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Las cadenas globales de valor y el Acuerdo Transpacífico (TPP)

Con sentido, la práctica comercial internacional apunta hacia los tratados internacionales

20 enero de 2016

(Columna de Matías Bolis Wilson, economista jefe de la Cámara Argentina de Comercio)

Nuestro tiempo se caracteriza por la vertiginosa evolución tecnológica y por la globalización. Esta última se profundizó a partir del fin de la Guerra Fría, hace apenas veinticinco años. Atrás parece haber quedado el tiempo en que se exhibía la integralidad nacional de los procesos productivos como signo de desarrollo industrial. Las modernas cadenas de valor ya no son estrictamente locales y se ve, cada día más, la integración internacional de las mismas, lo que nos obliga a replantearnos muchas cuestiones que hace algunos años lucían algo más lineales. Las denominadas cadenas globales de valor hacen referencia a este carácter de integración, en donde las empresas organizan en diferentes países el diseño del producto, la fabricación de componentes, el montaje y su comercialización.

Así, las conclusiones en comercio internacional son cada vez menos evidentes. Aunque el recientemente firmado Acuerdo Transpacífico (TPP) tendrá, sin dudas, un impacto significativo para los miembros y los nomiembros, aún es notoria la disparidad de ideas y opiniones que hay al respecto. Los efectos concretos se verán una vez que entre en vigencia.

Desde la caída del Muro de Berlín, el comercio internacional experimentó una drástica reducción de costos debido a la revolución en las tecnologías de la información y comunicación (TIC), el transporte, la logística y las finanzas. Esto implicó un marcado aumento de la movilidad de los factores productivos, tanto en los movimientos demográficos como en el flujo internacional de capitales. De la estructura tradicional de competencia de integración vertical, el escenario de la economía mundial se ha visto inevitablemente modificado por estos nuevos patrones productivos y comerciales. Alrededor del 60% del flujo comercial mundial corresponde a bienes intermedios.

Un planeta en bloques

La nueva forma internacional de producción, en la que las empresas dividen sus operaciones globalmente, desarrolló la necesidad de reducir la incertidumbre, el riesgo y los costos de transacción. Los acuerdos comerciales entre naciones dan, naturalmente, parte de la respuesta. Además, el surgimiento constante de nuevos servicios y productos tecnológicos, la concienciación del impacto medioambiental y los cambios sociodemográficos hace que los acuerdos, como el TPP, sean más amplios e incluyan temáticas que excedan lo estrictamente comercial. Este también es un nuevo paradigma a tener en cuenta.

El comercio de bienes intermedios es más sensible a la distancia que el comercio en bienes finales, pero la regionalización de las cadenas de valor estaría más relacionada con acuerdos entre países. Algunos estudios muestran que los países con acuerdos comerciales preferenciales intercambian bienes intermedios alrededor de 50% más que los que no lo tienen.

En un tiempo en que la incertidumbre sobre la evolución de la economía acecha al mundo, la aparición de tratados internacionales no debería sorprendernos, sino que parece estar convirtiéndose en una costumbre hacia la que, con sentido, apunta la práctica comercial internacional.

El TPP tiene, además, importantes consecuencias geopolíticas. En este sentido, la estrategia de Estados Unidos parece haber sido la de limitar el poder de China en la región.

Los doce países firmantes representan más de un tercio de la economía mundial, pero el TPP no incluye a la segunda potencia económica, al margen de las negociaciones para que acepte las disposiciones generales una vez en vigencia, a pesar de ser el segundo destino de exportaciones y el principal origen de importaciones de los países firmantes del acuerdo. Sin embargo, China impulsa otros importantes acuerdos para equilibrar la situación.

A su vez, el Acuerdo Transpacífico podría acelerar la firma del acuerdo bilateral de Estados Unidos con la Unión Europea, algo estancado en la actualidad. Estas economías suman cerca del 60% del PIB mundial. De alcanzarse un acuerdo, sería la mayor zona de librecomercio en el mundo. Mayor aún que la del TPP (sin China).

Las cadenas globales de valor sobre como una nueva salida hacia el comercio mundial. Tanto gobiernos como empresas tienen el desafío de encontrar la manera de formar parte, agregando valor e insertándose eficientemente en los distintos niveles del eslabonamiento, y dependerá, a su vez, de la facilitación que le otorguen a sus propias compañías para participar en las cadenas globales de valor.

El futuro parecería encaminarse a un escenario liderado por bloques económicos enmarcados en tratados amplios. Lo que no implica necesariamente un equilibrio, al menos en el corto plazo. Las principales economías mundiales son conscientes de esto y ninguna querrá padecer el quedarse afuera. Los potenciales peligros de aislarse son cada vez más altos.

La velocidad en la que evoluciona el mundo hace que la demora en la participación de las cadenas productivas aleje de la frontera tecnológica a los países más necesitados en alcanzarla impidiendo achicar la brecha del desarrollo. Un acuerdo, como el TPP, que suma el 36% del PIB mundial, podría, por el contrario, incrementar la diferencia entre los países miembros y nomiembros. Es fácil imaginar el tamaño del bloque si se adhiriera la segunda economía del mundo.

Podría esperarse, así, que exista mayor equilibrio entre los países de los bloques dada la interrelación que generan las cadenas globales de valor pero, también, que crezca la distancia entre éstos y los que están afuera del acuerdo. El desvío de comercio y de la inversión, propios de estos tratados, puede hacer que los nomiembros pierdan parte del mercado mundial de bienes y servicios y del caudal de inversiones. También, podrían sufrir una profundización de la primarización de sus exportaciones, alejándolas de las exportaciones de alto valor agregado, que son importantes generadoras de empleo y divisas.

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