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Diagnóstico, triunfalismo y la nueva meta de 15%

La inflación lleva la misma velocidad crucero que viene arrastrando hace más de una década

12 enero de 2018

Si se mira una seria más o menos larga, observa que la inflación no ha bajado y lleva, décimas más o décimas menos, la misma velocidad crucero que viene arrastrando hace más de una década. ¿Qué pasó y por qué Cambiemos no ha podido vencer la “maldita inflación”?

Ayer, las redes fueron un terreno fértil para las explicaciones. La más leída fue que se están corrigiendo los precios relativos: dólar y tarifas. Mientras eso suceda, la inflación no va a bajar, más allá de que Federico Sturzenegger ponga la tasa en las nubes o Cambiemos declare que la inflación es un cáncer.

https://twitter.com/ralbrieu/status/951526886332657665

Resulta una visión algo más complaciente con el Gobierno y sugiere que la inflación no baja porque se están persiguiendo, en el corto plazo, otros objetivos (bienvenidos, por cierto), pero contrapuestos con la mágica desinflación propuesta por el Gobierno: por caso, subir tarifas para bajar el déficit.

Cabe allí una crítica para Cambiemos porque sabía que el dólar y las tarifas subirían, pero se equivocaron (o quizás fue una “mentirilla” electoral) en su diagnóstico: pensaron (en 2015) que la economía ya se movía según el “blue” a $15 y, segundo, pensaron, muy inocentemente, que algunos precios iban a bajar cuando subieran las tarifas por el famoso equilibrio general. ¿Debió moderar sus pretensiones desinflacionarias o debió moderar sus otros objetivos para desinflar más rápido? No hizo ninguna, y el BCRA perdió credibilidad con sus metas incumplibles y jamás pudo anclar expectativas.

También están quienes creen que la inflación no baja porque las cuentas públicas siguen desequilibradas. Más allá de que la “maquinita” ya no opera como antes, los agregados monetarios crecen porque el BCRA debe comprar los dólares que consigue Finanzas para financiar el colosal agujero fiscal. El Gobierno también lo sabe, y por eso insiste con la necesidad de sanear las cuentas públicas, pero el gradualismo fiscal es incompatible con la ansiedad monetaria.

El relajamiento de la meta luce saludable porque evita los costos colaterales de perseguir un target imposible y transmite un mensaje público más certero sobre las complicaciones de derrotar la inflación. Pero, atención, cumplir la meta no es bajar la inflación sino correr el arco.

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