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El metro cuadrado y el mundo

El PRO necesita llenar el vacío entre la satisfacción del metro cuadrado y la retórica del mundo

Carlos Leyba 23 marzo de 2018

Por Carlos Leyba 

La macroeconomía PRO puso al desnudo los problemas de no tener un comando unificado. Problema que no se reconoce no tiene solución. La Jefatura de Gabinete, que funge como coordinación, es un comando más.

A veces vemos en la Ciudad automóviles con doble comando, uno para el profesor y otro para el alumno. No es este el caso.

El doble o triple comando de la macro PRO no revela situación de aprendizaje en la que hay un conductor verdadero, sino la búsqueda por tanteo de una conducción equilibrada. Condición necesaria, aunque no suficiente, para una política equilibrada.

“Tatonnement” (tanteo) es la expresión con la que el padre del liberalismo económico León Walras (1834-1910) describió el tránsito de prueba y error en el que, las economías de libre mercado (el remate y la puja entre oferta y demandan) arriban al equilibrio y , consecuentemente, a la estabilidad de precios.

El equilibro brinda estabilidad. Pero no toda estabilidad es signo de equilibrio. Por ejemplo, la estabilidad lograda por el mecanismo de la deuda (el proceso de la Convertibilidad es un ejemplo) acumulaba un formidable desequilibrio.

El equilibrio de las variables económicas puede generar estabilidad. La estabilidad no puede por sí generar equilibrio.

Centrarse en la estabilidad sin trabajar el equilibrio es comprar tiempo. Nada más. Los desequilibrios finalmente desestabilizan. Veamos. La búsqueda de la estabilidad, a través de la herramienta monetaria de la tasa de interés, liderada por Federico Sturzenerger recibió un sosegate de la Jefatura de Gabinete. Después ocurrió una tibia reducción de la tasa de interés.

No tirar tanto de la soga (tasas reales altas) como para no sólo frenar los precios (en realidad sólo la intención) sino generar la desaceleración de la economía (lo que sí ocurrió).

Hubo una suerte de abandono de la “política de metas”: la misma se extingue cuando las metas cambian. Volantazo 1.

Luego un movimiento en el mercado cambiario que provocó un alza del tipo de cambio que, dada la estructura productiva dependiente de la importación, dio lugar a un nuevo e inesperado impulso inflacionario. La elasticidad importación a PIB de 2017 fue 5. “Aquí y ahora, crecer es importar”.

El Volantazo 2 fue el abandono de la libre flotación y vender dólares para alimentar el apetito de fuga.

De la libre flotación a la nunca bien ponderada “ancla cambiaria” para el dólar y la inflación. El argumento es el “poder de fuego” de las reservas del BCRA.

El endeudamiento en dólares (acumula reservas), cuya razón es financiar el gradualismo en el manejo del déficit fiscal, contribuyó a “planchar” el dólar a pesar de la fuga de US$ 22.000 millones en 2017 acompañados por US$ 12.000 millones de saldo neto de turismo. Nada nuevo. Pero dio lugar al Volantazo 3. El ministro, Luis Caputo, viajó a la meca para informar que, en 2018, nos endeudaremos en pesos indexados: más tasa real en dólares.

¿Esta estabilidad del tipo de cambio es la consecuencia de un equilibrio en las relaciones con el resto del mundo? Déficit comercial, aumento de la deuda externa y tasa en dólares que mas que duplica la tasa de crecimiento del PBI acompañada de estancamiento de las exportaciones. ¿Equilibrio? El déficit de la cuenta corriente del balance de pagos asciende a 5 puntos del PIB mientras que el déficit fiscal suma 6 puntos del PIB.

Nada nuevo en que el dólar está barato. “Si conviene comprar es porque no conviene vender”, dice el cambista.

La macro PRO es tanteo y es la consecuencia lógica de tener doble o triple comando.

La contestación oficial es que la economía creció, cierto; que la inflación no subió, cierto; que el desempleo no aumentó, cierto; y que nadie pronostica una estampida, una “crisis macha” como las que hemos atravesado en las últimas cuatro décadas. Cierto.

Pero ? más allá de la grieta política que todo lo emponzoña ? los que miramos sin vendas en los ojos, vemos rajaduras y filtraciones económicas que siempre que aparecieron, más tarde o más temprano, nos trajeron más problemas que los que teníamos.

Las rajaduras son la fuga persistente, la venta de dólares oficiales para que las compras no provoquen el alza de la cotización y el horizonte de la deuda (dólares o pesos indexados) como solución universal.

Para el gobierno no es un problema. Y ese, justamente, es el problema.

Apoyado en Christine Lagarde para quien “los dos primeros años del gobierno de Macri han sido asombrosos”; el presidente del BCRA ha dicho “Tenemos un nivel de deuda bajísimo y por eso no me preocupa”.

Déficit gemelos de gran tamaño, inflación del 25% anual y crecimiento de 2,9% que lleva el nivel del PIB al que tuvimos en 2015. El PIB por habitante ha caído en dos años de gobierno y la deuda externa aumentó. Menos producto y más deuda por habitante. Hasta ahí la macro del tanteo.

