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Apuntes sobre el acuerdo UE-Mercosur

Hay una enorme brecha de competitividad y déficit comercial industrial de Argentina con la Unión Europea

05 julio de 2018

Por Invenómica

Argentina, junto con sus socios del Mercosur, está en plena etapa de definición de un acuerdo comercial con la Unión Europea (UE). Aunque una mayor apertura económica con semejante socio tiene sus claros beneficios incorporados, no se puede soslayar la magnitud de las disparidades existentes entre el bloque europeo y el Mercosur, y particularmente con Argentina.

La compleja dimensión de las diferencias (sociales, económicas, tecnológicas, institucionales y competitividad) se pone en parte sobre relieve en la estructura de la balanza comercial entre el bloque europeo y Argentina. Si bien Argentina tiene un considerable superávit comercial con la Unión Europea en bienes mayoritariamente primarios o con limitado valor agregado (saldo positivo de US$ 6.300 millones en 2017), tiene un desbalance comercial sustancial en el comercio de bienes mayoritariamente industriales (más de US$ 9.000 millones de déficit). El déficit comercial industrial se traduce directamente en un desequilibrio concreto en la demanda de empleo calificado y de tecnología asociada en Argentina.

Argentina está cercana a firmar un acuerdo de reducción arancelaria, entre otras cuestiones, con uno de los principales bloques industriales en el mundo, con gran despliegue tecnológico y con altísimos estándares de competitividad. Tan sólo por señalar un indicador, los países europeos lideran el ranking global de competitividad (por caso, Alemania es la quinta economía más competitiva del mundo, Inglaterra la séptima y Francia la número 21), mientras que Argentina está más cerca de la cola (92 entre 137 países).

Una apertura inteligente al bloque europeo con seguridad generará oportunidades interesantes para el entramado industrial argentino, que deberá encontrar las condiciones contextuales y desplegar habilidades propias para aprovecharlas. Sin embargo, la diferencia de escala productiva y de tamaño de mercado y la gran brecha de competitividad industrial de Argentina frente a la Unión Europea, definen un ángulo de la magnitud de la asimetría y explican el potente déficit comercial industrial argentino, y los riesgos que asume la Argentina al iniciar un proceso de desgravación.

Un acuerdo comercial que incluya un sendero de desgravación arancelaria debe ser analizado desde la perspectiva de la balanza comercial y del empleo. Es fundamental un seguimiento minucioso de los términos del acuerdo UE-Mercosur, resguardando el empleo de calidad y asociando liberación de comercio a requisitos de inversiones, empleo, producción e I&D local.

Un pacto serio requiere necesariamente definir los sectores productivos que serán lastimados y que medidas compensatorias se realizarán para transformarlos y potenciarlos, a los efectos de evitar impactos sobre la capacidad productiva y, fundamentalmente, sobre el empleo. Las definiciones acordadas generarán efectos considerables en el largo plazo.

Se está gestando una alianza comercial con uno de los bloques más competitivos y superavitarios del mundo en el terreno industrial, y no se puede delegar ni en jugadores privados ni en Brasil los términos del acuerdo. Argentina debe liderar y no solo acompañar a Brasil en las negociaciones, que tiene sus propios intereses.

Por su relevancia como generador de empleo industrial, y en sintonía con el persistente déficit comercial externo, el sector industrial no puede ser utilizado como moneda de cambio para obtener alguna ventaja relativa en otro sector.

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