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Leliq y plazos fijos, ¿por qué tienen tasas tan distintas?

La transmisión de la suba de las Leliq hacia las tasas pasivas no es inmediata pero, con cierto delay, van replicando el mismo movimiento. Sin embargo, en las últimas semanas, la brecha se amplió. ¿Por qué?

26 marzo de 2019

En las últimas semanas, la volatilidad cambiaria tuvo un cierto revival en Argentina. Rápido de reflejos, el BCRA dejó en claro con sus acciones que conservar la estabilidad del dólar es su prioridad número uno, aun cuando el tipo de cambio estuvo, desde el inicio del actual programa monetario, siempre en el tramo inferior (incluso, por debajo en algunas semanas) de las bandas cambiarias acordadas con el FMI.

Pese a estar impedido de vender dólares en forma directa en el mercado mientras la cotización esté dentro de las bandas cambiarias, el BCRA usó otros instrumentos para señalizar su visión: extendió hasta fin de año la meta de crecimiento cero de la base (reforzando el sesgo contractivo de la política monetaria) y convalidó tasas de Leliq marcadamente más altas, que volvieron del rango del 44% al rango del 60-66% en los últimos días. El recorte de tasas ocurrido durante los dos meses previos ya luce casi totalmente revertido.

En este sentido, dado que la tasa de las Leliq fue definida como la tasa “de referencia” y es diariamente informada por los medios, muchos ahorristas se llevan una desagradable sorpresa al entrar a sus homebanking y constituir un plazo fijo: la tasa que el banco les ofrece es sensiblemente menor a la que les contó el noticiero.

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Las Leliq sólo pueden ser suscriptas por bancos (a diferencia del instrumento estrella de la etapa anterior, las Lebac, que eran abiertas al público). Ahora bien, ¿por qué su tasa no coincide con la del plazo fijo?

La idea del programa monetario de la gestión de Guido Sandleris es que la tasa de referencia se difunda desde los bancos hacia los ahorristas. El mecanismo de transmisión sería la competencia por los depósitos: los bancos saldrían a competir para captar fondos y colocarlos en Leliq. Para ello, subirían la tasa que ofrecen a sus ahorristas (lo cual se vería reflejado, por ejemplo, en la tasa Badlar, que es la tasa promedio para plazos fijos mayoristas).

Sin embargo, existen varios motivos que limitan este mecanismo de transmisión y mantienen amplio el spread (la diferencia) entre la tasa de referencia de las Leliq y la tasa Badlar.

El primero y principal son los encajes: los plazos fijos, así como los depósitos a la vista, también están sujetos a encajes, es decir, una parte del dinero que el banco recibe, pero no puede utilizar a su gusto sino que debe dejar inmovilizado por “precaución” o colocar en instrumentos específicos.

Actualmente, de cada $100 que el banco recibe como plazo fijo, $17 deben quedar inmovilizados en el BCRA (obtiene por ellos 0%), $5 deben ir a comprar bonos del Tesoro (que rinden alrededor de 28% anual) y $78 pueden ser colocados en Leliq. Esto genera una disparidad entre la tasa que el ahorrista recibe (por sus $100) y la que el banco recibe por la proporción que coloca en Leliq.

Matemáticamente, dada una tasa de referencia se puede calcular cuál sería la disposición máxima que un banco podría pagarle a un ahorrista por un plazo fijo sin ir a pérdida (“break-even”). La diferencia entre la tasa break-even y la tasa de Leliq sería el spread mínimo al que podemos aspirar, dado un nivel de encajes.

Por ejemplo, para una tasa de Leliq de 60%, el banco, por cada $100, coloca $17 al 0%, $5 al 28% y $78 al 60%, es decir que el breakeven sería una tasa Badlar de 48%. Generalizando, podemos decir que la tasa break-even, dado este nivel de encajes, implica que la Badlar represente en torno al 80% de la tasa de Leliq.

