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Bancos estiman que Argentina necesitará más dinero del FMI

Alejandro Radonjic 30 mayo de 2019

Por Alejandro Radonjic

El 29 de abril, el BCRA le dijo adiós a la polémica Zona de No Intervención (ZNI). Anunció que usaría sus reservas, si fuera necesario, para intervenir cuando observara movimientos disruptivos y anestesió el mercado. Ese lunes 29 el dólar se desplomó y cerró a $ 44,32. Un mes después, la madre de todos los precios sigue en esos valores: ayer cerró en $44,45. Además, el BCRA no vendió dólares en el mercado. Pura amenaza, por ahora. Como Mahatma Gandhi, Guido Sandleris logró la pax cambiaria sin disparar un tiro. Pero se vienen meses más complejos y, un poco más adelante, se corta el respirador de Washington.

Si bien las reservas cayeron más de US$ 10.000 millones desde el pico (tras orillar los US$ 80.000 millones, ayer cerraron en US$ 64.679 millones), se debió a otros motivos, que eran esperables. “El BCRA por ahora no intervino en forma directa en el mercado de cambios, y la caída en las reservas se explica sobre todo por pagos de deuda en moneda extranjera, las subastas diarias del Tesoro y las diferencias de cotización. Por ejemplo, la devaluación del yuan generó una caída en las reservas brutas de US$ 600 millones desde mediados de abril”, explica Martín Vauthier desde Eco Go y UTDT. Según sus números, las reservas totales terminarán 2019 en US$ 56.500 millones. “Si el roll-over de Letes es menor que 46% y/o hay intervenciones directas en el mercado, la caída será mayor”, dice.

La gran pregunta es si la amenaza sola servirá a medida que se acerquen las elecciones. “La dolarización va a subir, como suele ocurrir en todos los procesos electorales”, dice Vauthier. “El ritmo va a depender de dos grandes cuestiones: el resultado del armado en el centro, que va a definir el grado de polarización de la elecciones y, en segundo lugar, las señales que pueda dar el espacio kirchnerista y como las tome el mercado”, agrega.

En sintonía, desde Econviews dijeron: “Hasta ahora, la estacionalidad positiva de las liquidaciones agrícolas, las licitaciones de dólares del Tesoro y la facultad del BCRA de poder intervenir han sido suficientes para asegurar la estabilidad cambiaria. La evolución de la compra neta de billetes y las inversiones de cartera en los próximos meses dependerá en buena medida de factores políticos, lo que puede repercutir en aumento de volatilidad y dolarización”.

Incluso voces críticas, como la del Ceso, reconocen que la herramienta del BCRA es poderosa. “Más allá de las razones que llevaron al FMI a avalar el uso de sus fondos para frenar la suba del dólar, el hecho es que, con ese cambio, el Gobierno se garantiza poder contar con una herramienta fundamental para estabilizar la economía de cara a las elecciones”, dice el reporte del Ceso, intitulado “Reservas para todes”.

Pronto llegaría el quinto desembolso: serían US$ 5.500 millones (queda otro más adelante en 2019), pero poco para 2020.

Si bien es poderosa la herramienta, también entraña riesgos porque es finita. Sobre todo, si vuelven las tensiones. El informe de Ceso traza tres escenarios: ajuste exitoso, corrida cambiaria y corrida bancaria. En el primero, las reservas terminan 2019 en US$ 60.896 millones; en el segundo, en US$ 52.531 millones y en el tercero, en US$ 38.157 millones.

“Si hay una corrida es muy difícil que el BCRA la frene con los dólares que tiene ya que, si se los gasta intentando frenarla, entonces sube el riesgo país porque hay menos dólares para cubrir los pagos de la deuda. Es la típica frazada corta. Distinto sería si el Gobierno consigue plata fresca del Tesoro de EE.UU. Esto puede funcionar pero solo como un palitivo de corto plazo”, dice Alejandro Rodríguez desde Ucema.

Vauthier es un poco más cauto sobre las intervenciones directas. “Con el actual nivel de reservas netas, y aunque se amplíen los límites de uso en el texto que se va a conocer en junio, estimo que el BCRA va a ser prudente en las intervenciones en estos niveles de tipo de cambio, dado que ventas de magnitud sin que se logre estabilizar el mercado (algo difícil si no baja el riesgo país en forma sostenida) pueden comenzar a activar las alarmas en términos de poder de fuego y relación entre pasivos remunerados y reservas netas”, dice ante El Economista. “Sería un gran riesgo salir a liquidar las reservas con este tipo de cambio”, añade.

Sin embargo, si la situación se tensa, no deben descartarse ventas de magnitud por parte del BCRA, toda vez que la estabilidad cambiaria es sine qua non para la victoria de Cambiemos en las elecciones. El riesgo, precisamente, es que el mercado empieza a ponerse celoso. Y con motivos. ¿Con la bala de plata del FMI ya gastada, quien financiará a Argentina? Quedan unos US$ 12.000 millones más en 2019 y cerca de US$ 6.000 millones en 2020.

La visión del IIF

Un reporte del International Institute of Finance (IIF), un poderoso consorcio de bancos globales, se muestra muy preocupado por la potencial sangría de reservas, y no solo en 2019 sino también en 2020. “Primero, la fuga de capitales será un punto de presión en el período previo a las elecciones. Segundo, Argentina está apuntando a un ajuste fiscal en el rango superior de lo que lograron los programas anteriores del FMI, lo que aumenta el riesgo de implementación incluso después de que se borre la incertidumbre electoral. (Por eso) vemos el riesgo de pérdidas de reserva incluso en escenarios positivos en los que el ajuste continúa sin problemas porque el financiamiento del FMI para 2020 es pequeño. Las pérdidas de reservas podrían ser sustanciales en escenarios negativos donde la incertidumbre se mantiene alta después de la elección. Argentina probablemente necesitará apoyo adicional del FMI en un amplia gama de escenarios”, dicen los economistas del IIF y advierten que la salida de capitales de residentes está tomando temperatura, lentamente.

Un tema particular a mirar son los depósitos en pesos y el roll- over de deuda de los no residentes. En el escenario malo, la pérdida de reservas sería de US$ 12.000 millones en 2019 y, además, otros US$ 13.000 millones en 2020. Aun en el escenario amigable, el país perdería más de US$ 10.000 millones en el bienio. Ante ese mar de fondo, no es casual que el IIF crea que el respirador de Washington deba seguir funcionando por un tiempo más.

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