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Nuevas competencias del líder para lograr el crecimiento e innovar

06 agosto de 2019

Por Jorge Cámpora Director de la Especialización en Liderazgo y Desarrollo Personal de la Universidad del Salvador

Sabemos que vivimos en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo en el cual los líderes deben poseer una aguda visión crítica de la realidad, ante el avance silencioso y arrollador de la inteligencia artificial, la robótica  y la hipertecnología. La innovación que transforma de manera disruptiva el presente y el futuro, podrá exponer a la sociedad, tal como lo anticipó Yuval Noah Harari, a desigualdades biológicas, que dividirán a superhumanos con mejoras físicas y cognitivas, con homo sapiens inútiles y descartables por su falta de relevancia económica.

Abunda la información sobre las competencias de gestión de todo líder. Sin embargo, ante estos nuevos escenarios, es ineludible reinterpretarlas con mayor frecuencia, para comprender en su verdadera dimensión, su influencia en el desarrollo de todo ser humano, en la transformación del trabajo y consecuentemente el contexto social.

Como es natural, nadie puede liderar a los demás si no es capaz de liderarse a sí mismo. Debido a ello, poniendo en práctica una mayor capacidad de autotrascendencia, cada persona puede elegir innovarse a sí misma en cada instante para crecer y anticiparse a los tiempos nuevos.

Son muchos quienes creen que pueden liderar a un grupo humano o a una organización. Pero difícilmente podrán hacerlo si las personas que las integran no se sienten convocadas para ser parte de la visión, la contención y el propósito del líder sustentado en el bien común.

En ese contexto tiempo atrás, el expresidente de Estados Unidos Barack Obama opinó sobre la importancia de las organizaciones horizontales para lograr mejorar el trabajo en equipo, afirmando que muy poca gente consigue grandes cosas por sí sola y puso como ejemplo las dificultades de la Selección Argentina para ganar títulos mundiales a pesar de contar con un jugador maravilloso como Lionel Messi.

Y en esa línea de pensamiento, comprendiendo el rol protagónico del líder y el esfuerzo de su tarea titánica por procurar el bien común, destaco la mirada que hace más de cuatrocientos cincuenta años expuso San Ignacio de Loyola, cuando afirmó “Alcanza la excelencia y compártela”.

Compartir, una simple palabra difícil de observar en la práctica, en una sociedad definida con precisión por Zygmunt Bauman, con mentes adormecidas por el altruismo desde el sofá, caracterizada por el fin del compromiso por el resto de los seres humanos, que no logra comprender la imposibilidad de un desarrollo justo y sustentable, enmarcada en el individualismo la desconfianza y la confrontación sin fin.

Ante estos nuevos horizontes, una de las particularidades esenciales de todo líder deberá ser promover y concretar sus metas a partir de la mejora de cada ser humano, acompañándolas incluso en sus procesos de desarrollo personal, motivando y muy especialmente inspirando desde sus propios comportamientos, el despertar de los talentos de cada persona.

Para ello, en las organizaciones horizontales del mañana, será necesario desarrollar nuevas habilidades de gestión, entre tantas otras:

Definir una clara visión inspiradora sustentada en un propósito trascendente.

Gestionar las metas y los procesos procurando el bien común.

Generar ámbitos de trabajo colaborativos y confiables, especialmente forjados en el desapego y la valoración del éxito de procesos.

Aplicar competencias comunicacionales y emocionales en la gestión de las personas, muy especialmente ante el desafío de empoderar a los demás.

Procurar una mente abierta al aprendizaje y a la comprensión anticipatoria de los nuevos desafíos.

Asumir la responsabilidad desde la humildad.

Vivir el heroísmo como una posibilidad de gestión, en especial, en oportunidades de atravesar las noches oscuras de la organización, tras la búsqueda de la resiliencia.

Comprender la integridad como un estilo de vida, siendo conscientes de la influencia que los haceres personales generan en el contexto.

Muchas veces me preguntan de qué manera podemos responder al cambio. Mi visión al respecto es que debemos prepararnos para “anticiparnos” al cambio y más allá de los saberes profesionales específicos por alcanzar, será primordial incorporar competencias genéricas o transversales, fundacionales de las organizaciones horizontales que lograrán trascender a los tiempos con efectividad, resignificando la riqueza de la diversidad y las infinitas posibilidades que poseen todos los seres humanos.

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