En promedio, desde el 1° de octubre de 2018, fecha de inicio del programa, la tasa Badlar representó 77% de la tasa Leliq, un desvío muy poco significativo del break-even que comentamos en el párrafo previo (mucho menor, de hecho, al que supone la mayoría).

La correlación entre la tasa de Leliq y la de Badlar es de 81% (para el período desde 1° de octubre de 2018 al 21 de marzo de 2019).

Sin embargo, al introducir lags sucesivos de 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7 días la correlación va subiendo gradualmente hasta llegar al 92% para un lag de una semana. Esto sugiere que la transmisión no es inmediata, pero que, con un delay de algunos días, una variación en la tasa de Leliq se va traduciendo cada vez más claramente en una variación en igual sentido en la Badlar. Sin embargo, en el período más reciente, la reacción de la Badlar ante la suba de la Leliq ha sido algo más lenta. En promedio, en las últimas 2 semanas, la tasa Badlar representó un 66% de la Leliq, siendo un spread más amplio del que se venía registrando en las semanas previas. ¿Qué otros factores contribuyeron a ampliar el spread y, acaso, se debilitó la capacidad de transmisión de la política monetaria?

Diferencias de plazo.

Las Leliq tienen un plazo de 7 días (la tasa, por convención, se calcula en formato anual, pero lo que se cobra es el “proporcional” por ese plazo). Los plazos fijos, en cambio, van de los 30 a 365 días normalmente. El banco, así, asume un riesgo de acordar una tasa de plazo fijo con el cliente por un período extenso y que en el medio, la tasa de Leliq emprenda un sendero a la baja (es lo que pasó en enero por ejemplo: la tasa de Leliq bajó al orden del 40-45%, mientras los bancos ya tenían acordados con sus clientes plazos fijos a mayor tasa originados en los meses previos). En los últimos días, circularon versiones de que el BCRA ofrecería Leliq a 30 días para poder calzar plazos con los plazos fijos más cortos.

Cuestiones reglamentarias e idiosincráticas.

Los bancos tienen numerosas restricciones respecto a cómo invertir su dinero (encajes, límites a posición global en moneda extranjera, entre otras), puestas originariamente para limitar “conductas especulativas”, pero que en la práctica complejizan la transmisión de la política monetaria y hacen que la relación se vuelva menos lineal.

Bancos.

Se encuentran, en líneas generales, con una situación de liquidez cómoda y están menos apremiados por salir a captar depósitos.

Falta de bancarización y competencia bancaria.

Además, los argentinos en general están poco bancarizados y la mayoría tiene a lo sumo cuenta en un único banco, lo que limita la competencia en el sector. Los bancos no se esfuerzan demasiado por ofrecer mejor tasa porque no es su principal herramienta para captar clientes (en general compiten con promociones, descuentos y otras herramientas más publicitarias). Además, retenciones y tributos cobradas al acreditar o transferir dinero (como el Impuesto al Cheque y el Sircreb) limitan las ventajas de pasar saldos de un banco a otro para arbitrar un diferencial de tasas.

Respecto al tema, vale un análisis adicional. Una lectura usual es que el sector bancario es uno de los “ganadores” del ciclo económico del actual Gobierno. La mayoría de las lecturas hacen eje en las ganancias nominales, medidas en miles de millones de pesos. En 2018, los bancos obtuvieron ganancias por $185.000 millones de pesos (unos U$S4.300 millones al tipo de cambio actual, aunque la primera mitad del año exhibió una cotización marcadamente más baja), de acuerdo a datos oficiales del BCRA (contenidos en el “Informe sobre bancos”).

Sin embargo, la rentabilidad no se mide en el aire sino como porcentaje de lo invertido (es decir, del patrimonio). El indicador resultante (ROE, Return on Equity por sus siglas en inglés) estuvo en los últimos dos años por debajo de la inflación. Esto significa que incluso si los accionistas de los bancos optaran por no retirar ganancias, mantenerlas en la empresa y sumarlas al patrimonio neto, de todos modos este sería, en términos reales, más chico que el año anterior. Los bancos se “achicaron” patrimonialmente en los últimos años.

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