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Carrió: la República ultrajada se enoja con la democracia

La democracia está basada en la idea de que nadie concentra el monopolio de la razón. Carrió se acerca o se aleja de la vida mundana, por rachas. A los que discuten con ella les ha dicho, más de una vez, que su decisión está inspirada en el Altísimo.

Oscar Muiño 25 abril de 2019

Por Oscar Muiño

Muchas veces gran cantidad de ciudadanos asustados, enojados, indignados, se han sentido representados por la voz valerosa ?en ocasiones solitaria - de la doctora Elisa Carrió. Protagonista inexcusable del último cuarto de siglo, exhibe tantas facetas como un diamante. En algunos casos, brilla con luz cegadora; en otros, la opacidad del material parece no encontrar borde.

Esta semana, Carrió ha protagonizado tres definiciones inaceptables.

Vaticinar que si un candidato rival triunfa el país sufrirá un éxodo en masa y un retiro de fondos terminal no es una actitud tolerable en ningún sistema político. Rompe toda regla de convivencia y fair play.

Agradecer a Dios la muerte de alguien no parece un ejemplo de misericordia, el rasgo que permitió al cristianismo suavizar las inexorables exigencias del Antiguo Testamento.

Acusar a los socialistas santafesinos de vinculación con el narcotráfico no es cierto. Su tardanza en detectarlo y su torpeza en combatirlo no equivalen a complicidad ni a un Estado mafioso.

Si gana me voy

Cristina Fernández está lejos de la líder modélica que gran parte de la sociedad ?me incluyo- aspira a sostener. Pero lo cierto es que cuando perdió, aceptó el resultado y se fue. Sus diatribas y el clima de exasperación y descalificación del adversario ?de por sí reprobables, incluso repudiables- no pasaron de palabras. No desencadenó hechos de violencia ni persecución penal. No hubo presos de conciencia. Y, contrariamente a la vulgata, tampoco desestabilizó al gobierno entrante.

La doctora Carrió ha anunciado que si gana Cristina abandonará el país, junto con un tercio de la población. Conozco gente que dice que se va. Un puñado de ricos y algunos bien-pensantes que no toleran los modales cristinistas. Pero no son ni un tercio, ni un quinto, ni un décimo. El uno por ciento sería exagerado, y aún hay que ver si lo llevan a la práctica.

Lo grave de presagiar exilios masivos no es la exageración, sino el concepto. Aún cuando haya un gobierno indeseado ?en rigor, sobre todo si se trata de un gobierno indeseado- se espera que los líderes políticos se queden en su país para encabezar la resistencia. Mientras peor sea el gobierno, mayor es su deber. La doctora Carrió vivió en la Argentina los años atroces de una dictadura infinitamente peor que cualquier otro gobierno. Dado que no abandonó el país en esos tiempos, mal podría estimular el exilio ante un régimen democrático, por más que deteste el estilo K.

La atroz referencia a De la Sota y la acusación al socialismo de narco parecen brulotes no deseados, pero a la vez salidos de un cálculo. En Córdoba y en Santa Fe competirán tres listas. Es intención de Carrió que sus candidatos (Negri en Córdoba, Corral en Santa Fe) concentren el disputado espacio no peronista. Carrió acaso presume que fogonear los sentimientos más anti-peronistas llevarán votos a sus listas. En ambos casos se pasó de la raya, pero es de presumir que fue un exceso impensado dentro de una estrategia calculada.

República y Democracia

Carrió no sólo ha variado con Macri ?de inelegible a lo mejor que puede pasar-; también exhibe una metamorfosis ideológica. Arrancó claramente en el centro-izquierda. Con el estallido de la UCR de 2002, se desgajaron dos corrientes: una fuerza de centro-derecha liderada por Ricardo López Murphy ?terminaría absorbida por el PRO- y otra de Carrió, en el centro-izquierda. Carrió bautizó a su fuerza Argentinos por una República de Iguales, luego Afirmación para una República de Iguales. Incorporó radicales pero también numerosos dirigentes peronistas, a los que ahuyentaría más tarde.

Luego se ha venido corriendo hacia el centro primero y luego, decididamente, hacia la derecha liberal. Nunca hacia el conservatismo ni el autoritarismo. Hoy, Carrió exhibe la sagrada indignación de la República ultrajada desde Coalición Cívica.

Ella expresa una línea ?secundaria pero importante- de la historia argentina. Lo sabe. Por eso ensalza a Leandro Alem y abomina en silencio contra Hipólito Yrigoyen. Otro de sus modelos es Lisandro de la Torre, con sus denuncias contra los negociados de la Década Infame. Alem-De la Torre- Carrió. Los fiscales de la República que construyeron fuerzas políticas pero que, personalmente, nunca llegaron a la presidencia.

Además de sus denuncias de corrupción, Carrió ha denunciado a los líderes que intentan violentar la República con una convocatoria directa a las masas por encima de las instituciones y los actores políticos, sociales y económicos. Los liderazgos que apelan al pueblo por encima de las jerarquías.

Es verdad. Pero sólo la mitad de la verdad. En la República Romana, los populares plebeyos de Mario enfrentaron a los institucionales conservadores de Sila (quien, dicho sea de paso, instauró una “dictadura republicana”, arrebató poder a la plebe, aumentó la fuerza del Senado y declaró a los líderes del partido popular “enemigos de la República”). Julio César heredó el liderazgo de Mario, su tío, y abrió el camino al cambio de régimen. El complot de los senadores asesinó a Julio César en nombre de la República ultrajada. Sus amigos vengarán a César en nombre de la Democracia. Y la República se desmoronará, reemplazada por el Imperio. No es casual que el primer emperador haya sido Octavio, el sobrino del asesinado Julio César.

¿Quiénes son los héroes? ¿Mario o Sila? ¿César? ¿Los asesinos de César? ¿O sus vengadores? ¿Es preferible un gobierno de clases altas que defienden las instituciones? ¿O un gobierno que se incline por la plebe, contra los privilegiados? Esta disputa lleva más de dos milenios en Occidente.

Personalmente, creo compatible la institucionalidad de la República con la defensa de las clases subalternas de la democracia. Tal combinación, muy exitosa en los Estados Unidos de los años cuarenta y en la Europa de posguerra, está perdiendo aceleradamente fuerza.

Cuando los representantes de los desprotegidos se olvidan de ellas, éstas buscan desesperadas un nuevo canal de expresión. Una de las razones centrales de la irrupción de derechas populistas con discurso anti-capitalista en Francia, Italia, Europa central y hasta en la igualitaria Escandinavia. Estados Unidos y Brasil exhiben perfiles parecidos. Las instituciones son puestas en entredicho cuando las condiciones de vida empeoran.

La democracia está basada en la idea que nadie concentra el monopolio de la razón. Carrió se acerca o se aleja de la vida mundana, por rachas. A quienes discuten con ella les ha dicho, más de una vez, que su decisión está inspirada en el Altísimo. En los inicios del ARI, uno de los lugartenientes renunció a la agrupación con una frase picante: “Uno discute hasta que ella dice que recibió la inspiración de arriba. ¿Quién puede competir con semejante puntero?”.

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