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El IPC apretó el acelerador

Hacia adelante, la estabilidad cambiaria es clave. A pesar de las idas y vueltas de los últimos días, los movimientos en la tasa, sumados a las divisas de las exportaciones del agro y a las ventas del Tesoro, serían suficientes para contener eventuales tensiones.

15 marzo de 2019

Por Matías Carugati

La suba de precios no descansa El Indec informó que los precios minoristas aumentaron 3,8% mensual en febrero, cifra que está en línea con lo esperado por los analistas (3,3-4% para el 90% de los participantes del REM). En términos anuales, los precios escalaron un 51,3%. La inflación se vio empujada por el arrastre que dejó enero, los aumentos tarifarios y el encarecimiento puntual de la carne. Las expectativas a corto plazo no son auspiciosas. El cronograma de aumentos en las tarifas de servicios públicos viene bien cargado hasta mayo, a lo que se agrega el posible impacto de las renovadas tensiones cambiarias (el tipo de cambio se depreció un 12% desde febrero) y algunas subas estacionales relevantes. Todo ello le pone un piso alto a la inflación, acaso con un 3% de mínima para los próximos meses. No sorprende que el proceso de desinflación sea más lento y más moderado que lo anticipado tiempo atrás. De acuerdo a las expectativas relevadas por el BCRA entre consultoras y bancos, para diciembre prácticamente no quedan proyecciones inferiores a 30% anual. Estimaciones que presuponen relativa tranquilidad cambiaria, aspecto que se puso en duda últimamente y que resulta clave en medio de un año electoral.

Tariflación, a pleno Los precios regulados aumentaron 4,2% en febrero (por encima del 3,4% de enero), lo cual era de esperarse dados los aumentos anunciados tiempo atrás. El encarecimiento en la boleta de electricidad empujó el rubro vivienda (+6,4% mensual), mientras que los aumentos en el costo del transporte y la nafta impulsaron el rubro transporte (+2,2%). En tanto, los ajustes en la medicina prepaga y la suba de medicamentos golpearon sobre el costo de la salud (+3,2%). Por otra parte, los denominados “precios libres” (que marcan la tendencia subyacente de la inflación) se incrementaron 3,9% en febrero, empujados por el rubro de alimentos y bebidas (+5,7%). Al margen de cuestiones puntuales que puedan haber afectado, que la inflación núcleo siga con este ritmo implica serias dificultades para encaminar el proceso de desinflación. Por último, los

precios estacionales registraron una suba de 1,9%, menor a la variación del IPC general.

¿Qué pasa con la carne? Según el IPCVA, el precio promedio minorista de la carne aumentó 15% en febrero, por encima del 8,5% de enero (acumula casi 25% de aumento en 2 meses). Detrás del encarecimiento de la carne en el mostrador está la suba en el precio del ganado vacuno. En el mercado de Liniers el precio corriente por kilo vivo (medido por el IGML) aumentó 14% en enero y 13% en febrero (29% acumulado en el bimestre). Son varios los factores que están operando. En primer lugar, se trasladó parte del aumento de los costos absorbidos el año anterior. La sequía generó pérdidas de pasturas y aumentos en el precio de la alfalfa y del maíz.En segundo lugar, la oferta ganadera se vio restringida tanto por la caída en la rentabilidad como por las inundaciones en la Pampa Húmeda, que dificultaron la salida de los campos del ganado. En tercer lugar, la expansión del mercado externo y la dolarización de los precios también incide. Mirando hacia delante, si bien gran parte de los costos ya se trasladaron al mostrador, algunos especialistas estiman que todavía habría margen que los precios sigan escalando. De cualquier forma, el salto de febrero dejó un piso para marzo, que, sumado a los aumentos en los precios de bienes sustitutos (tanto el pollo como el cerdo se encarecieron en lo que va del 2019), incidirán sobre el costo de los alimentos de marzo.

La desinflación llegará más tarde El año comenzó agitado y las perspectivas no son alentadoras. Con el cronograma de aumentos tarifarios concentrado en la primera parte del año, los precios regulados seguirán presionando a la inflación al menos hasta abril. A partir de entonces, a excepción de un aumento marginal de la energía eléctrica en agosto, se espera que los aumentos se posterguen para después del período electoral. En cuanto a los “precios libres”, las subas se moderarían a medida que se disipen los efectos de la crisis del año pasado. Este escenario se refleja en las expectativas de mercado, que prevén una desaceleración para el segundo semestre. Aunque en menor magnitud a la que se estimaba tiempo atrás. Las proyecciones para fines de año pasaron de 29% a 32% anual en el último sondeo del BCRA.

La estabilidad cambiaria es clave para las proyecciones A pesar de las idas y vueltas de los últimos días, se estima que los movimientos en la tasa de referencia, sumados a las divisas de las exportaciones del agro y a la venta de los dólares del Tesoro serían suficientes para contener eventuales tensiones. En el mejor de los casos, la cotización podría volver a caer por debajo de la zona de no intervención y así ayudaría a encaminar el proceso de estabilización, mejorando en el camino las perspectivas electorales de Cambiemos. Pero los supuestos detrás de este escenario no dejan de ser cuestionables, sobre todo en una economía aún endeble y expuesta a shocks políticos (encuestas y elecciones) y económicos (Brexit, desaceleración global, guerras comerciales). Con una ZNI bastante ancha (hoy en $38,9-50,4, con 29% entre los límites inferior y superior), la flotación puede ser disruptiva no sólo por cuestiones electorales sino también económicas. El traslado a precios de una depreciación es más rápido y fuerte en un contexto de inercia importante y con contratos de duración más corta.

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