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Ajuste del desequilibrio externo

Destacados economistas describen el delicado desequilibrio del sector externo de la economía argentina, fruto del hipergradualismo fiscal con que se desenvuelve el Gobierno de Mauricio Macri

17 octubre de 2017

Por Jorge Bertolino Universidad Nacional de Rosario

En notas recientes, destacados economistas describen el delicado desequilibrio del sector externo de la economía argentina, fruto del hipergradualismo fiscal con que se desenvuelve el Gobierno de Mauricio Macri. Allí se menciona, con acierto, que las exportaciones están estancadas y las importaciones crecen fuertemente,  provocando un preocupante déficit comercial. A ello se suma la negativa balanza de servicios, ya que son crecientes los giros por turismo, fletes, regalías, dividendos e intereses.

Este creciente desfase está siendo financiado con el ingreso de divisas producto del endeudamiento público y privado que, como es lógico suponer, tiene un límite, y no puede ser utilizado como fuente permanente de financiamiento de los desequilibrios externos.

Luego se plantean dos visiones contrapuestas sobre la sustentabilidad del esquema descripto. Una visión optimista, la oficial, y otra apocalíptica, la de los críticos que ven una futura crisis del sector externo.

Aunque no se lo diga allí, esta última implicaría una feroz devaluación (o depreciación para ser más estrictos, puesto que el primer término se utiliza para el caso de tipo de cambio fijo y el segundo para el tipo flexible), una llamarada inflacionaria, pérdida de poder adquisitivo de los salarios, disminución del consumo, recesión y, por esa vía, aumento de los saldos exportables para paliar el faltante de divisas.

La gravedad de éstos últimos supuestos acontecimientos futuros ameritan un cuidadoso análisis complementario a lo expuesto por los autores de las notas mencionadas. Aquí veremos las diferentes alternativas de gestión por parte del Gobierno que podrían o no desencadenar el indeseado escenario descripto anteriormente.

La visión oficial

El Gobierno confía, siempre según las notas mencionadas anteriormente,  que el sector externo mejorará en los años venideros como consecuencia de:

La disminución paulatina del déficit del sector público, que implicará reducir fuertemente la necesidad de financiarlo con endeudamiento externo.

Un fuerte salto exportador de gas proveniente de Vaca Muerta.

Una disminución del déficit de la industria automotriz, fruto de mejoras en la integración de piezas locales, mayor productividad y competitividad.

Una mejora en las exportaciones de carne y sus derivados.

Un mejor panorama del turismo receptivo.

En este esquema, luego del 2020, el endeudamiento externo comienza a decrecer respecto del  tamaño de la economía, tornando sustentable y creíble el modelo.

La visión crítica

Según la segunda opinión, aunque no sea necesario financiar externamente el déficit fiscal, igual persistirá el desequilibrio externo como consecuencia del rojo comercial y de servicios, ya que las exportaciones podrían no dar el salto esperado por el Gobierno y continuaría, además, la tendencia hacia la dolarización de portafolios de los inversores argentinos.

Sin un ingreso de capitales compensatorio, habrá un ajuste por tipo de cambio, importante e inquietante.

Análisis complementario

El escenario apocalíptico es altamente improbable. La conjunción de acontecimientos negativos  que debería presentarse para que este fuera posible es realmente impensable y no debería generar una desmedida preocupación. Algunos elementos dependen del accionar oficial y otros, del contexto internacional. No obstante, si bien es improbable que todos los factores negativos se presenten juntos, no es imposible que alguno de ellos sí lo hagan. En este punto es menester destacar la importancia de que se cumplan las promesas oficiales de otorgar consistencia macroeconómica a su accionar futuro, para evitar que lo improbable se torne posible.

El escenario favorable necesita el cumplimiento estricto de la promesa de reducción gradual del desequilibrio fiscal total (Nación, provincias y municipios, más déficit del BCRA), que alcanza actualmente un nivel de aproximadamente 8% del PIB hasta llegar, en pocos años, si no al equilibrio, por lo menos a un déficit no mayor  a 2% del PIB, que es el máximo financiable sin graves desequilibrios inflacionarios para el tamaño actual del mercado de capitales argentino.

El apocalipsis sobrevendría únicamente con la continuación de los desequilibrios actuales o su insuficiente reducción a niveles de 5-6% del PIB. A esto podría agregarse una total inacción en la corrección de desequilibrios estructurales en el mercado de trabajo, de riesgos laborales, de sobrecostos impositivos, logísticos y de infraestructura, para los que el Gobierno dice estar trabajando fuertemente a fin de provocar reformas expeditivas en los próximos meses y años. Si a estos supuestos se agregaran un hoy improbable incremento desmesurado de las tasas de interés internacionales, más una también improbable recaída recesiva en la economía de nuestro vecino Brasil, el panorama se tornaría desolador, y la inacción en el flanco fiscal y de reformas estructurales resultaría altamente costosa.

Un futuro mejor

Para los que presagian la crisis, ésta es inexorable, y nada puede hacerse para evitarla. Si bien no se explicita la cadena causal, sí es posible hacerlo para un escenario intermedio, en el cual se corrigen los desequilibrios fiscales y estructurales.

