte

Vivimos en un mundo en el que las ideas, la tecnología y el capital pueden moverse rápidamente de un lugar a otro, y en el que el número de países abiertos a innovaciones extranjeras es cada vez mayor

23 septiembre de 2019

Por Sebastián Galiani Profesor de la Universidad de Maryland y la Universidad Torcuato Di Tella

De acuerdo al historiador Johan Norberg, autor de “Grandes Avances de la Humanidad” (2018), la gran historia de nuestra era es que somos testigos de la mayor mejora de los niveles de vida mundiales que jamás se haya producido. Siguiendo el libro de Norberg, en la primera parte de este artículo repasamos algunos de los principales triunfos que la humanidad ha conquistado en la historia reciente. En esta segunda parte continuamos con esa tarea.

Medio ambiente

El desarrollo económico no es gratuito en términos ambientales. Las emisiones asociadas al incremento de la producción han contaminado el aire, los ríos, los lagos y nuestros pulmones. La expansión de la agricultura y el uso de fertilizantes crearon zonas muertas en lagos y océanos; y la quema de combustibles fósiles contribuye al calentamiento global.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la cuestión ambiental comenzó a formar parte de la agenda pública en los países ricos. Por ese entonces, las perspectivas eran terribles. En base a proyecciones de las tendencias históricas, se pronosticaban grandes desastres ecológicos como la desaparición de los bosques y la extinción de la mayor parte de las especies animales. Aunque aún tenemos problemas ambientales enormes, estos desastres no se han materializado. De hecho, durante las últimas décadas los países desarrollados han comenzado a revertir el daño realizado previamente. En estos, las emisiones totales de los principales contaminantes del aire han caído enormemente, se han recuperado ríos y lagos altamente contaminados y el área forestal ha crecido de forma sostenida. A nivel mundial, la cantidad de petróleo derramado en los océanos se redujo 99% entre 1970 y 2014 y el porcentaje de la superficie terrestre alcanzado por áreas protegidas pasó del 8,5% al 14,3% entre 1990 y 2013. Estas mejoras no se han dado por casualidad. Al aumentar la riqueza y decaer la intensidad con la que se manifestaban problemas más urgentes como el hambre o la enfermedad, la población empezó a preocuparse por el ambiente y a actuar en consecuencia. Junto a esto, el progreso tecnológico ha permitido reducir el impacto medioambiental de la producción y el transporte.

Al mismo tiempo, es cierto que en muchos países de ingresos bajos y medios la situación ambiental ha empeorado, y es de esperar que esta cuestión siga sin ser una de sus principales prioridades mientras deban lidiar con problemas más urgentes. Por ello resulta afortunado que hoy en día los países pobres tengan la posibilidad de aprender de los errores cometidos por los países ricos y puedan utilizar las tecnologías verdes que estos han desarrollado. Gracias a esto, los daños ambientales pueden ser reparados en etapas del desarrollo cada vez más tempranas.

Libertad e igualdad

La lucha por la división de los poderes del Estado y el sometimiento de los gobernantes a las leyes y la voluntad popular ha sido larga y tortuosa. A pesar de que la Revolución Gloriosa de Inglaterra en 1688 y la independencia de Estados Unidos en 1766 instauraron gobiernos limitados por los derechos individuales y el control parlamentario, hacia 1900 aún no había democracias reales, en las que todos los hombres y mujeres pudieran votar. Durante el Siglo XX, sin embargo, el proceso de emancipación se aceleró. En poco más de un siglo, noventa y nueve países adoptaron gobiernos democráticos, y el 52% de la población mundial ha pasado a vivir en democracias electorales, aunque no siempre liberales.

La difusión de la democracia es uno de los logros más significativos de nuestra época, pero nada garantiza que en los países democráticos todas las personas tengan los mismos derechos. En países en los que la población tiene opiniones iliberales, los gobiernos democráticos pueden ser tan opresores como los autocráticos. Pese a esto, la democracia ha tendido a desarrollarse al unísono con el respeto por los derechos individuales. Este proceso ha sido largo y complejo, pero tres ejemplos pueden ayudarnos a ilustrarlo. Entre 1950 y 2003, el porcentaje de estados del mundo en los que regían políticas de discriminación económica contra al menos un grupo étnico cayó del 32% al 14%. Las mujeres, que en el 1900 solo podían votar en Nueva Zelanda, solo se encuentran excluidas del proceso electoral en el Vaticano y Arabia Saudita y, en el mismo período, las relaciones homosexuales han pasado de estar prohibidas en casi todas partes a ser en legales en alrededor de 113 países. Debido a que las fuerzas que han contribuido a que la Humanidad se hiciera más tolerante ? como el aumento de la riqueza, la urbanización, la educación y la mayor visibilidad ? continúan operando, es esperable que los colectivos oprimidos sigan conquistando derechos en los años por venir.

