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Tiempos de pobreza y pobreza de tiempo

02 mayo de 2019

Por Pablo Mira Docente e investigador de FCE-UBA

Existen múltiples dimensiones para estimar la pobreza, pero vale la pena distinguir al menos dos grandes conjuntos: la medida flujo y la medida stock. Ambas son importantes a la hora de entender la realidad de la población que vive en condiciones marginales.

La primera medida corresponde a la publicación semestral que calcula la pobreza de ingresos. Se trata de una variable que fluctúa con la relación de corto plazo entre salarios y monto de los planes sociales por un lado, y precios por el otro. En una economía con alta inestabilidad nominal como la nuestra, millones de personas alternan ingresando y saliendo de la pobreza debido a las fluctuaciones de precios, esencialmente determinadas por los movimientos cambiarios. Estos vaivenes reflejan de manera dramática la incertidumbre que rodea a las capas de menores ingresos, que viven al día y pendientes de lo que sucede en esferas de la macroeconomía que le son completamente ajenas.

La segunda medición corresponde a la pobreza estructural, caracterizada por el acceso a una vivienda digna y a servicios básicos como la educación, la salud, el transporte, el agua, el gas y la electricidad. A diferencia del anterior, este indicador no fluctúa con tanta rapidez y representa mejor las tendencias de la pobreza, asociadas con la capacidad de generación de riqueza de mediano plazo de los hogares.

Pero estas medidas tradicionales no alcanzan para identificar toda la problemática que rodea a la pobreza. Una de ellas, relativamente poco conocida, refiere a la pobreza de tiempo, definida como el tiempo de ocio que queda disponible tras las horas destinadas al trabajo pagado y no pagado (como las tareas del hogar y de cuidado de niños). La ausencia de tiempo libre implica no solo una restricción a la libertad humana, sino que además puede tener efectos negativos sobre la salud, tanto físicos como psicológicos, y también sobre las relaciones sociales.

La pobreza de tiempo puede estimarse a partir del Módulo sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (EUT), implementado por el Indec durante el tercer trimestre de 2013. en la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU). Los resultados han sido analizados por la economista Analía Calero, que estableció a partir de los datos publicados las características principales de la población pobre de tiempo. Considerando que una semana tiene 168 horas y que se trabaja aproximadamente 55 horas a la semana, la mediana de tiempo libre es de 113 horas (lo que incluye las horas de sueño). En general, el límite de pobreza de tiempo se establece cuando la persona dispone de apenas el 60% del tiempo medio de ocio, es decir 68 horas libres por semana. Asumiendo que se duermen 7 horas al día, esto deja a este grupo con apenas 3 horas diarias como máximo para disponer libremente.

El trabajo de Calero enfatiza particularmente el sesgo de género que surgen de los datos. El porcentaje de mujeres con pobreza de tiempo prácticamente triplica al de los hombres, fundamentalmente porque son ellas las que se ocupan de las tareas no remuneradas relacionadas con el mantenimiento del hogar y el cuidado de los hijos y ancianos. Si se considera el trabajo remunerado y el no remunerado sumados, las mujeres adultas en edad activa trabajan en promedio 10 horas más a la semana que los varones.

Otro aspecto que investiga la economista es la relación entre pobreza de tiempo y otras variables y encuentra que, además de ser mujer, la mayor probabilidad de no contar con tiempo de ocio ocurre entre los 30 y 44 años, entre los menos educados, entre las “amas de casa”, y entre los asalariados no registrados. Tener hijos, naturalmente, también reduce el tiempo disponible.

La pobreza de tiempo afecta también a personas con alto nivel educativo, sobreocupados y asalariados registrados, pero estos casos suelen involucrar una elección voluntaria, a diferencia de los trabajadores de bajos salarios horarios, que deben compensar ingresos con jornadas laborales más extensas para evitar caer en la pobreza.

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