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La base china en Neuquén: pesada herencia, espionaje y yuanes

19 febrero de 2019

Por Julián Doyle

Un predio de 200 hectáreas en el desierto neuquino de Quintuco, a 40 kilómetros del pueblo de Las Lajas, de 7.000 habitantes. Una antena de metal de 16 pisos con un plato, que se trajo por partes atravesando el océano, de 450 toneladas valuado en US$ 50 millones, cercado por alambres de púa de tres metros de altura. Una construcción aprobada por el Congreso en febrero de 2015, con trabajos que ya se habían iniciado en el verano de 2013 con más de 300 trabajadores locales, para concluirlos a principios de 2017. Desde ese día, no hay ningún argentino en el predio, solo 30 miembros del personal chino que trabajan y viven en la estación espacial que, además de la torre de rastreo satelital, cuenta con un museo repleto de maquetas de los satélites que participaron de las misiones del Programa de Exploración de la Luna y artesanías mapuches. También, una fotografía del presidente Mauricio Macri estrechando manos con su par Xi Jinping.

  

Para los altos funcionarios de defensa de la Casa Blanca, la instalación de la base es una gota más en un vaso colmado de tensiones y sospechas bilaterales. A las fuerzas armadas de Estados Unidos les preocupa que el radar del plato grande se pueda usar para otro propósito: recopilar información sobre la posición y actividad de los satélites militares estadounidenses. En tanto, China ha insistido en que el objetivo de la instalación es la exploración y observación pacífica del espacio. Y confirmaron que desempeñó un papel clave en el aterrizaje de una nave espacial china en el lado oscuro de la luna en enero.

Asia Argento

La base de rastreo satelital en pleno desierto es la punta de un ovillo complejo de negociaciones y nuevas relaciones carnales entre Argentina y el país asiático, produciendo un quiebre en la región para Washington y sus aliados, que durante la administración Obama pusieron toda la atención en el siempre extremo Oriente Medio.

“En esto juegan varios factores. La excesiva presión política y diplomática ejercida por China durante una década a nivel regional, la velocidad y multimensionalidad de su inserción regional y la parálisis de la diplomacia estadounidense en América Latina, que cedió espacios de acción a China. Como ejemplos están la estación espacial e incluso el control de redes de telecomunicaciones por parte de la empresa Huawei. Ahora, Estados Unidos los desea recuperar”, explica Sergio Cesarin, sinólogo e investigador del Conicet y Untref.

La lluvia de inversiones desde Pekín llegó en un momento especial: durante el apogeo de la crisis financiera, China arribó por el petróleo, el hierro, la soja y el cobre de la región, algo que terminó por proteger a América Latina de daños mayores, emitiendo miles de millones de dólares en préstamos respaldados por productos básicos, que alcanzaron los US$ 244.000 millones en 2017, más del doble de lo que era una década antes, según el Centro de Políticas de Desarrollo Global de la Universidad de Boston. Desde 2015, China es el principal socio comercial de Sudamérica, eclipsando a Estados Unidos.

“En lo comercial, y económico en general, Argentina parece haber perdido entusiasmo para profundizar sus relaciones con China, pero la demanda que hace China de productos argentinos continúa creciendo. El país sigue siendo el mayor comprador de lo que más produce el país, la soja, y desde el año pasado es el primer destino de las carnes vacunas. Los dos países tienen dimensiones y plazos muy asimétricos. Si Argentina se da el lujo de hesitar, China mantendrá con firmeza su decisión de solidificar y acrecentar su relación económica con Argentina”, remarca ante El Economista Gustavo Ng, codirector de la Revista DangDai.

Sin supervisión

En un amplio testimonio ante el Congreso de Estados Unidos, el pasado 7 de febrero, el almirante Craig Faller, comandante recientemente confirmado para el Comando Sur de Estados Unidos, alarmó a los legisladores sobre la expansión acelerada de China en América Latina. “Pekín podría estar violando los términos de su acuerdo con Argentina para realizar solo actividades civiles y podría tener la capacidad de monitorear y potencialmente atacar las actividades espaciales de Estados Unidos, aliados y socios”, dijo Faller. “China no solo apoya a los regímenes autocráticos en Venezuela, Cuba y Nicaragua y emplea prácticas de préstamos abusivos en toda la región, sino que también está invirtiendo en infraestructura clave como una instalación de rastreo en el espacio profundo en Argentina”, concluyó.

Los expertos también señalaron que la afirmación de China de que usará la instalación sólo con fines pacíficos no puede tomarse a la ligera, ya que la agencia espacial nacional china está estrechamente vinculada con el Ejército Popular que gobierna ese país. Aunque para otros especialistas como Cesarin, es más preocupante que el Gobierno de Argentina no tenga acceso físico al complejo ni supervisión alguna. “En realidad, es un eslabón más en la puja estratégica entre ambos poderes”, considera el sinólogo. “Lo que debemos pensar desde Argentina es lo siguiente. Con esta base, por decisión propia y para solucionar un problema coyuntural como era la falta de divisas (la estación fue una de las concesiones argentinas a China para obtener créditos) formamos parte de la matriz de tensiones estratégicas entre China-Estados Unidos, cedimos soberanía territorial y no tenemos claridad sobre las contraprestaciones de esa cesión. Seguramente sirve a propósitos militares y además, se ubica en una provincia clave para nuestros intereses ya que Bajada del Agrio se encuentra a poco más de 100 kilómetros Vaca Muerta. La base habla tanto de cómo China define y concreta sus intereses así como de las ineptitudes de Argentina en materia de política exterior y lecturas estratégicas”, remata.

  

Sorpasso y memorándum

A pesar de cuan interconectadas permanecen las dos economías más grandes del mundo, el avance chino es patente en todos los ámbitos. En el militar, está expandiendo sus fronteras a en la carrera armamentística espacial. En lo diplomático, el Gobierno lanzó la nueva “Ruta de la Seda” y consiguió que las potencias europeas se sumasen al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, pese a la resistencia de Washington.

En lo económico, el gigante asiático ya ha superado en paridad de compra de la economía americana, exporta mucho más que esta, y aumentó notablemente sus inversiones y las dependencias que éstas generan en el resto de Asia, Africa, América Latina y ahora también en Europa. En lo tecnológico, China ya domina un ciberespacio propio y sus grandes empresas, como Huawei, Alibaba o Tencent, están penetrando ya los mercados occidentales, ocupando la delantera en big data e inteligencia artificial. Tanto es así que los Medios estatales chinos advierten sobre la inminente “Guerra Fría de Alta Tecnología” impulsada por la competencia de inteligencia artificial

El presidente Donald Trump y Xi acordaron en una reunión celebrada el 1° de diciembre, en el marco del G20 en Argentina, un período de 90 días de intensas negociaciones comerciales y una tregua arancelaria en busca de un memorándum entre las dos potencias. La última ronda de conversaciones comerciales de alto nivel entre ambos concluyó el viernes en Pekín (y ahora pasan a Washington) sin poner fin al suspenso sobre si Trump aumentará los aranceles para productos chinos por un valor de US$ 200.000 millones antes de la fecha límite del 1° de marzo de 2019.

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