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La relación política entre China y la Unión Europea

Los vínculos multidisciplinarios entre la Unión Europea (UE) y Pekín parecen consolidarse en dirección positiva

Atilio Molteni 31 julio de 2018

Por Atilio Molteni Embajador

Mientras la guerra comercial entre Estados Unidos y China avanza incesantemente, lo que agiganta el ya considerable marco de tensiones y rivalidades bilaterales, los vínculos multidisciplinarios entre la Unión Europea (UE) y China parecen consolidarse en dirección opuesta, como si fueran dos caras de una misma moneda y parte de un plan sincronizado. Los hechos parecen bastante aleccionadores. La declaración conjunta que suscribieran el pasado el 16 de julio, en ocasión de la vigésima Cumbre Estratégica Bilateral, enfatiza que China es ahora el mayor destino de las exportaciones de la UE mientras Europa ya es el segundo mercado en importancia de las exportaciones chinas, corrientes que dan sustento a un comercio recíproco de US$ 1.500 millones diarios.

En 2017, la UE exportó a China US$ 198.000 millones y recibió importaciones por US$ 375.000 millones, sin hacer ningún escándalo mercantilista por esa realidad. Esos resultados explican el proceso de alimentación de los insumos que dieron forma al programa que adoptara Bruselas en 2016 (“Elementos para una Nueva Estrategia para China”), donde se enumeran las nuevas oportunidades que se perciben para expandir aún más tales relaciones y multiplicar las fuentes de trabajo europeas, lo que obliga a bregar por la constante y mayor apertura del mercado chino a las empresas del Viejo Continente.

La antedicha declaración bilateral es un claro inventario de las inquietudes comerciales y políticas de las dos partes, donde hay opiniones que no siempre son compatibles con los objetivos y expresiones públicas del gobierno de Donald Trump. En esa última gaveta cabe alinear los siguientes puntos.

Las partes dejaron constancia de su apoyo al Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), suscripto oportunamente con Irán, por considerar que ese texto supone un elemento central para la arquitectura de la no proliferación global y un logro diplomático significativo. Enfatizan esa visión, con el anuncio de que intentan continuar su cumplimiento integral y efectivo. Ello no coincide con los puntos de vista del Jefe de la Casa Blanca, quien cuestionó el aludido texto por considerarlo defectuoso y por representar una presunta capitulación frente a Irán. Tanto es así que, tras cartón, Washington denunció el PAIC, propuso la reconducción de sanciones y el restablecimiento de antiguas penalidades. Ello enfureció a Teherán, donde se alegó que tal accionar responde al objetivo de lograr un cambio de régimen político en esa Nación. Por otro lado, la decisión de Washington rompió el consenso que había permitido imponer las sanciones efectivas internacionales que llevaron a que Irán acepte el PAIC (y esa declaración insinúa de manera reconocible el punto). Sin embargo, la situación de los europeos frente a Washington no es nada fácil, ya que la relación transatlántica padece problemas significativos y sensibles, debido a que sus grandes bancos y empresas no podrán continuar los negocios con Teherán sin ser objeto de sanciones secundarias por parte de la Casa Blanca. Tampoco la ubicación de Bruselas es fácil ante el Líder Supremo Khamenei, quien exige muy claramente ampliar la relación comercial con el Viejo Continente, más allá de la crisis económica de su país. En adición a ello, el escenario creado por Trump facilita el deseo iraní de retomar su programa nuclear sin tener sobre su cabeza las limitaciones impuestas por el PAIC.

Sobre el proceso de paz en Oriente Medio, es claro que tanto China como la UE confirman su apoyo a la solución de dos Estados que tengan aptitud para convivir con paz y seguridad, dentro de fronteras reconocidas internacionalmente, y donde se asigne a Jerusalén la condición de capital, lo que resulta consistente con las resoluciones aplicables de la ONU. En ese asunto la diplomacia actual de Washington desarrolla iniciativas diferentes. Para los europeos existe consenso acerca de que la solución biestatal no sólo es vital para la región, sino que también lo es para la seguridad europea. Para China el tema asume otra intensidad porque intenta desempeñar un papel más significativo en Oriente Medio donde, a diferencia de otros Estados, no tiene un prontuario colonialista ni grandes problemas religiosos, por lo que busca afianzar su seguridad económica, ligada al problema estratégico de su déficit estructural de energía.

