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Un sistema de “suma cero”

Elementos de la ciencia política para pensar la polarización. De los adversarios a los enemigos, lejos del ideal republicano. Los consensos necesarios para superar la grieta.

23 agosto de 2019

Por Sandra Choroszczucha Politóloga

Giovanni Sartori sostiene que “cuando la palabra parte se convierte en partido disponemos pues de un término que está sometido a dos atracciones semánticas opuestas: por una parte, la derivación de partire, dividir, y por la otra, la asociación con participar y, en consecuencia, con compartir”.

Tres premisas giran alrededor de la importancia de los partidos políticos en un tipo de régimen democrático. La primera es que los partidos no son facciones, la segunda afirma que un partido es parte de un todo, la tercera define a los partidos como conductos de expresión.

Según Sartori, es importante considerar la cantidad de partidos en un sistema político. Por un lado, porque el número de partidos manifiesta en qué medida el poder político se encuentra fragmentado o no. El número de partidos también influye en las posibles corrientes de interacción que intervienen, así, dos partidos no permitirían más que una sola corriente de interacción mutua, tres partidos permitirían tres, cuatro partidos seis, y así sucesivamente.

Al mismo tiempo, se vuelve fundamental entender “qué partidos importan”, es decir cuales tienen fuerza en el esquema del sistema de partidos en su totalidad.

Lo primero que puede definir la fuerza de un partido, su relevancia, es su fuerza electoral. Incluso un partido puede ser pequeño, pero contar con una fuerza considerable al ser un partido con grandes chances en las negociaciones para integrar una coalición.

A continuación se hará referencia a los sistemas de partidos competitivos y dentro de éstos a los que están conformados por más de un partido político.

El primer sistema de partidos que podemos identificar dentro de la categoría de competitivos, es el sistema de partidos de pluralismo polarizado. Este tipo de sistema requiere una cantidad de partidos numerosa (cinco o seis partidos de relevancia, capaces de afectar el juego político a través de posibles coaliciones con otros partidos).

Tal sistema de partidos se caracteriza por la presencia de partidos antisistema, es decir partidos que amenazan al régimen.

El sistema de pluralismo polarizado se reconoce como multipolar, debido a que existe un centro que debe competir al mismo tiempo con la izquierda y la derecha del espectro partidario. Y al estar ocupado el centro, se suelen estimular los impulsos centrífugos y desmotivar la competencia centrípeta.

La tendencia suele ser el debilitamiento del centro a favor de los extremos. De tal manera, en este tipo de sistema, la ausencia de moderación y el extremismo suelen prevalecer.

Un segundo tipo de sistema de partidos también puede ubicarse dentro de la categoría “pluralista”, sin embargo se refiere a un tipo de pluralismo moderado.

La estructura del pluralismo moderado suele ser bipolar. Sin embargo en lugar de presentarse una competencia entre dos partidos, se presenta una competencia entre algún tipo de coalición. Al establecerse la posibilidad de gobiernos de coalición, los partidos relevantes que conforman el sistema deben ser por los menos tres.

A la hora de interpretar el comportamiento del sistema partidario, identificamos mínimos consensos y máximos conflictos.

Así, el esquema del pluralismo moderado suele ser bipolar, aunque bajo esta nueva configuración compite algún tipo de coalición partidaria.

En un sistema de partidos de pluralismo moderado el tipo de competencia se vuelve centrípeta y su orientación moderada.

Un tercer tipo de sistema de partidos es el llamado sistema bipartista, y este sistema implica la presencia de dos partidos que compiten en última instancia por la mayoría absoluta, que se encuentra al alcance de cualquiera de éstos.

Así, bajo un tipo de sistema bipartidista, la alternancia en el poder se presenta como fundamental, y la alternancia implica que el margen entre los dos partidos que compiten es pequeño, o al menos que el partido opositor cuenta también con chances de llegar a ser gobierno.

Bajo el modelo bipartidista, los partidos compiten de forma centrípeta, reduciendo de tal modo las divisiones y logrando mayor moderación.

Así, a partir de lo observado, puede considerarse que existen dos sistemas, dentro de los sistemas competitivos, que pueden lograr una interacción donde una fuerza centrípeta modera posiciones y reduce conflictos: el sistema de pluralismo moderado o el sistema bipartidista.

Cabría identificar el caso argentino encuadrado bajo alguno de estos dos tipos de sistema; así, dos partidos o dos coaliciones suelen competir en elecciones y cuentan con chances de ser gobierno.

Sin embargo, a la hora de interpretar el comportamiento del sistema partidario argentino, frecuentemente podemos identificar mínimos consensos y máximos conflictos.

Una pregunta sigue vigente: ¿acaso los inevitables conflictos no deberían convivir con los fantásticos consensos?

En un sistema partidario como el argentino, las fuerzas centrípetas sin duda predominan, así cada fuerza intenta captar votos de su contrincante electoral, lo cual moviliza ideas y propuestas hacia el centro. El ideal republicano.

Sin embargo, en Argentina el esquema bipartidista o de pluralismo moderado viene generando sin pausa agitación, violencia y ausencia absoluta de mesura.

La moderación no prevalece y el ideal republicano sigue postergándose.

De tal modo, dos fuerzas se disputan el poder en una suerte de juego “suma cero”, donde el que gana pretende y muchas veces logra, anular agresivamente al oponente.

La cultura política argentina no colabora en este asunto; el esquema amigo/ enemigo nos acompaña desde los inicios de la nación Argentina, y esto no parece querer transmutar.

La actual grieta grafica este esquema altamente nocivo y lo potencia; de tal manera, dos fuerzas se enfrentan como archienemigas y no como simples adversarias políticas.

Una pregunta sigue vigente, tal vez con más fuerza que nunca.

¿Acaso los inevitables conflictos no deberían convivir con los fantásticos consensos?

Al fin y al cabo de eso se trata la República.

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