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El debate sobre la pobreza infantil de nuevo en el tapete

Las muertes en Salta desataron el debate

26 febrero de 2015

(Columna de Jorge A. Paz, economista, investigador del CONICET y director del IELDE)

La nutrición deficiente está asociada de manera casi directa con condiciones de privación material o pobreza. A diferencia de las privaciones que experimentan las personas adultas, algunas de las cuales dependen de decisiones incorrectas tomadas a lo largo de la vida, de desidia, o simplemente de elección (por ejemplo en aquellos que abandonan la búsqueda de empleo por desaliento), toda la pobreza en la niñez y la adolescencia es involuntaria. Además la pobreza experimentada por niñas y niños (y en menor medida por adolescentes), conduce en algunos casos a la muerte; además, en los que sobreviven deja huellas indelebles para su desarrollo posterior, siendo uno de los componentes principales del denominado “círculo vicioso de la pobreza”.

Así, es altamente probable que una niña, un niño o adolescente pobre deje la escuela o, en caso de asistir, no tenga en ella un desempeño adecuado. De esta manera, durante su niñez y adolescencia no habrá podido acumular el capital humano necesario para un desempeño adecuado en su vida adulta o, lo que es casi lo mismo, el capital humano adquirido no tendrá en el mercado el mismo valor que el de aquel o aquella que no sufrió privaciones. Su productividad de adulta/o será baja, se insertará en puestos laborales que requieran baja o nula calificación y el salario que podrán obtener, será inestable y bajo. De esta manera se habrán reproducido sus privaciones y sus hijos nacerán en condiciones desfavorables.

¿A cuánto asciende?

A continuación presento algunos datos de pobreza en la niñez y la adolescencia, para lo que he utilizado el método desarrollado por CEPAL-UNICEF basado en el denominado “enfoque de los derechos” los que, a la vez, están expresados claramente en la Convención de los Derechos del Niño (CDN). Las dimensiones consideradas aluden a privaciones en el acceso al agua potable, al saneamiento, a la vivienda y la educación. Se hará una mención luego al problema del ingreso monetario.

En la Argentina se dispone de tres fuentes para examinar el estado y la evolución de la pobreza en la niñez y la adolescencia: la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) y los Censos de Población. La primera fuente es la que proporciona datos más actualizados, la segunda es similar a la primera con mayor cobertura (toma en cuenta ciudades más pequeñas) y la tercera cubre, por definición, a la población en su conjunto, pero recaba menos información que las dos anteriores (por ejemplo, en los censos en Argentina no preguntan ingresos).

Una primera estimación de la pobreza en la niñez y la adolescencia en los centros urbanos más poblados del país, nos muestra que las privaciones estarían alcanzando a casi 3,5 millones de menores de 18 años (34% del total), sin considerar todavía el ingreso monetario. Para tener una idea de la concentración geográfica del fenómeno téngase en cuenta que en el noroeste argentino (NOA) este problema afecta actualmente a 586.500 niñas, niños y adolescentes (NNA), de los cuales Salta (donde se produjeron las defunciones adjudicadas a deficiencias nutricionales) concentra el mayor porcentaje del NOA con 30%, lo que equivale a casi 181 mil NNA.

No todas las dimensiones consideradas tienen el mismo peso en el total. Si se las comparan surge que la privación en la dimensión vivienda es la más generalizada de las cuatro consideradas. La educación es el segundo tipo de privación más generalizada, seguido por el acceso a saneamiento. Si bien en educación se han realizado progresos superlativos, en las últimas décadas, subsisten problemas tales como el rezago educativo (sobreedad) y la deserción escolar, muy especialmente en la secundaria.

El cálculo de la pobreza monetaria (o pobreza por insuficiencia de ingresos), arroja que alrededor de uno de cada cuatro niños es pobre (25%) en Argentina; esto es, reside en un hogar cuyos ingresos resultan insuficientes para cubrir la canasta básica que incluye alimentos y algunos bienes y servicios de primera necesidad. Claramente persisten en este caso las asimetrías regionales: en el NOA la pobreza por insuficiencia de ingresos afecta al 41% de los menores de dieciocho años y en Salta, al 45%.

Retomando el tema

Si bien la muerte por desnutrición es un caso que provoca alarma y tiene un fuerte impacto en el sentimiento de la población, es bueno recordar que este no es el único desencadenante de una situación de pobreza. Es más, la mayoría de las niñas y niños pobres no muere, sino que vive una vida llena de penurias y privaciones. La pobreza no sólo provoca desnutrición, sino nutrición inadecuada y deficiente, lo que tiene consecuencias durante toda la vida. Aumenta el riesgo de contraer enfermedades respiratorias y cardiovasculares, favorece las infecciones, afecta al desarrollo cerebral y el del sistema nervioso central y deja secuelas en la capacidad cognitiva.

Principalmente esta última consecuencia tiene un impacto económicamente muy importante, porque es lo que impide la ruptura del círculo vicioso de la pobreza y favorece la reproducción intergeneracional de la pobreza. En su vida adulta, niñas y niños con capacidad cognitiva disminuida ingresan con desventaja al mercado de trabajo, perciben bajas remuneraciones y reproducen las condiciones de privación que tuvieron en los inicios de sus cursos de vida.

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