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“Sería esperable una fuerte desaceleración en la inflación”

Entrevista a Fernando Marengo, Economista jefe del Estudio Arriazu.

28 abril de 2016

En diálogo con El Economista, Fernando Marengo plantea que la suba de precios podría “situarse en el segundo semestre en el 20% anualizado”. Asimismo, ofrece su visión sobre el ingreso de capitales, el futuro de las tasas de interés, el precio del dólares y el rumbo de las cuentas públicas.

Estamos por concluir el mes más inflacionario del año, que seguramente dejará algún arrastre para mayo. Luego, es decir, a partir de junio, el Gobierno proyecta una reducción “drástica” de la tasa de inflación mensual. Según el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, caerá a cerca de 1%. ¿Coincide y qué número le pone a la tasa de inflación promedio del segundo semestre?

Gran parte del incremento de precios observado en los últimos meses es consecuencia de las necesarias medidas implementadas destinadas a la recomposición de precios relativos (devaluación, baja de retenciones, ajustes de tarifas). La mayoría de estos ajustes deberían ser por una única vez y, por lo tanto, una vez superada esta etapa, sería esperable una fuerte desaceleración en la tasa de inflación, pudiendo situarse en el segundo semestre en el 20% anualizado. Sin embargo, si estos incrementos de precios son percibidos como permanentes pueden alterar las expectativas inflacionarias desatando demandas de ajustes salariales exageradas que limiten la reducción de la inflación.

El Gobierno también proyecta que se desatará un proceso de inversión privada, tanto local como externa, que apalanque el alicaído nivel de actividad. ¿Observa que se están incubando las condiciones o percibe que la inversión seguirá retraída?

En un escenario recesivo como el que enfrenta el país, tanto por el contexto externo como por las medidas de política económica dispuestas por las autoridades, el ingreso de capitales sería el único impulso positivo para reactivar la economía en la segunda mitad del año y consolidar el crecimiento en el año próximo. En esta línea el acuerdo con los holdouts fue un nuevo paso hacia la regularización de la situación financiera del país. En un mundo con tasa de interés iguales a cero, el apetito por el riesgo argentino a tasas claramente superiores a las de los países de la región, estará asegurado. Ahora bien, la posibilidad de acceder a los mercados internacionales de capitales debe ser utilizada de manera prudente para que no se convierta en el origen de una futura crisis.

Otro de los enigmas que encierra el segundo semestre es qué pasará con las tasas de interés. ¿Las ve bajando sensiblemente en el corto plazo o las avizora altas todavía por un tiempo más?

De acuerdo a los lineamientos planteados por la autoridad monetaria, la baja de tasas se dará una vez que baje la tasa de inflación, con lo cual en la segunda mitad del año la misma debería comenzar a materializarse. Ahora bien, dado que el incremento de precios es producto de cambio de precios relativos la política de tasas altas no logra bajar la tasa de inflación a la vez que afecta actividad económica. Si suponemos, como parecería ser el caso, que la unidad de cuenta de los argentinos es el dólar, la baja de tasas de interés ya podría haber comenzado si el mercado tuviera alguna previsibilidad respecto de la política cambiaria.

Varios de sus colegas sostienen que, dada la inflación acumulada desde la devaluación, el tipo de cambio real perdió margen. Es obvio, dado que los precios subieron más que “el billete”. ¿Cómo estamos parados en materia de competitividad y qué espera que haga el BCRA con el valor del peso en el segundo semestre?

Los argentinos nos acostumbramos a que la única forma de mejorar la competitividad es depreciando el valor de la moneda nacional, si este fuera el caso Argentina debería ser el país más competitivo del mundo dada su historia de devaluaciones. Es cierto que luego de años de hacer política atrasando el tipo de cambio un ajuste discreto resulta necesario. Sin embargo, en el balance de una empresa aparecen muchos otros items que afectan la competitividad entre lo que se podría mencionar el costo financiero, la presión tributaria, el costo de transporte o la falta de infraestructura. Es menester trabajar sobre los mismos para no llegar a situaciones extremas en las que el salto cambiario es la única solución.

La dinámica fiscal de marzo, con un gasto primario subiendo 39%, alertó a varios colegas suyos. ¿Está haciendo agua el “gradualismo fiscal” o estamos en el buen camino?

Si bien es cierto que en el mes de marzo el gasto primario creció 39%, el mismo no hizo más que compensar el llamativo crecimiento de tan solo 23% en el primer bimestre del año. En la contabilidad pública los gastos se registran en el momento que se realiza el pago, por ello el retraso en los pagos durante los meses de enero y febrero subestimó el crecimiento de los mismos. Al momento de cancelar estos pagos aparecen todos como gastos de marzo sobreestimando el crecimiento. Dicho esto, la convergencia fiscal será determinante en el éxito o el fracaso del proyecto económico, más allá de que en el corto plazo el acceso a los mercados financieros permita disimular los dificultades.

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