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“El Gobierno no se puede permitir una derrota en 2017”

Entrevista a Miguel De Luca, Politólogo.

19 julio de 2016

Miguel De Luca es politólogo graduado en la Universidad de Buenos Aires, integra la Sociedad Argentina de Análisis Político y se recibió de doctor en Ciencia Política en la Universidad de Florencia. En esta entrevista con El Economista, analiza la naturaleza y dinámica del gobierno de Cambienos y traza perspectivas frente los probleamas políticos que enfrenta.

¿Cómo definiría el estilo y el tipo de gobierno de Mauricio Macri?

Es una novedad en el panorama político argentino. Si bien surge de una coalición electoral, en los hechos, el Presidente y su equipo funcionan, más bien, con una fuerte impronta de comando unificado. Hay poco espacio para la consulta, para la participación de otros partidos que conformaron esa coalición. De hecho, el radicalismo, que tiene un importante contingente legislativo, prácticamente no forma parte del espacio de consulta.

¿Cambiemos es, entonces, más una coalición parlamentaria con cierta eficaz que una coalición de gobierno?

Funciona como coalición al momento de apoyar las iniciativas de la agenda del Presidente, pero no en la etapa de elaboración de las medidas de gobierno. Es más una coalición de apoyo legislativo que en el plano ejecutivo.

¿Qué implicancias tiene esto en la política cotidiana y en el ejercicio del poder?

Veo dos, muy notorias. Por un lado, al estar muy concentrado el proceso de toma de decisiones, hay ciertas medidas que luego tienen su marcha atrás o son revisadas o modificadas. Algún funcionario dijo, por ahí, “estamos aprendiendo sobre la marcha”. Eso es una muestra de que no hay testeo previo de ciertas medidas tomadas. Y, por otra parte, también, una cierta tensión o desgaste en la relación con el radicalismo. También en materia legislativa. Hasta el momento, sin mayores tensiones, pero sí, puertas adentro, con ciertos reclamos.

Se suele decir que, hasta aquí, Cambiemos fue más eficaz en términos políticos que económicos, según sus objetivos iniciales. ¿Comparte?

Sí, aunque pueda resultar paradójico dadas las condiciones de inicio del Gobierno y por la misma agenda de medidas.

¿Por dónde pueden acechar los problemas posibles? ¿La calle? ¿Actores más orgánicos? ¿La recomposición del peronismo?

Un factor fundamental es la calle, es cierto. La posibilidad de ciertas movilizaciones, algunas de grupos organizados o de sectores que apoyaron electoralmente al gobierno anterior. La evolución de eso se va a ir viendo de acuerdo al apoyo que susciten las medidas que se vayan tomando. Si bien hubo protestas por el aumento de tarifas, no fueron del todo significativas. Muy probablemente, también, por el poco tiempo de gobierno transcurrido. Pero es un factor que el Gobierno debería tener en cuenta. Y la otra dimensión es la elección intermedia del año que viene. En ese sentido, el Gobierno no se puede permitir una derrota electoral porque eso sí, de alguna manera, erosionaría a un esquema ya minoritario en el Congreso.

Respecto de la UCR, tuvo el año pasado su pequeño salto en términos territoriales, aunque persiste el riesgo de quedar subsumida por el PRO con cierta consolidación de Cambiemos.

El PRO y el radicalismo dividen terrenos de competencia y, al mismo tiempo, son socios de un proyecto común. Porque el PRO ha tenido mejores rendimientos en los principales distritos urbanos y de mayor peso relativo, mientras el radicalismo tuvo un mejor desempeño en las provincias periféricas, sin que esto sea peyorativo. De cara a 2017, justamente, estos dos socios van a rediscutir sus áreas de influencia y su peso relativo en el Congreso. Y más allá de que el radicalismo recuperó cierto terreno en la elección de 2015, se le va a presentar algunos problemas en función de cómo negocien las listas de diputados y senadores nacionales.

¿Cuál puede ser el derrotero del peronismo en la oposición? ¿Persistencia de la fragmentación, confluencia para endurecer sus posiciones, aparición de un nuevo liderazgo?

