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Un 2016 decepcionante para la actividad

19 diciembre de 2016

por Gabriel Caamaño Gómez (*)

Unos de los signos de este ya casi concluido 2016 fue el deterioro sostenido de las expectativas de crecimiento para el presente año y el próximo. Lo dicho fue cierto tanto para el punto de inflexión y la magnitud de las variaciones esperadas para el PIB como, también, para el patrón de recuperación/ crecimiento.

Los números

Respecto de lo primero, si nos guiamos por la última versión (noviembre 2016) del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) elaborado por BCRA, podemos observar que la expectativa promedio de variación pasó de -1,3% real en junio de 2016 a -2,3% en noviembre. Es decir, se deterioró en un punto porcentual en sólo cinco meses.

A principios de 2016, el propio Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas había alentado una expectativa de que el nivel de actividad cerrará el año con una variación promedio anual entre 0% y -1%. En tanto, que en el propio mensaje de remisión de la Ley de Presupuesto 2017 (ingresó al Congreso a mediados de septiembre) figura una previsión oficial de -1,5%. Es decir, en poco más de nueve meses la previsión oficial se deterioró entre 0,5 y 1,5 puntos porcentuales.

En el caso de la expectativa de crecimiento del PBI para 2017, siempre siguiendo al REM del BCRA, el ritmo de deterioro ha sido mucho menos marcado, ya que la misma pasó de 3,2% a 3% real anual. En tanto que el mensaje de remisión de la Ley de Presupuesto 2017 previó oportunamente un alza de 3,5% real anual.

En lo que se refiere al punto de inflexión, la expectativa alentada por la misma conducción económica respecto de una recuperación perceptible del nivel de actividad local ni bien se iniciara el segundo semestre, además de errada, resultó ser contraproducente. En particular, por ahora, ni junio, ni julio, ni agosto, ni septiembre fueron piso para el PIB y todos los analistas estamos haciendo nuestros propios cálculos y esperando los datos del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec de noviembre de 2016 para ver si podemos empezar a ilusionarnos con que octubre lo haya sido. Y, como no basta con un solo mes de variaciones mensuales positivas, necesitamos que el movimiento además de insinuarse, luego se sostenga.

El 2017 Respecto de la cuestión del patrón de la expansión, vale la pena subrayar que hacia principios de años y luego de las primeras medidas tomadas por el Gobierno la expectativa respecto de cuáles iban a ser los tractores del nivel de actividad, mirando desde el punto de vista de la producción, giraba en torno a los productores de bienes y servicios transables, en general, y la agroindustria en particular. En tanto que, observado del lado de la demanda, se apostaba al impulso de las exportaciones y la inversión productiva.

Transcurridos doce meses ese panorama cambió drásticamente pues ahora las expectativas se centran en la tracción que brindará la recuperación de la demanda interna vía consumo privado no durable y semidurable e inversión pública. En tanto, por el lado de la oferta, si bien no se duda de la recuperación de los niveles de producción de buena parte de la agroindustria, si se espera que su capacidad de derrame sobre el resto de la economía sea mucho menor, dados márgenes que volvieron a deteriorarse perceptiblemente. En consecuencia, vuelve a otorgársele la posta a la construcción (obra pública) y a los bloques industriales que pueden beneficiarse de la recuperación del consumo privado.

Dicho todo lo cual, vale la pena preguntarse sobre las razones detrás de ese progresivo desencanto. Al respecto, creemos que la explicación recae en buena parte en los tres puntos complementarios que desarrollamos a continuación. Los cuales, obviamente, no agotan toda la cuestión.

Excesivo optimismo inicial de los hacedores de política económica. Claramente la conducción económica subestimó la profundidad y alcance de los desequilibrios macroeconómicos heredados y/o sobrestimó el efecto positivo del shock de medidas correctivas iniciales y la velocidad de ajuste de los distintos mercados involucrados. En consecuencia, la respuesta del nivel de actividad local estuvo muy por debajo de la esperada.

Deterioro del contexto externo. La recuperación de nuestro principal socio comercial (Brasil) fue otro de esos factores con el que se especuló y al que se esperó durante la mayor parte del año y que, finalmente, nunca llegó. Ahora la expectativa se centra en 2017. En parte, como resultado de la crisis política que estalló en el país vecino y, en parte, como resultado de su propio proceso de ajuste macroeconómico y la fuerte desaceleración de China, que es hoy el principal socio comercial de Brasil. Hacia fin de año se sumó un nuevo elemento que, más que ensombrecer un 2016 que a esa altura del año ya estaba prácticamente jugado, impactó negativamente sobre las expectativas de cara a 2017. No referimos al denominado “efecto Trump”, que básicamente consistió en una reaceleración del proceso de ajuste del ciclo de liquidez mundial. El último se había interrumpido a principios de 2016, cuando la Fed decidió poner en pausa el sendero de ajuste de su tasa de interés de referencia.

Ajuste insuficiente y giro en el esquema de política económica. Los ajustes iniciales realizados por el Gobierno fueron insuficientes y, en el caso fiscal, marcadamente procíclico. Para colmo de males, en la medida que no se lograron los resultados esperados por el lado de la actividad, se abandonó buena parte de la intención inicial, enfocándose los esfuerzos en la recuperación del consumo privado y la obra pública. Lo dicho derivó en la recuperación por parte del frente fiscal de un marcado sesgo expansivo y en la sobreexigencia del frente monetario. Quedando el último condenado a perseguir los objetivos desinflacionarios en soledad.

Entre 2% y 2,5%

Lamentablemente, de cara a 2017, seguirán vigentes buena parte de los dos últimos puntos de la explicación, razón por la cual esperamos a nivel particular que la tasa de crecimiento del PBI se ubique entre 2% y 2,5% real anual y que, tanto desde el punto de vista de la magnitud y el nivel del PIB alcanzada como de la dinámica interna del proceso, se trate sólo de recuperación. No de crecimiento. Recordemos que estamos estimando una caída anual de 2,5% para el PBI en 2016.

Para ilusionarse nuevamente con el crecimiento sustentable habrá esperar a ver si después de las elecciones legislativas de medio término previstas para octubre de 2017, el Gobierno está en condiciones de retomar una agenda de ajustes y reformas similar a la que insinuó en sus primeros cien días de gestión. Claro que, esta vez, la misma debería ser mucho más profunda, consistente y, sobretodo, sostenida.

(*) Consultora Ledesma

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