Sobre el conflicto con Siria, tanto Europa como China apoyan una solución política fundada en la Resolución 2.254 del Consejo de Seguridad y se proponen aumentar la ayuda humanitaria a la población civil. Este tema es de especial relevancia para la UE, debido a los problemas originados por la amplia presencia de refugiados sirios. Pero dicha resolución quedó obsoleta debido a que el régimen de Bashar Al-Assad sobrevivió, sin que alguien pueda decir lo mismo del estado del país, que está muy dividido por el antagonismo de los sunitas que se ven vencidos por el régimen y los curdos que controlan un sector del territorio. En adición a ello, los rusos, iraníes y turcos tienen distintas prioridades que gravitan seriamente sobre tan complejo escenario. En cambio los israelíes se creen amenazados por el Hezbolá y los iraníes que merodean las Alturas del Golán, en tanto los norteamericanos aún tienen soldados desplegados en Siria que Trump desea retirar lo antes posible.

Por otra parte, la UE y China apoyan los esfuerzos y el Plan de Acción de la ONU para la estabilización de Libia, en el entendimiento de que ello debería efectuarse mediante un proceso de reconciliación inclusivo, dentro del marco del Acuerdo Político Libio y con elecciones a celebrar en 2018, honrando el marco constitucional acordado. Para Bruselas la estabilidad de ese país desempeña una función esencial en Africa, ya que la región del Mediterráneo y sus Estados aportan su capacidad energética y les resulta prioritario administrar con mayor solvencia los flujos migratorios que provienen de esa porción del planeta. Todo ello explica el interés de Bruselas por cooperar en la estabilidad del área, en desarrollar sus instituciones y en la organización del mencionado proceso electoral.

Ambas partes también respaldan una solución pacífica a la cuestión de la Península Coreana, y a los compromisos asumidos en las diferentes Cumbres realizadas, por un lado, entre Estados Unidos y Corea del Norte y, por el otro, entre ambas Coreas entre sí, paquete que incluye la ambición de ver la desnuclearizada integralmente esa región del mundo. Esto es importante al provenir de China, pues la presión de Xi Jinping resulta más que indispensable para que Pyongyang participe con entusiasmo en el proceso ya que, a pesar de las declaraciones positivas de Trump después de su reunión con Kim Jong-un, ese país continúa produciendo material fisionable, lo que no sorprende si se tiene en cuenta que ello transcurre en una etapa muy temprana de este muy difícil ejercicio diplomático y militar.

UE y China decidieron incluir, en la declaración, el compromiso de trabajar juntos y coordinadamente en el proceso de paz en Afganistán, a llevarse a cabo por los propios afganos. China es país vecino de Afganistán y se vincula todo lo que puede en sus proyectos geopolíticos. A su vez Europa mantiene tropas desplegadas en ese país. Los especialistas consideran que allí hoy no existe una solución militar posible. Fueron diecisiete años de intervención con saldo poco favorable. Ante esos hechos, la única manera de terminar el conflicto residiría en ensamblar un arreglo político negociado que involucre al Talibán como parte de una salida diplomática y comprensiva.

La detallada trama anterior indica que la UE advierte la existencia de bloques constitutivos de un nuevo orden global, en el que China aspira y debe tener una participación relevante. Tras casi cuatro décadas de aportes positivos y de participación en gran parte de las instituciones, tratados, reglas y otras actividades multilaterales, su presencia admite status propio. Y si bien hasta el momento se conduce con enorme prudencia y con la premisa de conceder apoyo condicional, ya que en algunos casos no cumple lo pactado, o trata de implementar sus obligaciones pensando en su propia conveniencia, y bajo su propio estilo, el enfoque tiene aceptable racionalidad. Sucede que Pekín analiza cada proyecto como un problema de convergencia de intereses, no de valores estratégicos o visiones compartidas. También la UE debe considerar que, por su carácter multilateral, este nuevo orden de la geopolítica mundial podría limitar las características del creciente poder chino, lo que da material para una futura reflexión.

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