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Las claves para evitar una nueva tormenta cambiaria

¿Qué enseñanzas deben extraerse de los sucesos de los últimos meses en Argentina?

Alejandro Radonjic 24 septiembre de 2018

Por Alejandro Radonjic 

Lo ideal es evitar las crisis. Sobran los motivos para impedir los eventos disruptivos: los costos, como se ve por estos días, son enormes y tardan meses, incluso años, en revertirse.

Si no se puede evitarlas, cuanto menos, se deben sacar lecciones para evitar la segunda y, acaso, como planteó el Presidente, sea la última.

El Economista consultó a varios expertos para saber qué se aprendió de la última tormenta y conocer qué sugerencias de políticas se derivan de ella.

Revertir los déficits (tanto fiscales como externos) es clave, así como realizar refomas estructurales, potenciar el ahorro local y tener siempre una mirada macroprudencial

Gabriel Caamaño Gómez Consultora Ledesma

“Hay que enfocarse y priorizar la sustentabilidad de la estabilización, más que la velocidad. Y hay que enfocarse en la cuestión de fondo: las reformas. En la medida en que tengamos un economía más flexible y productiva con cuentas fiscales ordenadas, los grados de libertad y la eficiencia de la política monetaria van a ser mucho mejores. Ergo, vamos a poder enfrentar los shocks de otra manera”, dice Gabriel Caamaño Gómez desde Consultora Ledesma y menciona a las reformas previsional, laboral y regulatoria como los desafíos por delante.

“La crisis te dejó un colchón de cambiario. Salió caro, y ahora lo debemos administrar, porque no será eterno”, agrega y concluye: “Tenemos que plantearnos objetivos consistentes y realistas que no impliquen desacoples en la velocidades de avance de los distintos frentes y secuencias de implementación que tengan en cuenta los ritmos de ajuste de los distintos mercados”.

Martín Vauthier Eco Go y UTDT

“Una vez que los indicadores financieros se estabilicen, me parece que la lección es no volver a generar entornos macroeconómicos que deriven en un aumento no sostenible en los déficit gemelos, particularmente el del sector externo”, dice Martín Vauthier (Eco Go y UTDT). “Por definición, siempre van a existir eventos o shocks locales o internacionales que afecten a la economía, pero la intensidad y magnitud de los efectos va a depender del grado de vulnerabilidad y la dependencia del financiamiento externo”, agrega. “Entre 2015 y 2017, la economía corrigió precios relativos (tarifas), pero aumentó fuertemente el déficit de cuenta corriente, que se duplicó entre 2016 y 2017 y superó los US$ 30.000 M con una combinación de atraso cambiario y alto dinamismo del crédito orientado a compra de bienes y servicios con alto componente importado (autos, motos, electrónica de consumo y turismo)”, dice ante El Economista.

“La lección es no volver a repetir, como ocurrió tantas veces en Argentina, los ciclos de devaluación brusca del tipo de cambio, apreciación excesiva y nuevo salto cambiario”, concluye.

Martín Tetaz UNLP

“Argentina sufrió, básicamente, porque tenía fundametals muy débiles”, dice Martín Tetaz. “Y en una crisis de confianza global, los inversores miraron cuál era el país más vulnerable y resultó ser Argentina”, agrega. El indicador clave de esa vulnerabilidad, dice Tetaz, es la relación entre el déficit fiscal (que es de 7% del PIB sumando Nación, provincias y BCRA) y el ahorro doméstico, que es sólo de 14% del PIB. “Si se nos cerraban los mercado externos y teníamos que financiarnos adentro, no íbamos a poder hacerlo e íbamos a estar en problemas. Allí los inversores se adelantaron, salieron de las posiciones de Argentina y precipitaron la crisis”, señala Tetaz.

“La mejor forma de no sufrir nuevas crisis es reducir tanto el numerador como el denominador de la ecuación. No podemos darnos el lujo de tener déficit altos y deben ser menores que los de nuestros vecinos en la región. Cuanto menos, hasta tener un mercado financiero local desarrollado como el de Chile. Con un déficit de 2% del PIB y un mercado de crédito de 24% del PIB, podríamos darnos el lujo de que se nos corte el financiamiento, pero hoy no se puede. Hay que trabajar en ambos frentes: ser más prudentes fiscalmente y desarrollar el mercado financiero local”.

Agrega Tetaz: “Va a tardar un tiempo, quizás 8-10 años, pero lo importante es comenzar, avanzar y un ítem clave de ese camino es bajar la inflación”.

Alejandro Kowalczuk Argenfunds

Tras la crisis, dice Kowalczuk, podemos extraer varias conclusiones. “La principal es que no hay régimen cambiario ni política monetaria que pueda dar solución al problema de fondo que tiene Argentina: el déficit fiscal. La monetización del déficit y subordinación de la política monetaria a la fiscal nos arrastra a la inflación y, por otro lado, el financiamiento de este desequilibrio mediante colocaciones de deuda en el exterior (dados los montos de colocación de deuda requeridos) y consecuente ingreso de dólares, suele terminar con atraso cambiario, desequilibrios en las cuentas externas, devaluación de nuestra moneda y traslado a precios”, dice.

“La segunda conclusión es que querer sustituir el financiamiento del Tesoro vía adelantos transitorios del BCRA por colocaciones de deuda en exterior no sólo no sirvió para dar solución al problema inflacionario sino que, accionar del BCRA mediante, lo terminó exacerbando a futuro y generando un problema cambiario. El problema aquí fue que los dólares provenientes de las colocaciones no se negociaban en el Mercado Unico y Libre de Cambios (MULC) sino que se operaban directamente con el BCRA. Esto implica que se emitan pesos contra el ingreso de dólares, pesos que luego el BCRA se encargaba de retirar del mercado mediante la emisión de Lebac, lo que comúnmente se conoce como esterilización monetaria. Este proceso tiene un agravante, ya que el Tesoro paga intereses por la deuda colocada en el exterior y también lo hace el BCRA por la emisión de sus letras, con intereses crecientes a medida que el stock de Lebac se fue incrementando y concentrando sus vencimientos en el muy corto plazo”, agrega el hombre de Argenfunds.

Una tercera conclusión, dice, “es que dada la experiencia inflacionaria de nuestro país y el nivel de inflación del que se partía, establecer metas de inflación para contener la escalada de precios no era la política correcta y se debió haber establecido desde un primer momento metas de expansión de los agregados monetarios, como se estaría negociando ahora con el FMI”. En ningún momento las metas de inflación fijadas por el BCRA lograron alinear las expectativas, sentencia. “A su vez, establecer la tasa de política monetaria como herramienta de política, sin existir mecanismos de transmisión suficientes que la tornen una herramienta efectiva, sólo sirvió para armar posiciones de carry trade”, agrega.

“La conclusión final es que las expectativas, en algún momento, deben materializarse”, concluye. “El Gobierno especuló apostando a que Wall Street iba a financiar la transición hacia el equilibrio, sin prestar demasiada atención en los desequilibrios externo de cuenta corriente y fiscal interno. Era también apostar a la suerte. Una mayor expectativa de suba de tasas de la Fed, la guerra comercial de EE.UU.-China, Turquía y los cuadernos, enumera Kowalczuk, hicieron que el optimismo hacia futuro quede opacado por la realidad. “Hoy el mercado quiere resultados concretos y va a monitorear de cerca las variables macroeconómicas, poniendo foco en lo fiscal y en las cuentas externas y cualquier alejamiento de un sendero consistente nos va a volver a pasar factura, incluso antes de que lo haga el propio FMI”, remata

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