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Paso a paso fiscal

A pesar de la buena performance, la situación fiscal continúa siendo de suma fragilidad

19 enero de 2018

Por Matías Carugati Economista JefeM&F Consultora

El Gobierno cumplió con la meta fiscal.

La publicación de los datos de diciembre dejó al 2017 con un déficit primario de 3,9% del PBI, frente a la meta de 4,2%. A pesar de la reducción en la presión tributaria y la devolución de fondos a las provincias, los ingresos del Estado (netos del blanqueo) aumentaron en términos reales. Precisamente lo contrario ocurrió con los gastos, cuyo aumento nominal quedó por detrás de la suba de precios. Ello sucedió por segundo año consecutivo, con elecciones de por medio y con la economía creciendo y la inflación bajando (aunque no tanto como el gobierno pretendía). O sea, sin crisis alguna.

La dinámica del gasto muestra, en cierto sentido, las prioridades del Gobierno.

A nivel general el gasto público cayó, tal como mencionamos. Ahora bien, las prestaciones sociales (jubilaciones, asignaciones y planes sociales) aumentaron 37% anual, bien por encima de la inflación. En tanto, el gasto en personal se movió a la par de los precios (25%). Por su parte, las transferencias discrecionales a provincias aumentaron por debajo de la inflación (12%), reflejando el hecho de que los gobernadores ahora perciben más fondos por canales automáticos (coparticipación). Los gastos de capital también crecieron menos que la inflación, pero con disparidades según el rubro (educación, transporte y agua se expandieron, mientras que vivienda no). Donde sí hubo un fuerte recorte es en materia de subsidios tarifarios, que cayeron incluso en términos nominales (-12%).

Como era de esperar, las críticas respecto al desempeño fiscal no se hicieron esperar.

La principal refiere al ensanchamiento del déficit financiero (de 5,9% a 6,1% del Producto), debido al aumento en la cuenta de intereses (+71% anual). No es que el gobierno no deba mirar este último resultado, pero tampoco puede hacer mucho para modificarlo. El gradualismo fiscal implica reducir el rojo poco a poco, aprovechando la capacidad de endeudamiento que tiene el país para financiar la transición. Si el déficit primario se achica “paso a paso” la deuda pública va a aumentar, y lo más lógico es que también lo haga el costo (promedio) al cual se financia el Estado. En otras palabras, la cuenta de intereses (y el ratio deuda-PBI) va a subir antes de empezar a bajar. Pero si se cumplen las metas y el contexto acompaña (gran supuesto), en un futuro no tan lejano la situación se va a estabilizar primero y mejorar después. Quienes se preocupan y piden achicar el resultado financiero, lo único que están reclamando es por un ajuste fiscal más rápido, lo cual a esta altura no hace falta explicar que es cuasi imposible por cuestiones político-sociales.

De todos modos, el panorama fiscal luce sumamente desafiante.

Para 2018, el gobierno se planteó un objetivo de déficit fiscal primario de 3,2% del PBI, o sea, un recorte de 0,7 puntos respecto al resultado del año pasado. Es cierto que la reforma tributaria y el pacto fiscal con las provincias implican un costo para el Estado Nacional. Ahora bien, la transferencia de utilidades del BNA, la reforma previsional y el impuesto especial del Revalúo Impositivo ayudarían a compensarlo. Teniendo en cuenta, además, que el gobierno pretende avanzar con una reducción de la presión tributaria, el cumplimiento de la meta descansará en lograr recortar el peso del gasto en el PIB. En este sentido, la recomposición tarifaria es clave para alcanzar el objetivo fiscal, aunque complique (aún más) el proceso de desinflación.

A pesar de la buena performance, la situación fiscal continúa siendo de suma fragilidad.

El déficit primario del año pasado está entre los más altos de los últimos 60 años. Incluso si se cumplen las metas fiscales, el (¿único o primer?) mandato de Mauricio Macri terminará con un desbalance históricamente elevado. Esto deja a la economía expuesta a shocks externos, lo cual tampoco es ninguna novedad. Que el contexto internacional sea hoy favorable no es razón para la complacencia. Todo lo contrario. El gobierno acaso debería aprovecharlo para acelerar (dentro de lo posible) la consolidación fiscal, desarrollar un mercado financiero doméstico para depender menos de la voluntad (caprichosa) del crédito externo y sentar las bases para un crecimiento sostenido que facilite la resolución de un problema al cual estamos históricamente malacostumbrados.

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