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Mojada de oreja y anticipos fríos de una relación posible

Alejandro Radonjic 05 julio de 2019

Por Alejandro Radonjic

No hay que ser un avezado exégeta de la geopolítica regional para anticipar potenciales obstáculos entre Argentina y Brasil?si se dan ciertos resultados electorales por estos pagos en octubre.

Los insumos de ayer invitan a pensar eso, y quizás más, a la luz de esa contingencia prospectiva, pero no muy lejana: el 10 de diciembre, Alberto Fernández puede llegar a asumir la Presidencia de Argentina y tener, como contraparte de nuestro socio más importante, nada menos que a Jair Messías Bolsonaro.

La tensión discreta entre el bolsonarismo y el kirchnerismo subió otro escalón. Alberto estuvo en la cárcel de Curitiba visitando a su preso más célebre: Lula. Fue una mojada de oreja a Bolsonaro y, según algunas fuentes diplomáticas sondeadas por El Economista, algo más que eso. “Fue una intromisión inapropiada y una muy mala idea”, dijo uno con conocimiento de causa.

Sus declaraciones posteriores tampoco fueron inocentes. “No duda de la inocencia de Lula y tiene todo el derecho de estar en libertad. La detención de Lula es una mácula al Estado de Derecho y me preocupa que estas cosas pasen en el continente. Esperemos que la detención termine cuanto antes. Brasil no merece tener una mancha como la que significa tener a Lula preso”, dijo Alberto, luego de la cumbre carcelaria, y flanqueado por el factótum del mismo: el excanciller Celso Amorim. Por si fuera poco, dijo que “si el acuerdo (con la UE) es lo que suponemos, vamos a tener que revisarlo”.

Bajando un poco más el tono, concluyó: “No tenemos ninguna otra posibilidad que estar bien con Brasil, su pueblo eligió un Presidente y lo respeto”. Por último, dijo: “No le voy a contestar a Bolsonaro, pero que siga hablando mal que no sabe el favor que me hace”.

https://twitter.com/alferdez/status/1146936962600882176

El que tiró la primera piedra, sin embargo, fue el propio Bolsonaro, que dijo que se debía hacer todo lo posible para frenar el regreso de Cristina en Argentina para evitar otra Venezuela en la región. Y no solo una vez.

“El viaje de Alberto no es otra cosa que una devolución de favores a la intromisión de Bolsonaro haciendo campaña por Macri”, dice Rubén Manasés Achdjian (Tramas & Tendencias), minimizando tensiones a futuro de una eventual relación. “En una relación diplomática de más de 200 años y fuertemente consolidada en los últimos 25”, agrega ante El Economista.

Un poco más escéptico es el analista Tomás Múgica. “Sería una relación difícil, sin duda. Dicho eso, el carácter de la misma dependería mucho del grado de autonomía que Alberto logre en relación a Cristina. A mayor autonomía, mejor relación. En cuanto a la visita a Lula, al igual que la realizada a Pepe Mujica, aunque no niego que expresen convicciones sinceras de Alberto, también me parecen gestos hacia el interior de su coalición y tienen que ver con consolidar su identidad como candidato de ese espacio”, dijo.

“Habrá un intento de llevar buenas relaciones, pero también una diferenciación por las expresiones corrosivas e inapropiadas de Bolsonaro (contra Cristina). Si bien ya sucedía con el PT, no ocurría con estos niveles de agresividad”, dice Julio Burdman (Observatorio Electoral Consultores) y recuerda los apoyos “lulistas” a diversos mandatarios del Cono Sur en los 2000. “La relación, si gana Alberto, va a ser fría, excepto que Bolsonaro haga una disculpa pública”, agrega.

Pero el tema central es la falta de coincidencias en la agenda programática porque las diferencias políticas (existentes y forzadas), las estéticas y las discursivas, así como la falta de “feeling” entre ambos, tenderán a encauzarse o disimularse. Pese a los temperamentos tropicales del líder brasileño, ambos son políticos y no sacarán réditos de tensar la cuerda. Más allá de las necesidades de uno y otro y el hecho de que Cristina es impopular en Brasil y Bolsonaro en Argentina, como describe el politólogo Ignacio Pirotta.

El riesgo, más bien, es que el vínculo bilateral se congele, se limite a lo formal y no suba un escalón. Sobre todo, en el tema del momento: las negociaciones internacionales del Mercosur, que parecen haberse acelerado tras el acuerdo con la UE. “Allí parecen no haber coincidencias”, dice Múgica. Esa agenda aperturista pueden enfriarse si Alberto asume y empantanar otros capítulos del vínculo.

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