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Detrás de la Teoría de las Ventajas Comparativas

10 julio de 2019

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Puede un país que abre su economía quedarse “sin producir nada”? La Teoría de las Ventajas Comparativas (TVC) responde enfáticamente que no. Un ejemplo casero permite capturar la idea principal de este argumento, y también sus supuestos. Maura y Cristian son una pareja feliz.

Maura es una abogada exitosa y gana mucho dinero por hora trabajada. Dedicaría una mayor parte de su tiempo a su profesión si no fuera porque Cristian, que trabaja part-time publicando notas de coyuntura por poca plata, no fuera tan poco efectivo con las tareas del hogar. Un día, tras el proverbial “tenemos que hablar”, la pareja llega a un acuerdo. Sin demasiado entusiasmo, Maura dejaría a cargo de Cristian la limpieza de la casa para dedicar más tiempo a sus clientes, y Cristian relegaría algunas notas periodísticas para cumplir con el mantenimiento. Las cuentas lo justifican: Maura traería más plata a casa que Cristian, y ambos compartirían esas ganancias netas.

Y ya estamos. Esta es la esencia de la TVC. Del ejemplo surgen dos conclusiones. Una es que pese a que Cristian es menos productivo que Maura en ambas tareas (las profesionales y las del hogar), igual tiene algo para hacer. Otra son los beneficios familiares netos obtenidos gracias al “intercambio” de horas de trabajo. Maura se especializa en su profesión y Cristian en mantener el hogar. Lo que presentamos aquí como un acuerdo amistoso, en realidad, a nivel de países sucede debido a las presiones competitivas del libre comercio, que obligan a especializarse. Ahora, ¿puede el lector identificar los supuestos involucrados en el análisis? Veamos algunos de ellos.

El más evidente es que Cristian acepta relegar horas dedicadas a sus notas por una tarea que quizás no disfruta tanto. Maura pasaría a dedicar más tiempo a la profesión que eligió y seguramente le da las mayores satisfacciones. Pero esto es especulativo, no conocemos las preferencias de esta familia. Quizás haya países que disfruten de trabajar en actividades primarias mientras otros se dedican a la ciencia. O quizás no?

Maura es sin duda quien más gana con este intercambio de horas, pero como buena pareja que es, acepta compartir equitativamente los beneficios. Eso sí, más le vale a Cristian no separarse. Perder contactos en los medios hoy puede ser un problema si necesita en el futuro nuevos empleos. Dedicarse a tareas de baja productividad tampoco es muy provechoso, pues al dedicar menos horas a su profesión la calidad de su trabajo puede sufrir. Maura, mientras tanto, gana clientes y prestigio gracias a su dedicación full-time, lo que le augura con mayor probabilidad un futuro brillante. Las naciones que terminan especializándose en tareas de mayor productividad actual y futura pueden beneficiarse más del libre-comercio. Y las naciones más desarrolladas suelen ser las que tienen mayores posibilidades de especializarse en estas tareas porque “empezaron antes” y llevan ventaja.

Otro supuesto implícito de importancia es que en la casa solo hay dos personas y están plenamente ocupadas. Pero supongamos que la pareja tiene una hija mayor con horas disponibles. Maura podría pagarle a ella por las tareas del hogar para liberar tiempo propio y de Cristian. Cristian debería ahora buscarse nuevos clientes a quienes venderle sus informes. Pero los medios son limitados y si la economía está en recesión, Cristian deberá resignarse a quedar subempleado. Si quiere retomar la actividad laboral, quizás hasta deba reconvertirse y cambiar de profesión. En términos de países, imaginemos las consecuencias de una acuerdo libre con China. Los chinos no necesitan especializarse, pues son muchos y producen de todo. Compiten en casi todos los frentes con extrema eficacia y están dispuestos a acumular muchas divisas antes de importar. Es muy difícil encontrar un “nicho” donde los chinos no brillen.

Volvamos entonces a la pregunta del inicio. Según este último ejemplo, ¿pueden algunos países “no producir nada” para comerciar? Ciertamente, las economías que gozan de ventajas productivas en recursos naturales como la nuestra producirán bienes primarios y podrán importar a cambio. Pero es perfectamente plausible que una economía no pueda producir nada con competitividad suficiente como para intercambiar. Son economías condenadas a vivir con lo propio, el progreso lento y el atraso relativo. Las economías no siempre “se cierran”, a veces simplemente no tienen qué exportar, y por ende no logran comerciar. Lo que debe evitarse es que el librecomercio sin políticas preventivas pueda eventualmente acelerar este proceso.

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