La sustentabilidad del sector externo provendrá de la mejora gradual del tipo de cambio real, lo cual generará un aumento generalizado de las exportaciones argentinas y la eliminación del déficit de balanza de pagos.

El tipo de cambio real puede estimarse como el cociente entre el nivel de precios internacionales (medidos en pesos, es decir, multiplicándolo por el tipo de cambio nominal) y el nivel de precios nacionales.

Para que se incremente el tipo de cambio real, debe ocurrir que aumente el tipo de cambio nominal sin que se modifiquen los precios internos (no debe haber traspaso a precios del aumento del dólar) o bien que bajen los precios internos sin que se modifique el tipo de cambio nominal. Debido a la rigidez que introducen los contratos, la inflexibilidad de los precios a la baja torna improbable la segunda alternativa. En cambio, la primera, aumento nominal del dólar sin traspaso a precios tiene una probabilidad de ocurrencia elevada. Para comprender la lógica del proceso nos enfocaremos en dos miradas complementarias: una al mercado de divisas y la otra al proceso de formación de costos y precios a nivel macroeconómico.

Mercado de cambios

La disminución anual del déficit fiscal consolidado en dos puntos del PIB implicaría una necesidad de financiamiento externo U$S 10.000 menor cada año. Un sólo punto por año es insuficiente, y no asegura el éxito del programa, en cuanto a evitar fluctuaciones indeseadas en la actividad y el eventual fracaso de toda la estrategia de estabilización.  El Tesoro y el BCRA dejarían de vender este monto en el mercado, disminuyendo significativamente la oferta en el mismo.

La demanda de dinero juega en este esquema a favor ya que su aumento, consecuencia de mayor confianza, mayor actividad y menores tasas de interés implicará que el BCRA tenga  la necesidad y la obligación de comprar divisas para atender este genuino incremento en la necesidad de liquidez de la economía. Esto significa un aumento en la demanda en el mercado de divisas. No se trata de emisión inflacionaria puesto que surge de la necesidad de recomponer el nivel de activos monetarios necesarios para financiar la actividad económica, ahora mayor. Se incrementan las reservas del ente monetario, en el activo, y se incrementa el circulante, en el pasivo.

En síntesis, la suma de la disminución de la oferta y el incremento de la demanda en el mercado de cambios sólo puede implicar una mejora paulatina en el tipo de cambio nominal, que no se trasladará significativamente a precios por las razones que esgrimiremos en el apartado siguiente.

Formación de precios

El tipo real de cambio no es una variable nominal. Es una relación entre precios de bienes en mercados extranjeros y locales. Surge instantánea y conjuntamente de las decisiones de producción, inversión, consumo y exportación de millones de agentes económicos que anónimamente y sin proponérselo determinan simultáneamente el nivel de todas las variables que intervienen en los distintos procesos económicos. Es por este motivo que resultan infructuosas las intenciones distributivas y de modificación de precios relativos efectuadas con voluntarismo y sólo apelando a variaciones nominales, puesto que el traslado a precios de las modificaciones propuestas vuelve a dejar las variables, luego de un proceso transitorio de ajuste,  en el mismo nivel real anterior. Todas las variables aumentan en igual proporción, y nada cambia, en términos reales.

En cambio, cuando se producen modificaciones genuinas y duraderas en el nivel de alguna variable que  es determinante de otra, el ajuste de la segunda es también genuino y duradero. Tal es el caso del tipo real de cambio que estamos considerando. Su determinante principal es el nivel general de costos de la economía que, a su vez, depende de la productividad agregada de los distintos sectores  que la componen, y del costo de los factores que no dependen de las decisiones de producción como, principalmente, la presión impositiva total de la economía.

Domingo Cavallo, en su libro “Volver a crecer” (1984) sentó las bases de un importante teorema económico: el gasto público (o igualmente, la recaudación impositiva, impuesto inflacionario incluido) es la inversa del tipo de cambio real.  Debe razonarse de la siguiente manera: la presión impositiva es un costo para las empresas. Mientras más alta sea, mayores serán los precios de los productos y servicios ofrecidos. Comparando estos mayores precios con los internacionales, puede observarse un menor tipo real de cambio. La inversa también es cierta: una disminución de la presión impositiva disminuye los costos y mejora el tipo de cambio. Este es el proceso que describe el escenario intermedio, que describimos anteriormente, con baja del déficit fiscal, acompañado de menor presión fiscal y reformas estructurales para bajar costos empresarios y hacer más rentable la producción.

Finalmente, volviendo al mercado de cambios, la menor oferta y mayor demanda hará subir el tipo de cambio nominal, pero la paulatina mejora en los costos por menor presión fiscal introducirá presiones deflacionarias que evitará que esta variación se traslade a los precios. Como puede observarse, hemos descripto una mejora en el tipo de cambio real, que es lo que nuestra economía necesita para ingresar en un sendero sostenible de crecimiento genuino de las exportaciones, mejora de la balanza de pagos y eliminación del peligro de ocurrencia del escenario apocalíptico del que habláramos anteriormente.

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