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La Ley de Góndolas es una trampa

26 abril de 2019

Por Gustavo Lazzari Economista y empresario pyme

Súbitamente se despertó la Cámara de Diputados de la Nación y comenzó el tratamiento de los proyectos de los diputados Elisa Carrió, Juan Cabandié, y los aportes de Juan Grabois y Sergio Massa sobre la llamada Ley de Góndolas.

En medio de una crisis inflacionaria importante, con riesgos serios de transformarse en hiperinflación, tanto el oficialismo como la oposición considera que una ley que determina “el lugar que deben ocupar las ofertas en una góndola, la participación de las pymes y los productos indígenas” es un poderoso instrumento anti inflacionario.

Realmente bizarro.

La Ley de Góndolas no es un instrumento antiinflacionario. Tampoco es un sistema de promoción de las pymes.

El articulado no es otra cosa que un compendio de violaciones al derecho de propiedad basado en falacias que es necesario aclarar.

La primera falacia es el concepto de “la posición dominante”. Supone este argumento que una empresa importante en cuanto al volumen y al prestigio de su marca es capaz de manipular comportamientos de los consumidores y de “formar precios”.

Eso es falso. En un mercado privado, la apertura y la competencia elimina todo tipo de “comportamiento dominante”. Dicho poder existe sólo en mercados cerrados por aranceles o prebendas gubernamentales.

De hecho, la única posición dominante es el curso forzoso de la moneda. El BCRA obliga a los argentinos a usar uno de los peores productos del mercado que es el peso.  Sólo el BCRA “domina” a sus clientes quienes no pueden ni oponerse al uso ni buscar sustitutos. Todos los intentos de dolarización son penados bajo controles de leyes penales cambiarias y tributarias.

Los “consumidores” de dinero, obligados a usar uno de mala calidad como el peso, reaccionan reduciendo su demanda, lo cual a su turno deriva en aumentos de precios.

En el resto del mercado de bienes y servicios ninguna empresa (en mercados abiertos) tiene posición dominante dada la presencia de competidores reales y/o potenciales. Además, todo bien o servicio privado tiene sustitutos cercanos y lejanos.

Otra falacia es “las pymes necesitan apoyo”.  En rigor, no sólo las pymes sino todas las empresas necesitan que se alivien las mochilas fiscales, regulatorias y laborales no salariales.

Hoy “apoyar” es dejar de fastidiar y dejar de confiscar a las empresas.  Todo lo demás es verso.

En las góndolas de los supermercados faltan pymes porque sobran impuestos. El 45% del precio de los alimentos son impuestos. En el caso de las bebidas dicho porcentaje llega al 51%.

Las pymes no necesitan que se regule la posición de sus productos  en la puntera o “en una posición equidistante entre el primero y el quinto estante” (tal como dice el dictamen unificado de los tres proyectos).  Tampoco las empresas necesitan “el programa nacional de fomento” ni “el código estatal de buenas prácticas”, engendros burocráticos que emanaran nuevos costos y regulaciones.

Las empresas necesitan menos impuestos. Ahí está la trampa.

El Gobierno y la oposición en tiempos electorales alardean  “su apoyo a las pymes” a través de una ley ridícula, incumplible e inocua.

La discusión de la Ley de Góndolas es una nueva pérdida de tiempo para esconder la discusión real de la Argentina.

En las góndolas no faltan pymes, sobran impuestos.

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