¿Qué del largo plazo? La visión PRO está focalizada en dos puntos extremos instalados en un inmenso vacío.

Por una parte, el “metro cuadrado” y, por la otra, “el mundo”. Flotan en un espacio vacío. No escuchamos nada acerca de cómo se unen esos puntos.

El “metro cuadrado” es solucionar “los problemas de la gente”, “la cuadra de su casa, la luz pública, la escuela de su hijo, si cree que va a estar mejor” (sic). Por eso el timbreo y la obra donde está “la gente”.

El metro cuadrado es el que genera votos. Trabajando el metro cuadrado el gobierno “gestiona”. El “metro cuadrado” es uno de los pilares PRO.

Para los “analistas” próximos al PRO “en la campaña 2015 Cambiemos vio una construcción aspiracional de la lejanía: soy rico, soy flaco, descanso en estancias, me voy de vacaciones al Sur, vos podes llegar a ser como nosotros”(sic). Presente y futuro del metro cuadrado.

Paradoja. Esta focalización en el metro cuadrado conecta con la que ha sido, desde la realización del programa de Carlos Menem, la transformación del peronismo que también se focalizó en una suerte de “metro cuadrado” sin nada de la construcción aspiracional del PRO.

Hasta Menem el peronismo reconocía “su” columna vertebral en el movimiento obrero. Desde Menem “la” columna vertebral paso a ser la de los intendentes del conurbano. La preocupación del movimiento obrero es la ocupación, la producción y la distribución primaria del ingreso. La del intendente del conurbano es el subsidio y la distribución de los recursos públicos para contener la presión social. Aquella es la columna de la producción, esta de la necesidad.

La necesidad es el equivalente “popular” del metro cuadrado que concierne a los sectores medios. Ambas, el metro cuadrado y la necesidad, están divorciadas de la cuestión productiva.

El otro extremo de la visión PRO es la “integración al mundo”, la apertura económica disciplinatoria, porque inducirá a la mejora.

La “integración al mundo”, a nivel país es ser aceptados en la OCDE; a nivel Mercosur es firmar cuanto antes un acuerdo de libre comercio con la UE, aún aceptando un planteo desequilibrado. La “revolución PRO” es “metro cuadrado” más el “mundo”.

El metro cuadrado es el Metrobus, el rediseño de la Avenida Corrientes, US$ 2.500 millones para la estación de transferencia del Obelisco, el soterramiento, Pepe rompé. Millones de toneladas de cemento. ¿Prioridades?

En el otro extremo la suscripción de solicitudes a los clubes de los países desarrollados, cumplir sus condiciones, abrir mercados, compras públicas, denominaciones de origen, etc. ¿Consecuencias?

¿Cómo es el tránsito PRO desde el “metro cuadrado” al “mundo”? El Kirchnerismo predicaba la “integración latinoamericana”, pero tampoco había diseñado ni transitado un camino consistente de la “columna vertebral del conurbano a base de subsidio” a la integración latinoamericana.

El kirchnerismo cultivó, con mucha suerte, la primarización de la economía que le permitió importar industria, hasta que el viento de cola tornó en de bolina. Pero de diversificación del aparato productivo ni hablar. Especialización, que es lo que manda la naturaleza, y no el desarrollo que es la política mayúscula.

El giro PRO no es esencialmente diferente, es idéntico cuando procura el salto del metro cuadrado al Mundo. Más especialización, en las palabras de Mauricio Macri ? al igual que Daniel Scioli? es “turismo”, una variante fotográfica de la naturaleza, más minería, energía, viento, sol. Un programa de especialización dictado por la naturaleza, no por el desarrollo.

El PRO y el kirchnerismo, han manifestado tener en común escasa vocación (o capacidad) para pensar más allá del metro cuadrado ( o de la ayuda humanitaria al conurbano), en los términos expuestos; o más allá de la retórica de la integración latinoamericana o la integración al mundo, tener siquiera un atisbo de una carta de navegación que necesariamente implica un programa de desarrollo productivo.

La economía de un país, el equilibrio de una Nación, no es la suma de metros cuadrados, ni la imprescindible solidaridad. No hay integración posible sin previa transformación productiva.

La mitad de los menores de 14 años son pobres. Las familias pobres tienen 4,3 hijos por pareja. Los no pobres 2. El crecimiento poblacional de los pobres es 5 veces el de los no pobres (J. C. Parodi). Cada 1% de crecimiento del PIB implica 5% de crecimiento de las importaciones.

Son problemas estructurales que hacen imposible el crecimiento y la mínima dignidad moral de la sociedad, sin una profunda transformación estructural que cree trabajo productivo y que garantice distribución primaria. Equilibrio de la Nación de la que deriva la estabilidad sustentable.

Juntemos las partes. La macro PRO debe resolver el problema de la conducción coordinada. El tanteo macro vigente generará creciente incertidumbre.

Pero fundamentalmente PRO necesita llenar el vacío entre la satisfacción del metro cuadrado y la retórica del mundo. Ese vacío es el desarrollo productivo. Sin él, el metro cuadrado es insostenible y la integración al mundo incrementará los desequilibrios sociales. En la carencia son idénticos a los K. ¿Cambiamos?

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