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Una fiesta que rememora la lucha por la libertad y la paz de los pueblos

18 abril de 2019

Por Rabino Isaac Sacca

Pesaj representa un hito en la historia del pueblo de Israel. Ciertamente, al conmemorar la celebración, evocamos el el momento máximo de redención y salvación del pueblo de Israel de la opresión del antiguo Egipto de los Faraones. Es que, en efecto, durante cuatrocientos años los judíos fueron esclavizados, torturados, oprimidos, maltratados y asesinados.

El clamor de indulgencia y libertad fue un anhelo colectivo que transitó cuatro siglos. Las calamidades soportadas no tuvieron entidad para quebrantar las pretensiones del pueblo de Israel de ser un pueblo independiente capaz de forjar su propio destino. Y el milagro de la liberación recién se alcanzó el séptimo día de pesaj, habida cuenta de que sólo al cruzar el mar de los juncos, al ver a su opresores hundirse en él, se percataron que la redención había sido conseguida.

Sin embargo, la historia nos depara una enseñanza atemporal. Si bien el pueblo estaba extasiado por la liberación del injusto opresor, el midrash comenta que Dios aleccionó a los ángeles para que no se sumen a la celebración. Dijo el Señor: “Mis criaturas (los egipcios)  se ahogan en las aguas y Uds. quieren cantar?”. Esas palabras fueron la lección más importante de la historia al pueblo de Israel y la humanidad.

En efecto, no existe redención auténtica si perdura en los corazones el deseo de venganza contra el opresor. Por más justificado que sea el deseo de independencia, no es aceptable el rencor y la venganza. La verdadera redención le llega al ser humano cuando se libera de los malos sentimientos contra su enemigo, contra su opresor.

Es por ello que si alguien es redimido de su problema, pero el rencor y el deseo de venganza persisten, no está allí la verdadera redención, porque el sufrimiento, el dolor y la angustia continúan invadiendo a la persona. No existe justificación para la maldad. Esta perturba a quien la siente e impide la redención.

La verdadera redención es aquella que redime a toda la humanidad. Sin rencores ni resentimientos. Unidos todos por una vida en paz y armonía para hacer la voluntad de Dios.

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