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Arrancó la temporada otoño-invierno

Además de la reducción de la obra pública, el endurecimiento de la política monetaria y la sequía, la pulseada de los salarios contra la inflación completa el combo que debilita la economía

29 mayo de 2018

Por Matías Carugati Economista Jefe M&F Consultora y Florencia Hernández Economista M&F Consultora

La economía empezó a sentir el frío. El Indec informó que el crecimiento fue de apenas 1,4% anual, muy por debajo de los registros previos (4,2% en enero y 5,0% en marzo). En términos mensuales, el nivel de actividad cayó por segundo mes consecutivo, aunque habrá que seguir de cerca las próximas publicaciones ya que los cálculos desestacionalizados típicamente se corrigen con el dato nuevo. La mayoría de los sectores (10 de 15) continúan en expansión, aunque un buen número de éstos muestra señales de desaceleración (8 de 10). Los restantes directamente están contrayéndose, siendo el caso más notorio el del agro, que empezó a sentir el impacto de la sequía. Si bien se esperaba que la economía perdiera impulso, el golpe acaso llegó antes de lo anticipado y en forma más profunda. Además, el panorama hacia delante no es alentador, dada la combinación de sequía, devaluación, aceleración inflacionaria, tasas de interés elevadas y recorte de obra pública.

Los motores pierden fuerza. Los datos de industria y construcción anticipaban un marzo más complicado en materia de actividad. La producción de manufacturas se desaceleró (su crecimiento bajó de 5,3% anual a 1,2%), en parte por la base de comparación y en parte por problemas de los bloques más ligados al mercado interno. En el caso de la construcción, tanto las cifras oficiales como las del sector privado mostraron menor dinamismo. La cuestión de la base de comparación también incidió en este sector.

La poca información que se cuenta para ambos sectores es positiva, pero la situación no es del todo alentadora. La economía brasileña está perdiendo empuje y las expectativas se han deteriorado, lo cual es malo para una industria local ya debilitada por las complicaciones de la demanda interna. Por otra parte, resulta esperable que la devaluación y el endurecimiento crediticio afecten a la construcción de forma directa (costos y financiamiento) e indirecta (vía mercado inmobiliario). Y la decisión del Gobierno de acelerar el ajuste fiscal cortando (entre otras partidas) obra pública también será un factor negativo de peso. El desenlace de los proyectos de inversión PPP podría amortiguar algo el golpe. Veremos.

El pronóstico para los próximos meses anuncia un clima aún más frío. Además de la reducción de la obra pública, el endurecimiento de la política monetaria (que Federico Sturzenegger dio a entender se mantendrá por un tiempo) y la sequía, la pulseada de los salarios contra la inflación completa el combo que debilita la economía. Con salarios creciendo al 15-20% y una inflación que, en el mejor de los casos, puede terminar el 2018 en torno al 25%, el poder adquisitivo de los trabajadores va a perder la carrera contra los precios. Algo similar ocurrirá con las jubilaciones y subsidios familiares. De este modo, el dinamismo que había caracterizado a la actividad en el primer bimestre ya empezó a desvirtuarse. El Gobierno proyectaba un crecimiento en torno al 3% para este año, pero, tras las turbulencias cambiarias, el propio Nicolás Dujovne reconoció que habrá más inflación y menos crecimiento. Más rápidos de reflejos, los analistas del sector privado, que venían recortado sus proyecciones, volvieron a ajustar los cálculos a la baja, previendo un crecimiento de 1-2% para este año. Claro que ello dependerá de cómo asimile la economía el cimbronazo cambiario, de lo que pueda hacer el Gobierno para controlar los daños, de la “confianza del mercado” y de los términos del acuerdo con el FMI.

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