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Los desafíos del 2020

17 abril de 2019

Por Guido Lorenzo LCG

Es difícil proyectar a largo plazo en economía. En Argentina, es más difícil aún porque 8 meses es el largo plazo en nuestro país. Aún es desconocido lo que sucederá con la economía de aquí a que se termine el mandato que comenzó en 2015. Sin embargo, podemos trazar algunos puntos con los cuales seguramente va a tener que lidiar el próximo Gobierno.

El país deja un ratio de deuda cercano al 90% del PIB y la capacidad de repago dependerá básicamente de si Argentina logra o no conseguir nuevamente acceso a los mercados. A los niveles actuales de riesgo país, esto es imposible. Sin embargo, hay que ver cuánto de esto corresponde a riesgo político y cuánto a posibilidad de no repagar la deuda. Argentina está haciendo esfuerzos suficientes como para mostrar sobriedad en las cuentas públicas, pero aún el mercado quiere ver si el país es solvente.

Los problemas de solvencia a menudo se traducen en problemas de liquidez. Cuando hay desconfianza respecto a la capacidad de pago de un agente se le pide una muestra de liquidez y esa muestra de liquidez ya nos la dio el FMI, pero difícilmente tendremos otro espaldarazo. Es por ello que Argentina debe conseguir bajar el riesgo país antes de mediados de 2020. El año siguiente necesita refinanciar US$ 10.000 millones y tomar US$ 5.000 millones adicionales.

En lo que refiere a inflación, la misma parece haber encontrado un nuevo piso y pasamos a un umbral del cual difícilmente podamos disminuirla rápidamente de 35%-40% anual.

La velocidad de reducción de inflación es un tema complejo, no solamente porque es difícil lograrlo, sino también porque a veces no es deseable. En Argentina el 60% del gasto ya está indexado. Si la inflación baja abruptamente de 50% a 10%, el Estado gasta a 50% (inflación pasada) y recauda a 10% de aumento. Por lo tanto, podría generar tensiones monetarias y fiscales.

En materia de actividad, hemos asistido a cuatro años que terminaron de dibujar una década perdida. Nuestro país no logra generar empleo, ya no genuino, sino empleo para el grado de cualificación de sus trabajadores. Será complejo salir de ese nivel de estancamiento secular debido a que no se han identificado y trazado estrategias en política industrial y agropecuaria (quizás sí algo más de avance en energéticas), pero no hubo una adecuada interacción para llevar adelante un programa que trascienda gobiernos.

Sin actividad y con la inflación elevada, la pobreza estructural se siga agudizando. No se puede sacar al país de la pobreza de un día para el otro, entendida ésta en un sentido amplio. La pérdida de capital humano que se generó en estos diez años va a ser difícil de lograr reconstruirlo a futuro.

Excepto por la deuda, que sí fue algo coyuntural de este Gobierno, el resto de los problemas a heredar son estructurales de la economía argentina. Independientemente del signo político que le toque gobernar en los próximos cuatro años tendrá estos frentes sin fácil resolución.

Asimismo, el próximo Gobierno no tendrá margen de maniobra o discrecionalidad desde lo fiscal dado debido a la posición deudora con el FMI. Aunque quizás, lo más relevante de todo esto es que deberá enfrentar viejas y necesarias discusiones como una reforma previsional, la relación de la Nación con las provincias, la cuestión impositiva y la laboral. Todos temas complejos de abordar no sólo desde la economía sino también desde la política, tal cual como está planteada hoy en día.

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