Trabajo infantil

Se suele creer que el trabajo infantil surgió con la Revolución Industrial, pero esto no es así. Por el contrario, fue en la Europa industrializada del Siglo XIX cuando la crítica generalizada al trabajo infantil apareció por primera vez. Hasta ese entonces, éste era visto como algo natural en todas las sociedades. Dado que las familias no podían sobrevivir sin que los niños trabajaran, estos debían ayudar a sus padres. Con frecuencia, las tareas que realizaban impedían su desarrollo intelectual o los alejaban de sus familias por períodos prolongados.

Con la industrialización, los salarios comenzaron a crecer, y los padres dejaron de depender tanto del trabajo de sus hijos. Además, la mecanización de los trabajos industriales, aumentó la demanda de adultos calificados y redujo la demanda de trabajo infantil. Debido a estos cambios, pasó a ser redituable que los niños estudiaran en lugar de trabajar y, junto a ello, se comenzó a pensar al trabajo infantil como un problema. Entre 1851 y 1911, el porcentaje de niños ingleses y galeses de entre 10 y 14 años que trabajaban regularmente bajó del 28% al 14%. Poco después, el trabajo infantil desaparecería por completo en estos países.

A medida que los países en desarrollo se incorporan a las redes del comercio global, este proceso se repite alrededor del mundo. Entre 1950 y 1995, la prevalencia del trabajo infantil para la población de 10 a 14 años cayó del 27,6% al 13%. Para los niños de entre 5 y 17 años, la prevalencia del trabajo infantil bajó del 16% al 10,6% entre el 2000 y 2012.

Alfabetización

La capacidad de leer y escribir es una de las habilidades más importantes. Nos permite incorporar otras habilidades, entrar en contacto con las ideas de los demás y ser ciudadanos activos e informados. De acuerdo a la evidencia disponible, reduce la pobreza y tiene una fuerte influencia sobre la salud.

Hace doscientos años, solo sabía leer y escribir el 12% de la población mundial. En 1940, el 40%, y en 2010 el 83%. El progreso ha sido notable, y el futuro luce mejor, ya que la mayor parte de las personas no alfabetizadas es adulta: entre los jóvenes, la tasa de alfabetización es del 91%.

En el norte de Europa y América del Norte, la alfabetización tendió a preceder a los sistemas escolares estatales. En el resto del mundo, está ligada al crecimiento de los niveles de escolaridad formal. En 1900, el porcentaje de la población mundial que había recibido una educación básica era del 33%. Entre 1980 y 2010, pasó del 63% al 81%. Tan pronto como los ingresos económicos aumentan, los estados comienzan a ampliar la oferta educativa y los padres sacan a los niños del trabajo para mandarlos a la escuela.

¿Qué nos depara el futuro?

De acuerdo a Norberg, no hay que dar por sentado el progreso. Existen fuerzas a las que el cambio les aterra o les resulta inconveniente, y que por ello ponen en riesgo la continuidad de las libertades individuales, la globalización y el progreso científicotecnológico, que son los pilares del desarrollo. Dictaduras del mundo buscan evitar que sus poblaciones accedan a la educación y coartan los derechos individuales. Populistas de derecha e izquierda explotan nuestro miedo y nuestros instintos tribales para llegar al poder, prometiéndonos volver a “tiempos mejores” mediante la aplicación de políticas como el bloqueo de las importaciones o la expulsión de los inmigrantes. A veces, sus esfuerzos son exitosos.

A pesar de esto, Norberg y yo somos optimistas. Vivimos en un mundo en el que las ideas, la tecnología y el capital pueden moverse rápidamente de un lugar a otro, y en el que el número de países abiertos a innovaciones extranjeras es cada vez mayor. Las fuerzas retrógradas podrán obstruir el avance en contextos puntuales, pero difícilmente logren detener la marcha del progreso a nivel global.

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