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Un Nobel inverosímil

El Premio Nobel de Economía fue entregado hoy a William Nordhaus y Paul Romer, que se dedican a ramas muy distintas y cuyos aportes son cuestionables

08 octubre de 2018

Por Pablo Mira Docente e investigador (UBA)

El Premio Nobel de Economía fue entregado hoy a William Nordhaus y Paul Romer. Quizás por las características de la profesión, las decisiones de los jurados en esta materia suelen sorprender, y esta no es la excepción.

Para empezar, estos economistas se dedican a temas muy diferentes. Nordhaus es un especialista en el análisis económico del cambio climático mientras que Romer ha provisto una teoría muy reconocida acerca de la relación entre la tecnología y el crecimiento de largo plazo. No recuerdo otro año donde las ramas de análisis fueran tan disímiles, y donde la academia sueca lo haya salvado de manera tan poco elegante indicando que el galardón es por sus respuestas a “las preguntas más básicas y urgentes sobre cómo lograr un crecimiento económico duradero y sostenible a largo plazo”.

Pero además, es difícil concluir de sus trabajos que estas preguntas hayan sido eficazmente respondidas. Romer elaboró su modelo sobre la relación entre tecnología, ideas y crecimiento hace casi 30 años. Su artículo inauguró una línea de análisis etiquetada como “crecimiento endógeno”, pero que en la práctica no afectó a las políticas públicas destinadas a lograr el desarrollo, que se concentraron en la liberalización económica y financiera. Es más, en los últimos años Romer no realizó aportes fundamentales bajo esta veta teórica, y se dedicó a criticar algunos vicios teóricos de la profesión macroeconómica, como el abuso de las matemáticas y la profusión de modelos demasiado alejados de la realidad.

En cuanto a Nordhaus, efectivamente se trata de un especialista de primer orden en el análisis del cambio climático. Hay dos temas donde los economistas se han pronunciado respecto del calentamiento global. Uno es la propuesta de gravar con un impuesto al carbón a los que polucionan en función del costo social que provoca. Si bien hay consenso entre los economistas sobre la efectividad de la medida, hay desacuerdos sobre el monto óptimo. El otro punto donde se consulta a los economistas es respecto de la "tasa de descuento", es decir, el cálculo de cuánto queremos crecer (y polucionar) nosotros versus cuánto le dejamos de crecimiento y polución a las futuras generaciones. Aquí el desacuerdo sobre cómo encarar el cálculo es total. Algunos dicen que hay que usar una tasa de descuento que incluya "parámetros éticos", otros que esos parámetros deben estar pero ir desapareciendo con el tiempo, otros que hay que usar tasas de mercado constantes, y otros tasas de mercado decrecientes. En suma, no hay consenso sobre cómo descontar ni sobre cuánto es el descuento.

Nordhaus es un especialista en el análisis económico del cambio climático; Romer ha provisto una teoría muy reconocida acerca de la relación entre la tecnología y el crecimiento de largo plazo

Peor aún, las contribuciones de los economistas para diagnosticar y solucionar este problema (entre los que figura Nordhaus) no han estado exentas de polémica. En el año 2011 el Instituto Ambiental de Estocolmo (tan sueco como la academia que otorga el Nobel) publicó un informe donde retó a los economistas por no seguir el ritmo en el análisis de otros avances científicos en otras áreas sobre el tema. Sus conclusiones: "Lamentablemente, la economía del clima tiende a quedarse atrás de otras ciencias del clima (...). El análisis rara vez retrata los avances más recientes en la ciencia del clima; e incluso incorpora a menudo representaciones simplificadas del conocimiento científico anacrónicas por años, y a veces por décadas. Más aun, la economía del clima a menudo ha sido un obstáculo por la adopción acrítica del marco tradicional de costo-beneficio, minimizando e ignorando los profundos problemas teóricos que plantean la incertidumbre, los impactos intergeneracionales y el cambio tecnológico de largo plazo”.

Un economista muy destacado llamado Robert Pindyck escribió recientemente un artículo donde critica duramente las técnicas utilizadas por los economistas para estudiar el cambio climático. Dice que estos modelos producen una percepción de precisión y conocimiento totalmente ilusoria, y que puede inducir a errores graves de política.

El Nobel de este año no solo es un híbrido difícil de vender sino que es, también, una señal dudosa sobre la verdadera contribución de los economistas a cuestiones tan cruciales como el desarrollo duradero y sustentable del planeta.

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