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Un sistema financiero profundo

Argentina está dando pasos firmes para construir un sistema financiero que, además de confiable, sea profundo

01 julio de 2019

Por Juan Curutchet Presidente del Banco Provincia (*)

El sistema financiero argentino tiene dos características distintivas: es pequeño, básicamente alimentado por el dinero transaccional y, por otro lado, es sumamente sólido, tal como lo demostró durante la última crisis cambiaria.

A diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, la participación del sistema financiero en la economía es muy baja. La relación préstamos privados sobre PIB es inferior a 15%, una cifra muy menor comparada con el 112% de Chile o el 60% de Brasil o incluso del 65% que exhibe Bolivia, según los datos del Banco Mundial.

Ese escenario es consecuencia de décadas de persistente maltrato a los ahorristas, con tasas de interés negativas; devaluaciones sistemáticas derivadas de políticas fiscales desaprensivas y hasta episodios esporádicos de incautación de depósitos.

A raíz de este historial, los argentinos tienen una relación meramente transaccional con el sistema financiero, en el que mantienen en su gran mayoría el dinero necesario para los gastos del mes pero concentran sus ahorros en dólares o en ladrillos.

La consecuencia de esa baja profundidad del sistema financiero es la falta de un mercado de capitales robusto que redunda en una baja capacidad prestable para financiamiento de largo plazo.

Como contrapartida, ese tamaño reducido y una serie regulaciones que se vienen implementando desde la crisis de 2001, le han dado al sistema financiero una solidez sin precedentes para la historia moderna argentina.

Argentina está dando pasos firmes para construir un sistema financiero que, además de confiable, sea profundo.

De hecho, en la última crisis cambiaria que se originó a mediados de 2018 en buena medida a raíz del cambio de las condiciones de financiamiento de mercado internacional, los depósitos del sistema financiero no solo no cayeron, sino que crecieron tanto en pesos como en dólares.

Estoy convencido de que Argentina está dando pasos firmes para revertir ese escenario y construir un sistema financiero que, además de confiable, sea profundo y se dedique a lo que hacen los bancos en el resto de los países del mundo: tomar depósitos a tasas razonables para los ahorristas y prestar al sector privado, empresas y familias.

El acuerdo parlamentario que devino en la Ley de Déficit Cero implica un paso trascendental en esa dirección. El déficit fiscal crónico nos ha llevado por décadas a desvalorizar nuestra moneda nacional, que es pieza fundamental para un sistema financiero profundo.

El Ministerio de Economía reveló recientemente que el resultado fiscal de mayo fue el mayor superávit en términos reales de los últimos 8 años, con $26.000 millones.

Los resultados de esa y otras medidas comienzan a verse. La inflación profundiza su tendencia descendente y hay también señales a la baja de la tasa de interés. Pero un cambio de semejantes proporciones tomará tiempo.

En 2015, durante la administración anterior, el Banco Provincia ofreció la increíble cifra de apenas 315 créditos hipotecarios. A partir del surgimiento del sistema UVA que permite celebrar contratos de largo plazo en economías afectadas por la inflación pudimos apoyar el esfuerzo de decenas de miles de bonaerenses para llegar a la casa propia.

La devaluación corrió el arco para los compradores, pero el sistema probó su fortaleza y salvo algunos casos puntuales, que atendimos con la flexibilidad que debe tener la banca pública, está listo para recuperar el protagonismo que exhibió antes de la crisis cambiaria.

Hoy el sistema financiero tiene además unos US$ 15.000 millones ociosos disponibles para financiamiento de largo plazo a tasas muy razonables para proyectos vinculados a la cadena exportadora.

De hecho, durante buena parte de 2017 y en los primeros meses de 2018 el sistema financiero mostró una expansión en términos reales cercana al 25% interanual.

A diferencia de las crisis previas en las que el impacto había minado la capacidad prestable de los bancos, el sistema está pronto para impulsar el desarrollo de los argentinos. Pero la aplicación de las reformas requiere de tiempo.

Estoy convencido de que somos mayoría los argentinos que queremos vivir en un país con un Estado de Derecho pleno y democrático. Un país abierto al mundo de manera inteligente, con estadísticas serias, cimentado sobre el respeto a la libertad de poderes, la independencia de la Justicia y la libertad de expresión.

Y no tengo dudas de que esa mayoría que se expresará en las urnas permitirá sentar las bases también para un sistema financiero más profundo, con financiamiento para las Pymes, crédito hipotecario y un circulo virtuoso de inversión, empleo y crecimiento.

(*) También preside la Asociación Latinoamericana de Instituciones Financieras para el Desarrollo (ALIDE)

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