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Una jugada, varias lecturas

20 mayo de 2019

Por Juan Radonjic 

Tal vez haya que esperar una nueva versión, corregida y ampliada, de “Sinceramente” para conocer las razones que llevaron a Cristina Kirchner a proponer a Alberto Fernández como candidato a Presidente y reservarse para ella el segundo lugar.

Hasta tanto, habrá que manejarse con el análisis político. Con su decisión, Cristina intenta potenciar la oferta electoral de su espacio suponiendo que conservará su núcleo duro de apoyo pero que Fernández le permite subir el techo porque es una figura menos conflictiva, con capacidad de diálogo con distintos sectores y que no tiene que enfrentar juicios.

Esto lleva a concluir que Cristina pensaba que podía perder las elecciones (el kirchnerismo fue derrotado en las últimas tres, vale recordar) y que su estrategia no podía limitarse a esperar que los votos le llegasen como consecuencia del deterioro de la situación económica. Había, por lo tanto, que ofrecer algo más.

Los destinatarios de la jugada son los sectores del peronismo federal que todavía no han definido siquiera el mecanismo para definir al candidato del espacio. En las recientes elecciones provinciales el peronismo federal obtuvo varios triunfos y de allí el atractivo que sus votos ejercen para otros espacios. En el kirchnerismo creen que con esta decisión sumarán algunos puntos en las primarias.

Pero en el Gobierno consideran que fue un paso equivocado dado que la centralidad que mantendrá Cristina hará que el techo no suba mientras que el piso puede ablandarse por el descontento con Fernández de los sectores ultrakirchneristas. Aunque tampoco tienen un lugar a dónde irse.

Una segunda lectura de la jugada de la expresidenta es que apuntó a la gobernabilidad durante el próximo turno presidencial. Las condiciones políticas internas y externas en las cuales gobernaría el kirchnerismo serían distintas a las existentes en sus tres mandatos anteriores. No dispondría de mayorías en el Congreso y por lo tanto para llevar adelante sus iniciativas debería acordar con otros bloques, lo que no fue su práctica habitual. Algunos de los que definen adversarios, como el Grupo Clarín, tiene mucho más poder ahora que en 2015. A nivel regional, no contará con gobiernos afines y la relación con Estados Unidos, que es clave para cualquier renegociación con el FMI, deberá ser distina. Los recientes elogios de Cristina a la política industrial de Donald Trump no son suficientes frente a su relación con el chavismo que Washington considera inadmisible. ¿Le retirará Fernández el reconocimiento a Juan Guaidó? Frente a esos desafíos, se supone que es preferible un Presidente que no arrastre tantos conflictos del pasado, que tenga mayor predisposición al diálogo y otro estilo. La apuesta es clara.

Pero hay también sobre este punto hay otro visión. Porque los críticos de la iniciativa de Cristina consideran que se puede armar un esquema político potencialmente conflictivo en el futuro. Los antecedentes nos son favorables a las experiencias en las cuales el poder político formal lo detentaba una persona y el real, otra.

Mientras tanto, los distintos actores deberán posicionarse frente al nuevo escenario. La nueva fórmula exige una rápida respuesta del peronismo federal que tiene prevista una reunión el miércoles. El paso del tiempo le juega en contra porque la polarización electoral toma cada vez más fuerza.

Otra reacción que se espera es la de Sergio Massa, porque Cristina le dejó una puerta abierta al hacer referencia a que estaba dispuesta a competir en las PASO, algo inusual, pese a haber sido la mentora de ese mecanismo de selección de candidatos.

También entre los radicales hay dos lecturas con relación a la jugada de Cristina. Unos creen que hace más necesario ampliar Cambiemos y apuntan a figuras del peronismo federal porque creen que en esta condiciones Mauricio Macri no puede ser reelecto. Un sector del PRO, cuya cabeza más visible es Emilio Monzó, comparte esa posición.

Otro sector del radicalismo, mayoritario, interpreta a la jugada de Cristina como un gesto de debilidad porque se veía perdiendo y, por lo tanto, no debe apuntarse a la construcción de alianzas inviables y potencialmente conflictivas sino a fortalecer a Cambiemos y jerarquizar la presencia partidaria en la coalición.

En el Gobierno consideran que, en lo esencial, la dinámica electoral no cambió y que seguirán alimentado un escenario de confrontación con el kirchnerismo y esperando que la economía muestre, al menos, una leve mejoría.

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