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Elecciones en Israel: ganadores, perdedores y un futuro incierto

11 abril de 2019

Por Cécile Denot

Tras una intensa campaña que giró alrededor de la pregunta “¿Netanyahu sí o Netanyahu no?”, la respuesta de las urnas fue clara: sí. Todo indicaba que el primer ministro, en el cargo desde 2009, iba a salir victorioso, pero los resultados fueron mucho más contundentes de lo esperado: fue el gran ganador de la noche del martes, consiguió los escaños y el apoyo que necesita para liderar la próxima coalición, borró prácticamente del mapa a sus rivales dentro de la derecha y recibió un claro espaldarazo de la ciudadanía en un momento delicado de su carrera política en el que se enfrenta a varios escándalos de corrupción.

Por su parte, Benny Gantz, su principal competidor, obtuvo la misma cantidad de bancas que el Likud (35) y aunque no le alcanzó para ser primer ministro está claro que una parte importante de los israelíes buscaba un cambio y vio en él la esperanza de conseguirlo. Restará ver si su agrupación, Kajol Laván consigue mantenerse unida o si correrá la misma suerte que sus antecesores Dash y Kadima, también partidos centristas dirigidos por militares que terminaron desapareciendo.

Victoria sobre sus competidores de derecha

Si bien el Likud y Kajol Laván recibieron 35 escaños cada uno, el bloque de derecha compuesto principalmente por los miembros de la coalición actual está en una posición mucho más cómoda para formar gobierno nuevamente (65 bancas contra 45 del bloque de centroizquierda). Pero, además, el éxito del Likud se produjo a expensas no sólo de Gantz sino también de varios otros partidos de derecha que quedaron debilitados, algo que le sirve a Netanyahu ya que, si bien necesita a algunos de ellos para formar coalición, ahora tendrán un menor poder de negociación.

Producto de la polarización entre los dos principales partidos que desvió los votos de los más pequeños hacia ellos, Kulanu vio reducida su bacada de 10 escaños a 4, la agrupación del ex ministro de Defensa Avigdor Lieberman -Israel Nuestra Casa- pasó de 6 a 5 y las 8 bancas de Hogar Judío se convirtieron en 5 de la Unión de Partidos de Derecha. Por otro lado, el Zehut de Moshe Feiglin, que según las encuestas iba a ser la sorpresa de la elección, y la Nueva Derecha de Naftali Bennett ni siquiera lograron pasar el umbral electoral, aunque este último espera ser salvado por los votos de los soldados, los cuales se contabilizan al final.

La caída del laborismo

La polarización también perjudicó a los partidos de izquierda: Avodá, el partido que gobernó Israel durante sus primeras tres décadas de historia, pasó de los 24 escaños que ganó como parte de la alianza Unión Sionista en las elecciones de 2015 a conseguir ayer sólo 6, el peor resultado en sus 71 años de historia.  En la mañana de hoy, varios miembros del partido pedían la renuncia del líder, Avi Gabbay, y hasta sugerían unirse con el izquierdista Meretz, en un intento de tener un poco más de peso en la próxima Knesset.

Por el momento, sin embargo, Gabbay ignora los pedidos de renuncia y culpa del mal resultado a Kajol Laván por “robarse” una parte significativa de la base laborista. Pero lo cierto es que Avodá llevó adelante una campaña pobre, compuesta por mensajes confusos donde atacaba tanto al Likud como a Kajol Laván y no presentaba un mensaje coherente de por qué los votantes deberían apoyarlos.