El testeo de 2017 nos va a dar una idea de si puede generar un liderazgo en lo inmediato o no. En general, como ocurrió con la derrota de 1983 o con el triunfo de la Alianza en 1999, el peronismo en la oposición mostró profundos conflictos internos, distintos ensayos e iniciativas para hacer efectiva una nueva conducción, pero recién cuando encontró alguna figura política o algún candidato capaz de llevarlo nuevamente a la victoria, se encolumnó detrás de un liderazgo. Es más, tanto en el caso de Carlos Menem, en 1989, como en el de Néstor Kirchner, en 2003, aún siendo los ganadores de las elecciones presidenciales, no fueron los jefes del partido. Esa jefatura partidaria la construyeron desde la misma presidencia. Un patrón similar, probablemente, vamos a encontrar a futuro. Despuntan varios liderazgos para eso: algunos goberandores de provincias, Sergio Massa? Pero no me parece que sea un proceso de simple ni de pronta resolución. Va a llevar un tiempo importante, que recién se va a completar en el caso de que el peronismo logre ganar la elección presidencial. Mientras esté en la oposición siempre va a existir margen para que distintos dirigentes provinciales desafíen a aquel que aparezca con posibilidades de llegar al poder.

En ese sentido, ¿le ve futuro al kirchnerismo como opción política?

Las posibilidades de que logre mantener control importante sobre la organización peronista resultan muy limitadas. En ese sentido, va a tener muchas dificultades para mantener a raya a los mismos grupos que aglutinó desde el Gobierno. Sí, en cambio, va a tener una sobrevida importante como minoría intensa dentro del propio peronismo, sea por la presencia de ciertas organizaciones vinculadas, como por el rol de algunos diputados o senadores con peso. Y, también, por cierta identificación con las políticas de los gobiernos kirchneristas.

¿Cuál es su opinión sobre la reforma política que el Gobierno pretende aprobar en el Congreso?

La iniciativa intenta resolver varios problemas. De todos modos, de la versión original de ese paquete de reformas sobrevivió muy poco. Quedó de lado la creación de un órgano electoral independiente y la intención de hacer converger los calendarios electorales. Permanecieron cuestiones valiosas, pero de impacto político menor, como los debates obligatorios y la regulación política entre gobiernos. La tercera cuestión es la boleta única electrónica, que apunta a solucionar el problema endémico de los procedimientos de votación, con la falta o el robo de boletas, o de las listas acoples o colectoras.

Una hipótesis respecto de la boleta única es que acentúa la crisis de los partidos, porque se votan más figuras relevantes que estructuras orgánicas. ¿Comparte?

Soy partidario de reforzar el papel y la presencia de los partidos políticos antes que el de los candidatos. En este caso en particular, con la boleta única existiría la posibilidad de votar lista enteras, con los logos de los partidos, que contribuiría a resolver esta cuestión. Pero existen otros problemas que no se resulven con una reforma. Por caso, el tema de cómo se estructuran los partidos o cómo tratan a su interior a la representación de las minorías. Varios de los partidos fundados en los últimos años, de hecho, tienen que ver con la falta de expectativas o de contención dentro de los partidos tradicionales.

En relación a eso, ¿se dio una recomposición de los partidos luego de la crisis de representatividad de 2001? ¿Dónde observa avances y dónde ve que persiste de manera latente?

Por un lado, la viga central del sistema de partidos en Argentina, aun con el cimbronazo de 2001, se mantiene en pie. Me refiero al peronismo. Es lo que, de alguna manera, evitó que el sistema de partidos implosionase al estilo de Perú o de Venezuela. Lo que también se mantuvo es la crisis dentro de los partidos que tradicionalmente representaban a los votantes no peronistas. Claramente, la crisis de 2001 impactó fuertemente sobre el radicalismo, que fue un partido que siempre aspiró a representar a esos sectores. Si bien el partido se mantiene en pie, contra los que anticipaban su muerte, toda la evolución del sistema de partidos posterior nos habla de las variaciones de esos votantes no peronistas. El PRO aspira a representar a esos sectores. Y, parcialmente, logró hacerlo. Pero no termina de contemplar a todos los grupos sociales que están dentro de ese más amplio espectro.

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