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Sin buenas noticias en la actividad (por ahora)

Por suerte para el Gobierno, las elecciones están a varios meses de distancia. Aunque, por otro lado, no hay demasiado margen de maniobra ni tiempo para corregir errores o descuidos.

08 febrero de 2019

Por Matías Carugati  Economista Jefe M&F Consultora & Florencia Hernández Economista M&F Consultora

La industria cerró un año para el olvido. El impacto de la sequía se sintió sobre los bloques industriales ligados al agro. Y luego llegaron las sucesivas corridas cambiarias, que generalizaron la caída a prácticamente todos los bloques industriales. El resultado fue una contracción de 5% en la actividad sectorial, baja similar a las de 2014 o 2016 (si comparamos el nuevo IPI con los datos de manufacturas del EMAE). De los 16 bloques relevados, 13 disminuyeron durante 2018 y todos ellos mostraron bajas en diciembre, lo cual no augura un buen comienzo de año. Los bloques ligados a la demanda externa y/o con capacidad de sustituir importaciones podrán aportar algo de empuje, pero la anémica demanda interna y costo financiero elevado (aún cuando las tasas bajaron en el margen) son factores que jugarán en contra.

La construcción, de mayor a menor. Los datos oficiales reflejan una mínima expansión (+0,8% anual), aunque la dinámica fue empeorando con el paso de los meses. El fuerte aumento en las tasas de interés y el repentino (y severo) ajuste del gasto público fueron la respuesta a las corridas cambiarias, a costa de terminar con el boom de créditos hipotecarios y frenar la obra pública, factores que apuntalaban al sector. Ello se notó con fuerza en el último tramo del año. Por si fuera poco, la incertidumbre macro también golpeó a los proyectos PPP, a los que el gobierno apostaba para mantener el dinamismo de la construcción. En un año electoral, es posible pensar en una expansión de la obra pública, aunque la exigente meta fiscal limita el margen para expandir el gasto.

La economía en general sintió los golpes. Los problemas de la industria y la construcción no fueron aislados, sino que afectaron a toda la economía en general. Después de todo, el 2018 combinó una de las peores sequías en años con una sucesión de corridas cambiarias y un endurecimiento general de la política económica. Los datos positivos de la primera parte del año (el PIB crecía al 0,7% trimestral) fueron seguidos por fuertes bajas (-4,1% en el segundo trimestre y -0,7% en el tercero). La última información disponible muestra a la actividad aún en contracción (-7,5% anual en noviembre y -2,2% acumulado) y diciembre tampoco traería buenas noticias. Estimaciones preliminares de nuestro indicador coincidente de actividad apuntan a una baja de 9% anual para el último mes del año.

  

La recuperación vendría a fuego lento. La mayoría de los analistas espera que la actividad toque fondo en el primer trimestre para empezar a repuntar a partir del segundo. La recuperación del agro, el empuje del sector energético, una demanda externa más dinámica y la oxigenación del poder adquisitivo de los hogares serán factores positivos para la actividad. De todos modos, el arrastre estadístico negativo que dejó el 2018 y una política económica aún restrictiva serían un “lastre” para la reactivación, que se prevé lenta y gradual. La incertidumbre política posiblemente tenga un rol en la dinámica del 2019, aunque dependerá de cómo se presente el escenario electoral para saber si su impacto será positivo o negativo. De sostenerse el proceso de estabilización macro y si no aparecen sorpresas en el plano político, se proyecta una contracción del 1,2% para el 2019. De todos modos, la dispersión en las estimaciones de crecimiento (desvío estándar de 1%, rango de -2,5% a 1,7%) refleja la falta de consenso entre los analistas de mercado.

El campo empujará como un verdadero tractor. Las perspectivas para la cosecha están mejor de lo esperado. Según el Ministerio de Agroindustria, pese al exceso hídrico que afectó a la zona núcleo, la mejora en los rindes permite proyectar una producción de 54,3 millones de toneladas de soja (+44% respecto a la campaña anterior). En cuanto al maíz, faltando cosechar 5% de las hectáreas estimadas, las proyecciones de producción se elevaron a 49,7 millones de toneladas (+14%). La siembra de girasol viene algo demorada por las complicaciones climáticas, pero al momento no se vio afectada la estimación de producción, en torno a 3,5 millones de toneladas (+1%). En cuanto al trigo, con la cosecha ya finalizada, se estima una producción de 19,3 millones de toneladas (+4%). Tras un año afectado severamente por la sequía, la recuperación de la producción agrícola aportaría alrededor de 1 punto al PBI de forma directa, a lo que habría que agregar luego el derrame sobre sectores conexos.

Brasil dará una mano, aunque aparecen algunas dudas. La economía brasilera aceleró su crecimiento de 1,1% a 1,4 el año pasado (datos a noviembre) y se prevé que el dinamismo continúe. Las proyecciones apuntan a un 2019 con un crecimiento de 2,5% anual. Teniendo en cuenta que por cada punto que crece la economía brasileña, el PIB local aumenta 0,25 puntos, la aceleración del crecimiento del país vecino aportaría cerca de 1 punto al PIB en 2019. Ahora bien, la ambiciosa agenda de reformas estructurales de Jair Bolsonaro puede afectar las proyecciones, ya que los efectos esperados a corto plazo de las mismas son negativos para la actividad. Habrá que ver si el nuevo Gobierno logra traducir el mandato de cambio otorgado por las urnas en medidas concretas, frente a un Congreso que continúa muy dividido.

A pesar de que (objetivamente) habrá mejoras, persiste el pesimismo. Un mercado interno deprimido, una cadena de pagos muy tensada y una política económica fuertemente contractiva, no ayudan a las expectativas. En efecto, nueve de cada diez empresarios industriales esperan que la actividad se deteriore (56%) o se mantenga en el actual nivel (36%) hasta marzo, y más de la mitad (56%) prevé un aumento en sus necesidades crediticias. Pese a que el salto cambiario mejoró la competitividad, apenas una de cada cuatro empresarios proyecta un aumento en las exportaciones. En el ámbito de la construcción, seis de cada diez empresas dedicadas a obras públicas proyecta una baja en la actividad, mientras que el pesimismo tiñe las expectativas de la mitad de las firmas orientadas a obras privadas. Ampliando la mirada a la sociedad en general, las expectativas económicas relevadas semanalmente por M&F Consultora se mantienen estables desde el cambio de política monetaria, pero todavía en niveles relativamente bajos (ver gráfico). La continuidad de la estabilización es clave para que la percepción de “la gente” empiece a mejorar, aunque seguramente pasarán semanas hasta que las sensaciones encuentren correlato en los datos duros. Por suerte para el Gobierno, las elecciones están a varios meses de distancia. Aunque, por otro lado, no hay demasiado margen de maniobra ni tiempo para corregir errores o descuidos.

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