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El fin de un régimen

Se vienen tiempos tumultuosos y polarizados en el país que dice amar el orden y el progreso

07 octubre de 2018

Por Julio Burdman

Algo comenzó a gestarse desde hace años en la sociedad brasileña. El país comenzó a asomarse a la globalización como una de las grandes economías emergentes y millones de brasileños salieron de la pobreza, pero la crisis recesiva que azota al crecimiento brasileño desde 2014 generó una enorme frustración.

La criminalidad no ha parado de aumentar, y organizarse. Las iglesias cristianas neo-pentecostales se expandieron por todo el territorio, modificando valores culturales y familiares. Jair Bolsonaro logró reunir todos estos espíritus, y culpar al PT de todo. El PT culpable de la crisis económica, de la desmoralización familiar, de la delincuencia en las grandes ciudades.

Pero para Bolsonaro el PT es más que eso. El PT es el sistema brasileño. Es el último escalón de lo que que él identifica como una gran decadencia. Es la partidocracia, la corrupción, el Lava Jato. Sin confrontar con el resto de los partidos, que seguramente se van a tener que sentar a negociar con él, ha hecho del antipetismo una política de la antipolítica. Bolsonaro no viaja a Brasilia a sentarse a conversar con el sistema. Llega para golpearlo y cambiarlo.

Cuando habla al público, o a los periodistas, Bolsonaro grita. ¿No será un preaviso de la forma en que piensa hablarle a la política brasileña? El Lava Jato y Sergio Moro le dijeron basta al presidencialismo de coalición. Al Congreso de los sobresueldos, las negociaciones y todo aquello que parece requerir la política tradicional para funcionar. Con casi 47% en primera vuelta y un esperable triunfo en ballotage, con el respaldo de lo inesperado y de la innovación, con el aura del respaldo de los militares y los policías, Bolsonaro va a imponerle a la política un plan de shock. Un presidencialismo fuerte que va a poner los términos de la discusión. Y no prometió otra cosa que mano dura. Mano dura para el Estado varguista, para la delincuencia, para los traidores al destino manifiesto brasileño.

Bolsonaro llega con la promesa de revisar la matriz de la democracia brasileña de 1985. Su retorno a la grandeza de 1964, de aquellas empresas poderosas, requiere antes que nada la regresión a otro régimen. Los que quieran acomodarse serán bienvenidos, pero todos aquellos que se opongan a la avalancha serán asediados por el nuevo ejecutivo: los partidos, los periodistas críticos, la izquierda cultural. Se vienen tiempos tumultuosos y polarizados en el país que dice amar el orden y el progreso.

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