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Un escenario estable

15 enero de 2019

Por Pablo Mira Docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires

Tras poner un paño frío a las críticas recibidas por los consultores y sus fallidos pronósticos en el artículo anterior, corresponde ahora presentar las estimaciones propias para el año que comienza. Los datos de 2018 están prácticamente cerrados para la mayoría de las variables macroeconómicas, y los no calculados aun oficialmente son pocos. La actividad económica cerraría 2018 con una caída de entre 2,5% y 3%, dejando como saldo una tasa de desempleo que completaría el año cerca del 12% en el último trimestre. El déficit fiscal primario, pese a mostrar un sobrecumplimiento en los primeros nueve meses del año, acabaría cumpliendo la meta original de 2,7% del PIB debido a cierta estacionalidad en los gastos y una actividad todavía en caída. Finalmente, en el frente externo la cuenta corriente promediaría para todo el año un déficit de 4,5% del PIB, con una tendencia a la corrección basada en una contracción de las importaciones.

¿Qué esperar para 2019?

El producto durante 2019 trae efectos estadísticos negativos, pero posiblemente un contenido psicológico y social positivo. La razón es que el año que pasó deja un significativo arrastre negativo de entre 2 y 3 puntos porcentuales, pero medida punta a punta en términos desestacionalizados, la actividad debería aumentar entre 1% y 2%, dando algún respiro. La mejora punta a punta se basa en tres desarrollos macroeconómicos con alta chance de ocurrir.

Primero, la esperada recuperación de la cosecha en el segundo trimestre, que no sólo empuja el crecimiento sino que además trae dólares y tranquilidad cambiaria. Segundo, los salarios reales cayeron abismalmente en la medición diciembre-diciembre (mucho más que el cálculo promedio-promedio), lo que significa que los ajustes de paritarias podrían ejercer una sensación de recuperación de los ingresos, activando el gasto. Tercero, el Gobierno ha demostrado preocupación por sostener el piso mínimo de cobertura a las capas más necesitadas mediante de un fortalecimiento de las políticas focalizadas.

Obsérvese que si se recuperan las exportaciones primarias, quizás acompañadas con cierta mejora en las manufacturas, el tipo de cambio nominal podría sostenerse. En un contexto de recobro (punta a punta) de los salarios nominales, el salario en dólares podría mostrar para el período diciembre-diciembre una mejora sustantiva de casi 10 puntos porcentuales. La recuperación del salario en dólares no solo promueve una mejora del poder de compra (en especial de importados), sino además una sensación de alivio de la situación personal que impacta sobre las decisiones de gasto, sobre todo de durables, abriendo cierto espacio para incrementar la actividad en los servicios.

Del mismo modo, la política monetaria, que en principio parece ser muy contractiva (y lo fue durante 2018), podría relajarse un poco si la estabilidad cambiaria contribuye a estabilizar los precios, lo que obligará a la tasa de referencia a acomodarse un poco a la baja. Nuevamente, la percepción de un menor torniquete del crédito respecto de 2018 podría dar lugar a cierta recuperación de la demanda de préstamos, que se ha mostrado muy cíclica en los últimos años. En parte, esto podría contribuir a dinamizar la construcción.

Los determinantes de la inflación parecen, entonces, ir en direcciones diferentes, con resultados ambiguos. Políticas macroeconómicas aun contractivas sugieren una demanda relativamente condicionada, pero la percepción de mejora de ingresos reales podría inducir propensiones a consumir más altas que las de 2018. Las tarifas públicas sin duda impactarían sobre los índices en los primeros meses del año y las paritarias, en busca de restablecer lo perdido, podrían presionar al alza los salarios. Pero no es obvio que si el nivel de ventas no se recupera suficientemente haya lugar para un traslado automático de los mayores costos.

Finalmente, los frentes fiscal y externo deberían mostrar cierta corrección. El déficit fiscal primario podría alcanzar el deseado resultado equilibrado, aunque persisten las dudas teniendo en cuenta que la actividad no ayudará mucho a la recaudación, y que se trata de un año electoral con riesgo de no reelección. El déficit externo continuaría su senda correctiva, y se espera -3,0% de déficit para todo el año.

Toda esta narrativa se corresponde con un escenario que etiquetamos como estable. En el próximo artículo explicitaremos las posibilidades de sufrir perturbaciones inesperadas que modifiquen de plano estos pronósticos.

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