Gran resultado de los religiosos

Los únicos partidos de derecha además del Likud que incrementaron el tamaño de su bancada fueron los partidos ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá, que pasarán de 6 y 7 escaños respectivamente a 8 cada uno, superando ampliamente las expectativas. Aunque su peso combinado en los últimos veinte años ha estado siempre entre las 16 y 18 bancas, la muerte del rabino Ovadia Yosef y las divisiones internas entre las comunidades Ashkenazi y Sefardí parecían estar perjudicando a estos partidos, de hecho, la campaña comenzó con dudas sobre si Shas lograría superar el umbral electoral y rumores sobre deserciones entre los votantes de Judaísmo Unido de la Torá. No ocurrió y los religiosos obtuvieron un resultado impresionante que sin duda se traducirá en políticas sustantivas en el próximo gobierno, lo cual significa que cualquier cambio en el statu quo sobre la religión y el Estado en Israel será prácticamente imposible. De esta forma, políticas como el rezo mixto en el Muro de los Lamentos, el matrimonio civil, una reforma en el sistema de conversión o el servicio militar obligatorio para los religiosos difícilmente tengan lugar, lo cual afectará no sólo a la vida religiosa en Israel, sino que seguramente afectará aún más las relaciones con la Diáspora (en particular con la de los Estados Unidos), la cual ya hoy está muy molesta por la falta de igualdad para el judaísmo progresista en Israel.

Los árabes, divididos

En 2015, los partidos árabes se presentaron bajo la alianza Lista Conjunta y terminaron con un resultado histórico: ganaron 13 escaños y se convirtieron en la tercera fuerza del país. Pero este año se separaron en dos partidos (Hadash-Ta'al y Lista Árabe Unida-Balad) lo cual les hizo perder tres bancas ayer.

Estas divisiones también se reflejaron en la población árabe-israelí ya que hubo llamados a boicotear las elecciones por motivos casi opuestos: un sector por identificarse con los palestinos y considerar que participar en el proceso electoral es legitimar la existencia de Israel y otro por sentir que sus representantes sólo se ocupan de la agenda palestina y no de la suya. El popular rapero Tamer Nafar reflejó esta discusión en un video musical en el que simula una discusión con un doble suyo que se niega a ir a votar mientras él le canta “o votamos o nos van a terminar expulsando de nuestra patria".

Independientemente de esto, la sensación entre los árabes es que sus votos no importan: representan aproximadamente el 20 por ciento de la población, pero debido a la posición antisionista de la mayoría de sus líderes, nunca han sido parte de un gobierno, lo cual ha favorecido a la derecha ya que la izquierda no puede contar con esas bancas para armar una coalición. Cabe preguntarse si a los árabes no les convendría más bien un liderazgo moderado que siga el ejemplo del partido ultraortodoxo Agudat Israel (hoy parte de Judaísmo Unido de la Torá) que, si bien no es sionista, tampoco es anti: históricamente no han reconocido del todo al Estado, pero no militan contra él para lograr obtener posiciones de influencia y con ello políticas que los favorezcan. Solo formando parte de un gobierno podrán los árabes obtener logros concretos para sus pueblos, para lo cual deben abandonar su postura maximalista y usar la política para obtener ventajas en lugar de para buscar destruir al Estado.

Desafíos a futuro

Con los resultados electorales, ya comenzó la especulación sobre cómo se distribuirían las posiciones en el próximo gobierno. La Unión de Partidos de Derecha dijo que exigirá las carteras de Justicia y Educación y, dados sus resultados, es muy probable que los religiosos también aspiren a tener una fuerte influencia en el futuro gobierno. Al mismo tiempo, Lieberman, quien es profundamente laico, manifestó que deberá haber acuerdos sobre la relación religión y Estado, y que será oposición si tiene que hacerlo. Entonces, si bien Netanyahu podrá formar una coalición estable, deberá hacerlo conciliando posiciones de partidos de derecha religiosa, laica y nacionalista.

Por otro lado, es inminente la llegada del tan anunciado plan de paz de Trump que, se espera, incluirá la creación de un Estado Palestino, algo justo tras los espaldarazos que el líder americano le dio a Israel al mover su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, reconocer la soberanía israelí en el Golán y designar a la Guardia Revolucionaria Iraní como Grupo Terrorista. La idea de una solución de dos Estados divide profundamente a los partidos de derecha, especialmente si esta incluye dividir Jerusalén, por lo que algunos de ellos podrían abandonar la coalición si Netanyahu acepta un plan de estas características.

Finalmente, el primer ministro tiene también por delante la audiencia especial con el Fiscal General tras la cual se decidirá si es finalmente imputado por soborno, fraude y abuso de confianza, lo cual, de ocurrir, modificaría nuevamente el escenario, ya que podría crear uno en el cual el Likud tenga que elegir a un sucesor.

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