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Calmando expectativas

Hace varios meses que las autoridades vienen esforzándose para tratar de alinear las expectativas respecto del tipo de cambio

02 octubre de 2018

Por Pablo Mira Docente e Investigador de la UBA

Hace varios meses que las autoridades vienen esforzándose para tratar de alinear las expectativas respecto del tipo de cambio. La tarea no ha es sencilla, como atestigua el hecho de que los policy makers han sido obligados a cambiar la estrategia de política monetaria en más de una ocasión. En esta nota observamos un poco más de cerca algunas dimensiones de las complejidades involucradas en la conformación de las expectativas sobre el precio del dólar.

La primera dificultad tiene que ver con la escasa uniformidad de los actores que forman expectativas cambiarias, en particular de la información de que disponen. Un inversor internacional se maneja con datos globales, de modo que las noticias que afectan sus decisiones de cartera no atañen sólo a lo local, sino también a los shocks que afectan a otros países. Las empresas nacionales grandes podrían gozar del acceso a información más específica. Las más chicas, sin esta ventaja, deben captar información que las ayude a inferir cómo afectará el futuro tipo de cambio a sus costos, a su política de precios, y a su demanda. Para ellos es muy importante el contexto del mercado en el que se desempeñan. Las familias, mientras tanto, procuran informarse para salvaguardar sus ahorros y para no arriesgarlos en demasía.

El segundo elemento para entender las expectativas respecto del dólar tiene que ver con la configuración con la que se disemina esa información. A priori podríamos pensar que los grandes jugadores son “racionales”, pero en la práctica el mundo financiero se ve expuesto a reacciones en manada, porque todos entran y salen al mismo tiempo de determinados activos. Los grandes inversores tienen mucho que perder si tratan de ganar con una estrategia propia y fallan, por lo que suelen apegarse a las “tendencias del mercado”, propagando bruscamente los movimientos de capital. Las firmas con mayor espalda financiera tienen la capacidad de contar con mucha liquidez que deben colocar en activos de corto plazo, y esto hace que sus decisiones sean muy sensibles a las noticias, porque anticipar o no una devaluación puede significar mayores beneficios que los que provienen de su propio negocio. Las pymes y las familias suelen recibir información decantada por el análisis de los medios, a menudo confusa y sesgada hacia las exageraciones. Esto puede significar un timing diferente ante las corridas contra el peso, con las compras minoristas ocurriendo con cierto retardo respecto de las mayoristas.

La tercera complejidad tiene que ver con que tanto la recolección de información considerada relevante como su diseminación pueden modificar su dinámica a medida que se van acumulando eventos negativos. Por ejemplo, la detención del financiamiento internacional a Argentina ocurrida en mayo pasado se produjo mucho antes de lo esperado. Argentina no tenía una relación de deuda a PIB a todas luces explosiva, el déficit fiscal estaba siendo atacado, y varios períodos históricos mostraron situaciones mucho más comprometedoras. Sin embargo, los mercados aprenden, y se anticiparon a una tendencia que estimaron difícil de remontar en el futuro.

Finalmente, debemos señalar que la teoría económica sólo se ha dedicado a estudiar con mayor profundidad las expectativas en los últimos años. Muchos análisis, en lugar de tratar de capturar la verdadera esencia del comportamiento humano a la hora de realizar previsiones, prefirieron asumir durante demasiado tiempo que las expectativas simplemente se formaban “racionalmente”, en muchos casos con el único objetivo de dotar de mayor tratabilidad formal a los modelos. La teoría tampoco ha priorizado la evaluación del comportamiento distinguiendo las características estructurales de la economía, ni su historia. Como consecuencia, el bagaje de instrumentos de que disponen los economistas para tratar casos extremos como el de Argentina puede resultarles insuficiente, obligándolos eventualmente a trabajar con estrategias de prueba y error.

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