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Profilaxis

22 mayo de 2019

Por Daniel Montoya y Gonzalo Fernández Guasp

No pienses siempre en atacar, los movimientos que aseguran tu posición son siempre más prudentes”, es el mantra del maestro del ajedrez moderno, Aron Nimzowitsch. La idea de que el anuncio de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner consistió en patear el tablero de juego, está equivocada. La fórmula Fernández - Fernández, con ella como vicepresidenta, es uno de esos movimientos que, como sucede en las grandes partidas de ajedrez, muestran una estrategia preconcebida. En este caso: la implementación de un esquema profiláctico a la Nimzowitsch.

Anatoli Karpov, ajedrecista soviético que logró durante dieciséis años ser campeón mundial y quien tiene un doctorado en economía, quizá sea el máximo exponente de este tipo de juego que consiste básicamente en bloquear los planes del enemigo mediante una mejora en el posicionamiento propio. Una de las consecuencias deseadas de este estilo es la de obligar al oponente a transformar no sólo una estrategia agresiva en otra orientada hacia el empate, sino también la de afectarlo en el plano psicológico por la vía de la transformación del entorno. Llamativamente, el movimiento más ejemplar de los de este tipo es el de mover el peón que se encuentra frente a un rey que ha sido enrocado para darle una posibilidad de escape frente a un inminente jaque mate rival.

Así, el primer cisne negro de este año electoral debe entenderse como una jugada estratégicamente sorpresiva que puede ser enmarcada dentro de las reglas de la competencia electoral y, más puntualmente, como un intento de escape por arriba del laberinto de la grieta. Lo que es también la búsqueda de aislamiento del oficialismo, que deberá responder a la pregunta de cómo reaccionar frente a esto. ¿Buscará también ampliar su terreno o, como tiende a hacerse en tiempos de crisis, mantendrá su énfasis en la oposición a un pasado ficticio con el actual presidente a la cabeza? ¿Podrá mantener la comparación del principal frente opositor con un régimen dictatorial como el venezolano si su propuesta es ahora la de un diálogo amplio que incluya a varios sectores de la sociedad? Por otro lado, ¿Qué pasará con la “tercera vía”? Parte de su armado partidario, los socialistas, los radicales no cambiemitas y algunos gobernadores, tienen incentivos para negociar con el nuevo espacio. Esto explica que uno de sus representantes haya anticipado el lanzamiento de su candidatura.

Si bien falta un mes para el cierre de listas, algunas primeras reacciones parecerían mostrar la eficacia del nuevo armado electoral: Victoria Donda, Pino Solanas, Felipe Solá, Agustín Rossi, Héctor Daer, Domingo Peppo y Gustavo Bordet, entre otros, dieron su visto bueno. Desde hoy, las primeras tierras más allá de la grieta se encuentran bajo una bandera distinta y claramente opositora. También hay otro plano que se mantiene incierto: el de la demanda, que tanto en política como en economía, es decisivo. Para esto habrá que esperar primero a las encuestas, luego a la campaña y finalmente a las elecciones.

Pero el cambio de panorama no es producto sólo de una estrategia que busca estar más cercana al óptimo: es símbolo de los tiempos que atraviesa Argentina. La permanencia de una crisis profunda sin salida clara se refleja en la impotencia de los actores de los distintos grupos de poder que parecen haber entendido que el que no pacta, pierde y el que se fanatiza, muere. Por eso se implementa desde el centro del kirchnerismo la negación de la radicalización pasada. Lo que equivale, en sus efectos, a deshacer parte de lo transitado en la última década para volver a la política horizontalista (o si se quiere: herbívora) del mandato de Néstor Kirchner. La que fue, también, producto de una época en la que el horizonte parecía ausente.

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