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Inflación: pausa transitoria y futuro incierto

Héctor Rubini 16 mayo de 2019

Por Héctor Rubini USAL

El aumento del IPC de abril dio un alivio a las autoridades. Las proyecciones de público conocimiento oscilaban entre 3,5% y el 4,6%, en función del impacto esperable de la suba del tipo de cambio y los combustibles de la primera quincena del mes pasado.

Números y detalles

La baja de la inflación en abril a 3,4% que informó ayer el Indec muestra aspectos llamativos.

El determinante fundamental fue la abrupta desaceleración de la suba de los precios de alimentos y bebidas. En el caso de alimentos y bebidas no alcohólicas, la suba de abril (2,5%) fue inferior a la de marzo (6%) y la segunda más baja desde mayo de 2018. Los precios de bebidas alcohólicas mostraron un aumento de 1,1% en abril, marcadamente inferior al de marzo (4,1%), siendo también la segunda suba más baja desde mayo del año pasado. Dejando de lado la baja en el rubro educación por el aumento estacional de marzo (17,9%), el Indec informó bajas menores en la inflación mensual de los rubros prendas de vestir y calzado, comunicaciones, restaurantes y hoteles, bienes y servicios varios, y subas en la de vivienda, agua, electricidad y otros combustibles, equipamiento y mantenimiento del hogar, salud, transporte, recreación y cultura.

Si bien el número de abril es un alivio para las autoridades, está en niveles excesivamente altos: en un mes supera la inflación de buena parte de los países de nuestro continente, salvo Venezuela. Esto lo ha reconocido el presidente del BCRA en su conferencia de ayer, quien además rechazó, acertadamente, el errado diagnóstico de quienes han sostenido desde 2015 que las subas del tipo de cambio y las tarifas públicas no tienen impacto en la inflación. Sin embargo, su afirmación de que “la inflación ha retomado un sendero descendente” no parece tener correlato tan claro con los datos del Indec.

Si se toman los promedios móviles de 6 meses consecutivos de inflación mensual, hasta febrero superaba 4%, descendiendo a 3,8% en marzo y 3,4% en abril. Pero para el promedio móviles de cuatro meses, luego de caer a 3,1% en febrero, aumentó a 3,5% en marzo y a 3,7% en abril. Si se toma el promedio móvil trimestral de la inflación mensual, viene en inequívoca suba en 2019: 2,9% en enero, 3,1% en febrero, 3,8% en marzo y 4% en abril. La inflación interanual tampoco muestra un sendero auspicioso: superó 40% en septiembre pasado, luego se ubicó entre 45% y 48% en el cuarto trimestre del año pasado y viene en suba (y no en baja) desde fin de 2018: 49,3% en enero, 51,3% en febrero, 54,7% en marzo y 55,8% en abril.

La baja de la inflación parece explicarse por la destrucción de la demanda agregada y empleos provocada por el mantenimiento de tasas de interés exorbitantes. Al menos para los próximos meses no es totalmente claro que se puedan observar nuevas bajas de la inflación sin una mayor caída de la actividad económica y/o una nueva oleada de destrucción de vacantes laborales. Aun así, es muy difícil para gran parte de las empresas (y no sólo las pymes) desacelerar las subas de precios en curso, cuando la presión tributaria no cede, enfrentan altas tasas de interés reales para financiar capital de trabajo y además deben afrontar el pago de las subas salariales que se van negociando a lo largo del año.

El combustible monetario debería ser reducido a niveles previos al cepo cambiario. Es desde entonces que se torna visible un inequívoco aumento (y permanente) del exceso de oferta de dinero, con exceso de demanda de bienes en una economía que no crece. Consecuencia inevitable ha sido el creciente déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos. El programa acordado con el FMI apunta a atacar este último recortando el gasto público primario y subiendo las tasas de interés para enfriar el consumo y la inversión privada. La caída de la demanda interna debería poner fin al citado exceso de demanda de bienes. Limitar a cero de la base monetaria es un elemento necesario para forzar una baja de la inflación. Pero si la base monetaria no crece, la caída del PIB, junto a expectativas de depreciación del peso, conducen a una caída permanente de la demanda de dinero.

Subir subas de tasas de interés para que no se dispare el dólar simplemente torna menos accesible el crédito. Es un racionamiento del crédito que exacerba la recesión. Y esta se refleja en menor demanda de dinero para transacciones, de modo que si la oferta de dinero no crece y la demanda de dinero cae, el exceso de oferta monetaria mantiene las presiones inflacionarias sin cambio, aun con recesión. En un contexto así, la baja de la inflación se explica por la recesión que induce el corte de crédito interno, más bien que alambicados mecanismos de transmisión monetaria de libros de texto.

El programa del FMI contempló una flexibilidad a la suba de las tarifas públicas incompatible con un sendero de estabilidad, al igual que la inexplicable banda cambiaria, que sólo aportó incertidumbre y pérdida de credibilidad en las autoridades. Controlar el tipo de cambio y suspender subas tarifarias eran necesarios a corto plazo, pero su efecto recién se podría percibir a partir del IPC de este mes.

En definitiva?

El dato de abril indica una baja de la inflación transitoria. Todavía no hay elementos observables que permitan suponer que la misma es permanente. De corroborarse, sería una excelente noticia, pero esto requiere no menos de 6-9 meses de baja permanente de la inflación y a niveles en torno de 1,2%-1,5% mensual. Algo que probablemente exija resolver el problema persistente de contracción de base monetaria con la emisión de Leliq y tasas efectivas ya superiores al 100% anual. Una mecánica que torna no creíble la promesa de crecimiento cero de la base monetaria en el mediano y largo plazo, e incompatible con la estabilidad permanente de los precios y del tipo de cambio, y con una baja del costo del crédito. El desafío es, entonces, es el de reducir la inflación y la incertidumbre de manera permanente. En caso de no lograrse, la tolerancia social con el programa en curso podría debilitarse aún más, complicando las aspiraciones del oficialismo para las próximas elecciones, y el escenario macro que deberá enfrentar, y resolver, la próxima administración.

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