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Bélgica, en la cuerda floja

Héctor Rubini 20 diciembre de 2018

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

El contagio de los “chalecos amarillos” franceses a los belgas no se ha detenido, pero ha perdido la fuerza de los primeros dos sábados de diciembre. Este fin de semana las marchas tuvieron relativamente pocos adherentes y la policía detuvo a sólo 60 personas que fueron liberadas. La lista de reclamos al gobierno refleja lo que muchos llaman “ras-le-bol fiscal” o hartazgo impositivo: reducción de los impuestos a los combustibles, rebaja de tarifas de electricidad y agua, reducción de la edad para jubilarse, aumento de jubilaciones y pensiones, mejora de los servicios públicos, aumento del salario real y referéndums como sustituto del Parlamento (más bien como complemento) para la aprobación de nuevas leyes. Además, los jubilados se quejan de una decisión reciente de mover la fecha de pago de jubilaciones del día 8 al 23 de cada mes.

La agenda no ha recibido respuesta satisfactoria del Gobierno, y el descontento ha servido para abrir en el último mes una grieta insalvable entre los partidos de la coalición de gobierno: la independentista Nueva Alianza Flamenca (NVA), el Demócrata Cristiano de Flandes, el de los Liberales y Demócratas Flamencos, y el Movimiento Reformador. El primero ganó las elecciones de 2014 con el 20,3% de los votos, de modo que cerró entonces la coalición gobernante con estos socios, nombrándose como Primer Ministro a Charles Michel, del Movimiento Reformador, francófono.

Anteayer debió presentar su renuncia y no por los reclamos de los “chalecos amarillos” sino por haber adherido diez días atrás en Marrakesh al Pacto de la ONU para una migración segura, ordenada y regular. El mismo, a ser ratificado por la Asamblea de la ONU en enero próximo, fue suscripto por 196 gobiernos en julio de este año, pero despertó la oposición de partidos eurófobos. Según ellos, de adoptarse políticas acordes a dicho Pacto, habrá más flexibilidad migratoria, y mayor presión fiscal para financiar la subsistencia y adaptación de nuevos inmigrantes sin límite preciso de tiempo. Pero omiten considerar, al menos en público, que ese acuerdo no es vinculante. No es mucho más que unos 23 objetivos a lograr a efectos de que el mundo coordine mejor las políticas y administración de los flujos anuales de millones de migrantes y refugiados.

En Marrakesh fue ratificado por 164 gobiernos y se propone evitar la migración irregular e insegura, y facilitar condiciones para coordinar agencias de rescate de migrantes, así como su retorno a sus países de origen. Entre los que se negaron a hacerlo se encuentran Estados Unidos, Israel, Australia, Polonia, Hungría, Bulgaria, Suiza, Italia, Eslovaquia, República Checa y nada menos que Austria, que preside la Unión Europea hasta fin de este año.

Michel viajó el sábado a Marrakesh y adhirió al pacto. Al día siguiente el N-VA se retiró del Gobierno, mientras el ultraderechista Interés Flamenco (Vlaams Belang) convocó a protestas más violentas que las de los chalecos amarillos. El primer ministro resistió dos días: anteayer presentó su renuncia, luego de haber perdido también el apoyo de los socialistas (la segunda fuerza del país) y los ecologistas. A los 42 años de edad terminó así el ciclo del primer ministro belga más joven desde 1841. Cuando el rey Felipe acepte su renuncia, probablemente lo acompañe del anuncio para la semana próxima o la siguiente del nombramiento de un gobierno transitorio (el Parlamento entra en receso durante las Fiestas de diciembre). Junto a esto no se descarta el llamado a comicios regionales, federales y europeos para el 26 de mayo. Otra alternativa sería la de adelantar las elecciones federales.

La extrema derecha belga cierra con un éxito que le da fuerzas para los comicios del año próximo. El pasado 8 de diciembre en una reunión organizada por el partido Interés Flamenco, Marine Le Pen sugirió una coalición en el Parlamento Europeo entre su partido Alianza Nacional, el citado partido belga, la Liga de Matteo Salvini, el PVV de Holanda y otros. El objetivo es el de posicionarse contra la “globalización salvaje” y la “inmigración en masa”. También estuvo presente Steve Bannon, quien se manifestó satisfecho con lo que él llama “movimientos patrióticos”, que empiezan a ganar elecciones, y que reivindica las identidades nacionales que consideran amenazadas por las oleadas de migrantes.

Suena algo extraño para la realidad de este lado del mundo, pero es claro que este año se ha coronado un proceso cada vez más general en buen aparte de Europa de sustitución del anticomunismo de fines de los '80 por la antigobalización. Los más optimistas esperan un salto de 5% a 40% de bancas en el Parlamento Europeo a partir de mayo. Pero habrá que aguardar la reacción del público ante un Brexit sin acuerdo en marzo, cuando los británicos probablemente enfrenten problemas de tránsito terrestre y aéreo, entre otros. Quizás los populistas europeos pierdan cierto predicamento, pero esto difícilmente detenga este proceso de creciente descrédito de los partidos tradicionales, y ascenso de los nacionalistas ultra con un discurso contra la globalización y la inmigración (en especial la proveniente de países islámicos.

Habrá que ver si logran sumar votos para los comicios de mayo, y si el “ensayo” belga se contagia al resto del continente. Golpear en las calles para voltear un gobierno europeo resulta ser más fácil que lo supuesto hasta ahora, y esto es un potencial antecedente de futuras perturbaciones que pueden debilitar seriamente el futuro de la Unión Europea tal como la hemos conocido hasta ahora.

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