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La estanflación sigue y el segundo semestre se acerca

Eventualmente, la economía pegará la vuelta. La cuestión es cuándo y cuánto más caerá hasta llegar a ese ansiado punto de inflexión.

02 mayo de 2016

El nivel de actividad, es decir, el pulso de la economía real está en caída. Así lo demuestran, sin contradicciones, todos los indicadores y la evidencia anecdótica de “la calle”. El primer semestre, dicen todos, ya está jugado. Mejor miremos hacia adelante. El Gobierno, y varios consultores, invitan a pensar en un segundo semestre más positivo, pero no está claro que eso suceda. El equipo económico ha hecho mucho, es cierto, para que eso ocurra, pero en economía los tiempos suelen ser ingratos. Eventualmente, la economía, como se dice en la jerga, pegará la vuelta. La cuestión es cuándo y cuánto más caerá hasta llegar a ese ansiado punto de inflexión.

Los motivos del bajón en la actividad ya son conocidos por todos y no amerita abundar más en ellos. La gran pregunta que desvela a todos es si llegarán los dólares productivos de la inversión porque los otros motores (gasto público, exportaciones netas y consumo) están fundidos y con pronóstico reservado. Asimismo, el rumbo nominal desvela a todos. ¿Bajará drásticamente la inflación o simplemente volverá a los registros previos a diciembre? Siquiera en el Gobierno hay consenso y hay que estar atentos a los aumentos de segunda ronda, esto es, los efectos sobre los costos de producción de los ajustes tarifarios.

El Gobierno, dice, ha seguido el manual y ha hecho los deberes. Como dijo el Presidente, han dejado la cancha en perfectas condiciones para que el sector privado entre a jugar y haga lo que sabe. Pero no está claro que el repunte esperable en la inversión privada tenga la gravitancia macroeconómica que requiere la situación y demanda una sociedad cada vez más disgustada, como atestiguan las encuestas.

El sector privado mira con preocupación el bajón en la actividad (por supuesto, necesitan demanda para colocar su producción), el alto costo del financiamiento, la aun elevada presión tributaria, la incertidumbre con respecto a sus costos de producción, la mayor apertura de la economía, los problemas que enfrentan nuestros socios comerciales (con Brasil a la cabeza) y el incipiente regreso del atraso cambiario. Para peor, las inclemencias climáticas aguaron una gran campaña del sector agrícola.

Un poco a las apuradas, el Gobierno se puso a gastar y anunciar inversiones en obras públicas. Un paso necesario para ayudar a formar un piso para el nivel de actividad y para empezar a recomponer el estado calamitoso de la infraestructura nacional. Un gran acierto. Pero, una vez más, ¿alcanzará?

Los más críticos le piden al Gobierno que juegue más fuerte aunque, dicen, pasada la “luna de miel” ya expiró esa posibilidad. El Gobierno, critican, se la jugó con el segundo semestre y podría quedar en offside si no aparecen los brotes verdes.

El trasfondo social, obviamente, es lo que más preocupa. La estructura social está atada con alambres y eso demostró el informe de la UCA: un par de meses de alta inflación y tenemos 1.400.000 pobres más. Triste. Y preocupante pues estamos en el mes más inflacionario desde 2002. ¿Cuántos argentinos se caerán del sistema en estos meses?

Los más optimistas, en cambio, dicen que el Gobierno está en el buen camino y, lentamente, enderezando el barco. Recuerdan adonde estábamos hace unos meses y, dicen, la situación tenderá a estabilizarse en los próximos meses: la inflación se calmará y el sector privado podrá hacer números más tranquilamente. Es probable. Aun así, no ven ese rebote para el segundo semestre. Quizás hacia el final, dicen.

Los costos no han sido menores y, afortunadamente, el Gobierno se ha anoticiado oportunamente con su raid de anuncios de obras y medidas compensatorias para los hogares más vulnerables aunque, según la UCA, un poco tarde. Veremos qué dice el próximo registro católico. Hay que enderezar el barco, sin dudas, y en eso está el Gobierno, pero también procurar que no se caiga nadie en la maniobra.

Esperemos que los optimistas estén en lo cierto y, en caso contrario, que el Gobierno tenga el pragmatismo necesario para alterar su libreto. El país todavía tiene demasiadas deudas como para seguir prolongando la insólita estanflación.

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